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A La Candelaria llegan cada vez menos deudos

  • Jaime PérezLuis Jairo Castañeda visita el cementerio. Allí está su sobrino Jhon Jáder. Lleva cuatro meses pagando la prórroga para tener a su familiar, porque se cumplieron los cuatro años y hay que exhumarlo.
    Jaime Pérez
    Luis Jairo Castañeda visita el cementerio. Allí está su sobrino Jhon Jáder. Lleva cuatro meses pagando la prórroga para tener a su familiar, porque se cumplieron los cuatro años y hay que exhumarlo.
  • Jaime PérezEl cementerio La Candelaria, ubicado en la zona noroccidental, sobre la carrera 65, lleva cuarenta años de funcionamiento. Tiene cuatro pabellones en los que hay 4.800 bóvedas y 5.000 osarios. Además, cuenta con un horno crematorio. El camposanto es propiedad de la Arquidiócesis de Medellín.
    Jaime Pérez
    El cementerio La Candelaria, ubicado en la zona noroccidental, sobre la carrera 65, lleva cuarenta años de funcionamiento. Tiene cuatro pabellones en los que hay 4.800 bóvedas y 5.000 osarios. Además, cuenta con un horno crematorio. El camposanto es propiedad de la Arquidiócesis de Medellín.
  • Jaime PérezLa cruz está al final del cementerio en el costado occidental. Debajo se encuentra el templete donde se realizan las eucaristías.
    Jaime Pérez
    La cruz está al final del cementerio en el costado occidental. Debajo se encuentra el templete donde se realizan las eucaristías.
01 de enero de 1900
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  • El sitio tiene una capacidad de 4.800 bóvedas y 5.000 osarios.
  • Es un lugar bien mantenido que está localizado en la zona noroccidental.
  • El cementerio La Candelaria tiene solo un 30 por ciento de ocupación.
  • Con esta entrega termina serie sobre otros cementerios de Medellín.
Por
Rafael González Toro
Medellín

El sudor de las manos y el pulso agitado arrugaron el papel del certificado. No le sirvió secarse con la camisa, igual de transpirada por el sol y la caminata. El comprobante se arrugó.

Con la paciencia de conocer bien la rutina, Luis Jairo Castañeda entró al pabellón Tres del cementerio La Candelaria y buscó la tumba de Jhon Jáder, su sobrino.

De nuevo revisó el certificado. Murmuró algunas palabras, tal vez una oración, y se santiguó. En dos minutos salió del pabellón.

Caminó 20 metros y esperó en la entrada de la oficina. Allí trató de quitarle las arrugas al papel y mostró el certificado.

La cifra, una firma y un sello tranquilizó a Luis Jairo y, por ende, a su familia. Con los 13.800 pesos, los restos de Jhon Jáder tienen asegurados otros dos meses en el camposanto.

"Me fui a la Curia a pagar la prórroga -comentó Luis Jairo-, porque el muchacho ya cumplió los cuatro años de fallecido y no tenemos plata para el osario. Por eso pagamos los meses, para que nos lo dejen estar ahí otro tiempito".

Luis Jairo, por su trámite, es de los pocos deudos que visitan entre semana el cementerio La Candelaria, situado sobre la carrera 65, al lado de Medicina Legal.

El camposanto, creado hace 40 años, tiene 4.800 bóvedas y 5.000 osarios. Está dividido en cuatro pabellones y cuenta, en su extremo occidental, con un templete donde se realizan las eucaristías los domingos a las diez de la mañana.

En el cementerio el día más concurrido, como es tradición, es el domingo. Pero el agite dominical contrasta con la soledad de los otros días.

Los caminos limpios y bien cuidados del lugar hacen juego con los jardines podados y los árboles que se levantan altivos en las zonas verdes.

"El cementerio La Candelaria recibe mantenimiento diario y se fumiga cada semana. Aquí trabajan siete operarios, quienes realizan todas las labores necesarias para mantenerlo como está: en el mejor estado", comentó Iván Pineda, coordinador del cementerio.

Las baldosas de los pabellones brillan con los rayos del sol que entran por las claraboyas y en las esquinas de algunos corredores hay decenas de lápidas arrumadas. El mármol espera los ocupantes para volver a ponerse vertical y lucir la leyenda en memoria del finado.

Del total de bóvedas, solo está ocupado el 30 por ciento. Por eso es común que al caminar por las galerías se observen muchas desocupadas.

"La cultura de la cremación se impone y esto hace que el promedio de inhumaciones (entierros) haya bajado. Hoy realizamos unos 20 mensuales", aseguró Pineda.

Aunque la demanda no siempre fue así. En el cementerio, durante los tiempos violentos de finales de los ochenta e inicios de los noventa, hicieron 120 entierros por mes.

"Acá hay mucho conocido del barrio. Hay gente a la que le hacía trabajos de albañilería. La violencia se llevó tantos, que hoy es difícil saber cuántos fueron", recordó Luis Jairo.

Esa misma violencia fue la que terminó con la vida de Jhon Jáder, el sobrino de Luis Jairo, cuando apenas tenía 14 años.

Aunque lo que no cambió fue la situación económica de Luis Jairo. Hace cuatro años, lo mismo que lleva de muerto su sobrino, está sin trabajo.

Por eso cada que su familia logra juntar el dinero para pagar un mes de prórroga, sale sin pereza desde Villa del Socorro, en la zona nororiental, a cancelar el valor de la extensión de la estadía de Jhon Jáder en el camposanto.

Como ayer, Luis Jairo madruga, se calza unos tenis y arranca caminando para el centro.

Después de pagar en la Arquidiócesis, propietaria de La Candelaria, vuelve su rumbo para el norte y, como él dice, "tirando travesía", camina hasta el cementerio.

Luego de visitar la tumba de Jhon Jáder entrega el certificado en la oficina y sale, siempre a pie, para su casa en Villa del Socorro.

"Así será hasta que juntemos los 250.000 pesos del osario. Ojalá que se pueda pa' diciembre", dice Luis Jairo.

Presta labor social con el crematorio
El horno crematorio del cementerio La Candelaria lleva nueve años en operación.

Tiene un equipo de medición de gases para cumplir con la normativa ambiental.

En el lugar se hacen unas tres cremaciones diarias y el domingo aumenta la demanda y se pueden hacer unos 15 servicios en el lugar.

Maneja uno de los precios más económicos de la ciudad. Según los operarios del horno, la gente cambió de cultura y pide la cremación. Inclusive, muchos piden, cuando se trata de una muerte violenta, un permiso a la Fiscalía, para poder cremar al fallecido.

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