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¿Gente... "bien"?

16 de noviembre de 2010
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Cuál sería mi sorpresa cuando, en aras de escribir esta pieza, decidí recurrir al diccionario para buscar si -por casualidad- existía la acepción del significado de las palabras "gente" o "bien" que aludiera específicamente a "gente bien" y, sí señor, allí al final de todas las que se nombraban para la palabra "gente", estaba la que me ocupa.

¿Que por qué mi sorpresa e interés en algo tan trivial? La verdad es que escucho tantas veces y tan seguido esta expresión para referirse a la gente que, como claramente lo señala el Diccionario de la Real Academia Española, es la de posición social y económica elevada, mi pensamiento no ha podido menos que dar muchas vueltas alrededor de esta idea.

Desde pequeños -bueno, tal vez sea un exceso generalizar a toda la población, pero para no enredarnos, asumamos que ese todos se refiere a la gran mayoría- se nos inculcó una retórica para ángeles que consistía en ser "gente de bien" (cuyo significado, valga la aclaración, también se encuentra en el Diccionario de la RAE en la palabra "bien"), es decir, honrada, de buen proceder, de suerte tal que en la familia, en la academia, en el trabajo y en la sociedad todo funcionara como querubines en su oficio celestial. Y eso, digamos, está bien.

Lo que en mi humilde parecer y con el perdón de la RAE no debería ser, es desmembrar esa preposición tan sencilla -de- para atribuir un altísimo valor positivo a todos aquellos que, simplemente por haber contado con la suerte o la muy merecida ganancia por mérito propio de tener "bienes" materiales que les otorgasen una posición social y económica elevada, merezcan el mismo adjetivo calificativo que quienes, sin importar su posición, han enfrentado demonios de todos los géneros para alcanzar tocar el arpa junto con aquellos seres alados que desde pequeños instalaron en nuestro inconsciente colectivo.

Con el respeto del coro divino presente en la tierra que siempre cree tener la razón -o más bien el coro terrenal que cree estar presente desde ya en el cielo por una falsa santidad? En fin, usted elige- me permito radicar en los oficios terrenales (de los celestiales se encargan los verdaderos querubines) mi inconformidad a semejante acepción.

Yo prefiero quedarme con la "gente de bien" que me enseñaron mis antepasados -que debería ser, y con mayor razón, la "gente bien"-. La misma que, como en Horizontes -el magistral óleo de nuestro pintor Francisco Antonio Cano-, observa hacia el futuro a fuerza de dignidad con el sudor de su trabajo, con el pulso de una moral bien tallada y una mirada humilde y transparente con la frente siempre en alto.

En este sentido, "gente bien", entendiéndose igual que "gente de bien", sí debería ser la expresión a la cual recurrir en nuestras coloquiales conversaciones diarias (con el perdón, nuevamente, de la RAE) porque es ella la que nos brinda razones suficientes para creer, incluso en una época de grandes revoluciones tecnológicas, sociales, culturales, artísticas y de pensamiento, que hoy todavía existen seres de luz que nos permiten vislumbrar el camino hacia los "bienes" inmateriales que, tarde o temprano, nos dibujarán una sonrisa de tranquilidad en el rostro cuando nuestros ojos decidan callar para siempre.

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