Sarah Palin, gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia de John McCain, es una de las mujeres más mencionadas los últimos días en Estados Unidos, no sólo por su campaña política, sino también por su vida personal, pues su hija de 17 años está en embarazo y su hijo Trig de cinco meses tiene síndrome de Down.
A pesar de estas situaciones y de las críticas que recibe de parte de sus contrincantes, Sarah Palin no ha descuidado ninguno de los frentes de su vida, y mientras gobierna y hace campaña con McCain, les dedica tiempo más que suficiente a sus hijos y a su esposo.
¿Cómo lo hace? Parece increíble, pero miles de mujeres en el mundo entero lo logran, sin importar si son republicanas o demócratas, liberales o conservadoras, ricas o pobres; la idea es que son mamás con sus conflictos y alegrías y a ser excelentes profesionales.
Colombia no es la excepción y muchas mujeres a pesar de que se convierten en abuelas jóvenes o tienen hijos con síndrome de down que requieren el doble de la atención, sacan adelante sus carreras y continúan con sus vidas, aunque tengan que hacer de tripas corazón. Son ejemplo de entereza.
Claudia Ruiz, la mamá de María Antonia Arias, de cuatro años, es uno de estos casos.
Es terapeuta de lenguaje y trabaja desde hace 14 años en la fundación ADN (Alas de nuevo).
Durante el embarazo, las ecografías jamás mostraron anomalías, pero cuando le pusieron a María Antonia en su pecho, luego del parto, Claudia supo inmediatamente que tenía síndrome de Down.
"El impacto fue muy duro, sobre todo para mí porque debido a mi trabajo tenía demasiada información sobre este síndrome y sabía todos los riesgos de salud que corría", cuenta Claudia.
Sin embargo, aunque conocía los procedimientos, solo reaccionó en forma a los 20 días cuando María Antonia tuvo que ser hospitalizada. Por eso, cuando la sacaron de la clínica comenzaron de inmediato con las terapias y las rehabilitaciones.
En un principio no le contaron a la familia, pues los rasgos físicos no eran muy notorios y Claudia y su esposo Pablo querían que la aprendieran a tratar como una persona regular, sin sentir lástima ni sobreprotegerla. Y esto les dio resultado con la mamá de Claudia, quien lo supo casi un año después.
"La vida me cambió mucho porque ahora debo repartirme entre el trabajo y las terapias de María, pues la llevo a estimulación, musicoterapia y natación, y eso sin contar las citas médicas. Y todo queda en un lugar distinto, no existe una institución que lo pueda integrar", dice Claudia.
Ella y Pablo aseguran que gracias a la colaboración de las empresas donde trabajan se han podido mover sin problema, aunque tengan que tratar de alargar el tiempo.
Durante estos cuatro años María Antonia ha sido muy sana y sus papás cada día aprenden a ser más "down", como ellos lo dicen, para entenderla y ser mejores frente a ella; y aunque no se puede negar que la pequeña requiere de cuidados más especiales, Claudia siente que su vida es completamente normal, un poco agitada sí, pero normal.
Pero más allá de haber aprendido a manejar el síndrome, a esta mujer le preocupa enormemente la soledad que pueda llegar a sentir su hija cuando ella le falte, así como el momento cuando llegue a la adolescencia. Frente a estos temores, Pablo la tranquiliza y le dice que él tiene todo preparado.
Estas son otras voces de nuestras Saras.
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