Cinco meses después de que un video captado durante un concierto de Coldplay se volviera viral y cambiara su vida por completo, Kristin Cabot, ejecutiva de recursos humanos, decidió romper el silencio. En una entrevista concedida a The New York Times, Cabot relató el impacto personal, familiar y profesional que tuvo la difusión masiva de una imagen en la que aparecía en una pantalla gigante abrazada a su jefe, entonces director ejecutivo de la empresa tecnológica Astronomer.
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El episodio ocurrió el 16 de julio de 2025, durante un concierto en el Gillette Stadium, en las afueras de Boston. El video, publicado en TikTok, superó los 100 millones de visualizaciones en pocos días, desatando una ola de comentarios, burlas y ataques que, según Cabot, derivaron en acoso, amenazas de muerte y una exposición pública que aún no logra dejar atrás.
En su primer testimonio desde el incidente, Cabot explicó que decidió guardar silencio inicialmente para proteger a sus dos hijos adolescentes, a su entorno familiar y a la empresa para la que trabajaba. “Dios mío, herí a personas. Herí a buenas personas”, recordó haber pensado en ese momento, según relató al diario.
Con el paso de los meses, el peso del señalamiento público se intensificó. Cabot fue objeto de insultos, sufrió doxxing y aseguró que durante semanas llegó a recibir entre 500 y 600 llamadas diarias. Sobre las amenazas de muerte, precisó que “no fueron 900, como se publicó en People”, sino entre “50 o 60”.
De acuerdo con The New York Times, la ejecutiva insistió en que no mantenía una relación sexual con su jefe, Andy Byron, y que aquella noche fue la primera y única vez que se besaron. “Tomé una mala decisión, bebí un par de High Noons, bailé y me comporté de manera inapropiada con mi jefe. Y eso no es poca cosa. Asumí mi responsabilidad y renuncié a mi carrera por eso. Ese fue el precio que decidí pagar”, afirmó.
Tras el escándalo, Byron renunció a su cargo y, aunque la empresa le ofreció a Cabot retomar su puesto tras una investigación interna, ella optó por presentar su dimisión días después. “Quiero que mis hijos sepan que se pueden cometer errores, incluso errores muy graves. Pero que nadie debería ser amenazado de muerte por ellos”, señaló.
El caso, conocido en redes como #coldplaygate, abrió un debate más amplio sobre el juicio público, el castigo social en internet y el trato diferenciado hacia las mujeres. La académica Brooke Duffy, citada por The New York Times en el artículo, comparó lo ocurrido con antiguas dinámicas de humillación pública y subrayó que, aunque ambos protagonistas fueron criticados, “¿sobre quién recayeron las críticas? Sobre ella”.
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Cabot reconoció que el impacto más doloroso ha sido el aislamiento social y la ruptura de vínculos profesionales. “Cuando las personas me dan la espalda por esto, es mucho peor que cuando me gritan en una estación de gasolina”, dijo.
Hoy, mientras intenta reconstruir su vida personal y profesional, Cabot cuestiona la ferocidad del escrutinio al que fue sometida y se pregunta por qué un error personal terminó convertido en una condena pública de alcance global.
In the middle of the worst of it, when she was hiding in her bedroom, she had a fantasy of redemption. Cabot wished for someone with visibility and power to interrupt the spinning, endless, ruthless cycle. She yearned for a rational voice to step in and say, “Wait a minute,” as she told me. “Can we start a conversation where there might be room for a different version of this story? This has gotten really wild.
Con información de The New York Times.*