Tremendo titular de El Colombiano en la portada del domingo pasado: "Si no tuviera carácter iría a sembrar papas", afirmó el procurador Alejandro Ordóñez en una entrevista concedida a Colprensa en la que habló sobre lo divino y lo humano y se rió a carcajadas. Según él: "cada funcionario sabe que sus decisiones generan consecuencias de orden social, político, económico y debe estar dispuesto a asumirlas, a navegar en mares bravíos y ahí es donde se demuestra si uno es buen o mal marino". Por supuesto esta respuesta está enmarcada en la destitución del alcalde Gustavo Petro y la avalancha de críticas que ha recibido.
El problema de esta respuesta es que el Procurador se equivoca nuevamente en el símil; por lo visto no le sirvieron de nada sus clases de retórica. ¿Cómo es posible que él crea que para sembrar papa o cebada no se necesite carácter? Por eso es que este país agrícola está como está, porque los funcionarios "prestantes" se burlan de lo que hacen los campesinos, creen que eso de trabajar el campo es poca cosa, no como ellos que leen documentos densos y mal escritos todo el día, y se la pasan en reuniones larguísimas para definir el futuro de este país que ellos mismos ponen en vilo.
Si Colombia está tan atrasada no es precisamente por los campesinos, quienes se han ingeniado cualquier cantidad de cosas para atravesar montañas y valles; este país está como está por la negligencia y la soberbia de personajes como el Procurador que cree que sólo lo que él hace requiere de carácter y tiene la bendición de Dios.
Burlarse de los campesinos es desdeñar de nuestros orígenes. Si los encorbatados supieran lo duro que es ocuparse del campo, seguramente no tendríamos la desdicha de escuchar tantas estupideces. ¿Qué pensaría de todo esto don Pepe Sierra, el campesino por excelencia, quien demostró cómo el trabajo arduo en el campo dignifica?
En las noches de luna Sierra arreaba los bueyes mientras todos dormían. Él trabajaba con fuerza la tierra que había heredado de su padre. Pero las actividades de Pepe, como recuerda Bernardo Jaramillo Sierra, no se limitaban únicamente a la caña. Cuando todos daban por terminada su faena los sábados, él aparejaba dos bestias, las cargaba con su panela y emprendía su viaje desde Girardota hasta San Pedro donde vendía a mejor precio su producto. Allí mismo invertía el importe de su venta en papa u otros productos de tierra fría, los cuales, a su regreso, vendía en Copacabana.
Si un campesino deja de labrar la tierra tiene gravísimas consecuencias, no sólo para él sino para los soberbios que habitan las ciudades. El trabajo del campesino requiere de carácter, sólo que él no presume de sus decisiones, no se vanagloria de lo que hace como tantos personajes odiosos que no dejan de pronunciar frases de desprecio.
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