Es política, era política, una muestra elegida al azar de lo político que puede ser un habitante de una región tan convulsionada como Latinoamérica. ¿Quién no lo es en últimas? Él sabía que lo era, esa fue su pasión, su razón y su vida.
Para quienes saben de la vida de García Márquez, es imposible desligarlo de su interés por eso que se mueve alrededor del poder. Como es imposible arrancarle ese pedazo a otro Nobel, a Mario Vargas Llosa. Es un mínimo común denominador de todo los escritores del Boom.
Y pasó, casi que como muestra de lo que la mayoría de seres humanos pasan, por todos los estados de un ser político. Idealista primero y resignado después. Resignado en que había que cambiar el mundo y que para ello solo la política era la vía.
Sí, contrario a lo que se piense de un hombre de denuncia, porque eso hizo a través de sus escritos, se trató de un idealista, de un ciudadano que nunca perdió la esperanza en la política, era su dama, su musa. La trató como prioridad, desde su entrada a la vida política cuando apoyó a Castro en Cuba y criticaba a Rojas en Colombia, cuando apoyó a Andrés Pastrana con su plan de paz y a López en el 74.
Y nunca dejó de creer en Cuba, pues a pesar de “haber criticado el socialismo en su libro de 90 días de estadía en la Unión Soviética, siguió fiel al castrismo, pues pensó que para América Latina, dados sus problemas y el enorme poder de Estados Unidos sobre estas tierras, Fidel Castro podía resultar útil, garantía de independencia de esta región”.
Así lo ve uno de sus más fieles estudiosos, Armando Estrada Villa, uno de esos políticos que metidos en las letras también, han conocido otras facetas de un hombre que hoy se pinta en letras mayúsculas.
Y la posición que mantuvo en el, a la vez sencillo y complejo, espectro político, fue una de sus particularidades, ser el único que se quedó en la izquierda tradicional, o al menos hasta que hizo parte del mundillo político, se mantuvo fiel a ese lado tan controversial. Bueno, precisamente, puede ser por eso, porque era polémica garantizada, que le mantuvo el gusto.
Para la profesora de historia de la Universidad de La Sabana, Alba Irene Sáchica, la razón de un García Márquez político se entiende más como si fuera un destino marcado para alguien que quisiera hacer de las letras su pasión y vida por esos días y esas tierras en las que nació y creció. “Por el momento histórico que les correspondió, todos los escritores del Boom hicieron política o tuvieron participación en la política del momento”.
Y si a esa epidemia que, al parecer, se propagó por América Latina le sumamos una Colombia que tiene tradición en que la literatura se meta de la manera más irreverente a la política, pues era apenas predecible que surgiera un García Márquez por aquí. Lo raro habría sido lo contrario o que no haya habido un propio boom colombiano de literatos políticos.
Ojo, no políticos literatos como es común con expresidentes que hacen hoy de las suyas entre las líneas de cientos de libros, sino que eran hijos de las letras que conocieron el poder y que desde su prodigiosa posición allí se quedaron.
Incluso, García Márquez reconoce, por sus varios escritos, que utilizó “la influencia que le da ser un literato reconocido, para luchar por la justicia social y un mejor estar de los pueblos de América Latina. De ahí que se haya mantenido como un abierto detractor de los Estados Unidos”, agregó Estrada.
No en vano hizo parte de varias iniciativas de construcción de proyectos políticos. Le gustó la lejanía pero a la vez cercanía de las ideas políticas, pero eso sí, no hizo parte de la política electoral, muy a pesar de que le propusieron ser presidente de la República y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, no quiso perder ese enfoque de ideólogo y no lo perdió. Es más, muchos ponen en tela de juicio que haya creado ideas políticas, cuando lo que en realidad se repetía sin cesar por sus letras era la denuncia.
En sentencia de Sáchica: “Para él la política tenía que ver más con la decisión de la actuación que con la participación en la administración burocrática. Para él, la política era la posibilidad que tiene el hombre para decidir y ser libre”.