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Candelario y Doña Chon, su tradición es ser felices

Con 91 años, Candelario es el mayor de los silleteros del Desfile. Su esposa, Doña Chon, también integra el grupo de pioneros.

  • Candelario y Doña Chon portan silletas tradicionales. Tienen 10 hijos. De ellos, seis son silleteros: Tobías, Orlando, Arnulfo, Doralba, Sergio y Carolina. FOTO John Saldarriaga
    Candelario y Doña Chon portan silletas tradicionales. Tienen 10 hijos. De ellos, seis son silleteros: Tobías, Orlando, Arnulfo, Doralba, Sergio y Carolina. FOTO John Saldarriaga
09 de agosto de 2015
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A Manuel Efraín Londoño Zapata casi nadie lo llama por el nombre. Le dicen Candelario. Nacido el 31 de diciembre de 1923, es el mayor de los silleteros que participan en el Desfile, en el grupo de los Pioneros. Ella, nacida el 31 de octubre de 1932, también pertenece a este grupo.

Su esposa, Encarnación Atehortúa Soto, más conocida como Doña Chon, es otra pionera. Casados hace 68 años, y residentes en la vereda El Porvenir, de Guarne, hace 63 años, es uno de los matrimonios ejemplares del corregimiento.

Sentados en la sala de su casa, paredes blanqueadas y decoradas con cuadros del corazón de Jesús, la Virgen del Carmen y un Jesús treintón mirando de perfil, y fotografías de la celebración de los sesenta años de casados, cuentan:

“Comenzamos cuando no éramos ni 40. Vendíamos en la Plaza de Cisneros. Un día David Sánchez nos propuso desfilar por Amador y Cundinamarca para mostrar las flores en las silletas”.

Él, hijo de carbonero y de agricultora de la vereda Mazo. Ella, hija de una mujer fabricante de jabón de tierra y un carbonero. Recuerdan los grupos de campesinos caminando cuesta abajo, cargando silletas de flores, ruda y otras hierbas, así como bultos de vitorias y jabón de tierra. “En invierno, ¡ay Dios mío!, esos caminos se volvían jabón”, dice ella. “Nos alumbrábamos con un farol hecho con una velita entre un tarro”, complementa él.

Siguen entre flores

“Flores compraban poquito —recuerda ella—. Pasábamos el día sentadas hasta que una persona se arrimaba a comprar un ramito, y uno se ponía feliz”.

A los cinco años de casados, en 1952, Candelario y doña Chon compraron “esta tierrita” por 10.000 pesos, “porque la plata valía”. Es un terreno ondulado, extenso, donde los hijos y algunos nietos han ido construyendo su casa, con vista a Marinilla, Rionegro, El peñol, incluso la Piedra, cuando está despejado.

“Vendíamos claveles a centavo. ¡Imagínese cómo sufríamos para ajustar las letricas mensuales!”, evoca la silletera.

Caminando por la tierra de 10 mil pesos, doña Chon nos guía al sembrado de ruda y flores. Sostiene con una mano, la derecha, un palo de escoba, como por si acaso necesita alguna ayuda para mantener el equilibrio, lo cual resulta una consideración injustificada.

“Tenemos gladiolo, pompón, astromelia, cartucho blanco, girasol... Calculamos que florezcan para la Feria o para la fiesta de noviembre, la de difuntos. Para difuntos, más que todo gladiolos y pompones. Para los días de la madre y la mujer, rosas, claveles y gladiolos. El clavel y la estrella se tardan ocho meses; la astromelia, cinco meses; el girasol, cuatro meses. Y así...”.

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