Las ansias de una apertura democrática y un sistema electoral en Hong Kong chocan contra la represión del Gobierno de Pekin, que hace temer por un brote de violencia y más protestas en una región capitalista, bajo gobierno del gigante comunista.
La decisión del Gobierno chino de eliminar las nominaciones libres de candidatos de jefe ejecutivo de Hong Kong y mantener la designación por parte de un comité de los aspirantes para el cargo lanzó a las calles a protestar a miles de personas inconformes.
Ayer, las manifestaciones dieron paso a enfrentamientos con la Policía, que por primera vez, desde 2005, respondió a la multitud con gas lacrimógeno para intentar dispersarla. Los choques en el centro de la ciudad bloquearon varias vías y paralizaron el comercio y sector bancario, mientras que casi un centenar de personas fueron detenidas.
Las advertencias del jefe ejecutivo de Hong Kong, Leung Chun-ying, quien declaró "ilegal la ocupación" no detuvo a los protestantes, por lo que el funcionario anunció medidas "resueltas" contra el movimiento de protesta Occupy Central.
Los líderes del movimiento llamaron a la "desobediencia civil", tras considerar que el Gobierno chino se niega a cumplir compromisos de mayor democracia, al impedir la presentación libre de candidatos para la primera elección popular de jefe ejecutivo de Hong Kong en el año 2017.
"Lucharemos hasta el fin (...) nunca nos rendiremos", manifestó Peter Poon, un joven manifestante citado por la agencia de noticia AP.
Y es que esta excolonia británica, cedida a China en 1997, vive una paradoja que explica el malestar social y las protestas. Tiene más autonomía, sus habitantes tienen libertad de expresión y derecho a protestar, pero no pueden elegir directamente a su gobierno.
Analistas y activistas sostienen que el Gobierno chino se resiste así a otorgar más libertades a la región "más occidentalizada" del gigante asiático, un país con fuertes antecedentes de represión política
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