Hace dos semanas, después de conversar sobre la más reciente ecografía de tu primer hijo, me dijiste -con vergüenza- que no votarías por nadie en la primera vuelta. Entre seis posibilidades, ninguna se ajustaba a tus expectativas.
No hubo reproches ni preguntas, solo un prolongado silencio que hoy me veo obligada a romper:
Nací en la guerra. Mis hijos nacieron en la guerra. El día que apagué quince velas en un pastel de cumpleaños, el Palacio de Justicia ardía en medio de una toma a sangre y fuego. El año en que fui madre por primera vez, Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverri murieron secuestrados, en un intento de rescate por la fuerza.
Podría llenar páginas con ejemplos similares: pruebas fehacientes de que las armas no son la salida para el conflicto interno de nuestro país. No voy a subestimarte con explicaciones obvias: Colombia clama por una solución negociada, a pesar del temor -natural- que genera el posconflicto en términos de inclusión y sanación de un pueblo tan golpeado.
¿Acaso piensas que quienes votaremos en la segunda vuelta lo haremos con absoluta tranquilidad?
¡Por supuesto que no… Siempre nos acecha el riesgo de equivocarnos, más en asuntos tan debatibles como la política. "La duda, en suma, es estar en lo inestable como tal: es la vida en el instante del terremoto, de un terremoto permanente y definitivo", escribió José Ortega y Gasset (Ideas y creencias).
No reaccionar con las vísceras, dudar, es respetable y sano. Pero la abstención en esta coyuntura (sentar en una mesa a las Farc, lograr acuerdos) equivale a evadir una responsabilidad ciudadana con trascendencia histórica.
A pesar de que apelo a tu condición de futuro padre, no es esa la única razón por la cual te ruego -despojada de orgullo- que reconsideres la abstención.
Piensa en el nudo de maletas que permanecía debajo de las camas de tus casas de paso, en la trashumancia de tus padres en busca de oportunidades. Recuerda tu infancia de gitano, los años frenéticos que desarrollaron tu instinto de búsqueda, tu espíritu de escritor, tu voz. Tu cédula (como tus crónicas en el campo colombiano) es tu voz al servicio de un fin: la reconciliación.
Votar por la paz negociada es el acto coherente de un ciudadano cansado de la guerra. Es resistir: ¡no significa traicionar lo que eres… (el estribillo de James Hetfield: "Forever trusting who we are, and nothing else matters ").
Tú naciste en la guerra, tu primogénito nacerá en la guerra. Pero si continúan los diálogos en La Habana, sin interrupciones, quizás podremos detenerla.
El obstetra dice que serás papá en la semana de la posesión del próximo presidente. Con Federico, tu mayor esperanza, también podría nacer la de muchos.
Eres parte de una abrumadora mayoría: supera el 60 %. Más que un rótulo en la cédula, algo nos une al 100 %: sobre nuestro territorio nadie ha conocido eso que llaman "la paz".
Ustedes, los desilusionados, son nuestra última ilusión.
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