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Juan David Valderrama: de la pasión del fútbol a la política

El candidato ha ocupado en tres ocasiones cargos públicos.

  • Juan David ValderramaFOTO Edwin Bustamante
    Juan David Valderrama
    FOTO Edwin Bustamante
24 de octubre de 2019
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Si en aquel verano de 1996 su padre Jairo Valderrama Tobón no le hubiera ofrecido 500 mil pesos para que se quedara a estudiar en la universidad Eafit, hoy Juan David Valderrama no recorrería las calles de Medellín para hacerse elegir como alcalde.

Su poderosa zurda y su habilidad como volante creativo lo habrían llevado a recorrer estadios y marcar goles y lo habrían catapultado a conquistar adeptos en el equipo que le ha seducido con triunfos y derrotas: el Deportivo Independiente Medellín.

La contraoferta de su progenitor llegó desafiando la de Víctor Luna, ese director técnico que en 2002 volvió a darle una gloria esquiva al DIM tras 45 años de no ganar un título, y que le ofreció 345.000 pesos de sueldo para irse a jugar a Lanceros, en Boyacá.

“Ese es mi sueño frustrado, ser futbolista profesional. A mí me iba muy bien. Yo entrené en varios equipos: en Envigado, en Recamiones, hasta jugué liga. Ese día Luna me dijo que me llevaba a jugar fútbol profesional, aunque era la B y yo le dije que sí. Llegué muy contento a mi casa hasta que mi papá me dijo que me pagaba más si me quedaba”, recuerda Juan David. Se quedó y se gradúo de Administración de Negocios en Eafit.

Alejado del fútbol y con la disciplina que le dejó su paso por el Ejército en 1994, Valderrama continuó con su deporte favorito. Le sumó montar bicicleta y nuevos proyectos que lo fueron llevando por el camino de la política, el mismo que nunca soñó recorrer y que no tuvo espacio en las conversaciones con sus padres en las tardes en las que les habló de ser un futbolista consagrado.

No fue un rebelde sin causa

El 2 de diciembre de 1993, un grupo élite de la Policía dejaba tendido sobre un techo del barrio Los Olivos, en el occidente de Medellín, al que para ese entonces era el narcotraficante más buscado del mundo: Pablo Escobar. Esa misma tarde Juan David Valderrama recibía su título de bachiller del colegio Teodoro Hertzl. Fue una ceremonia rápida, en un minuto, como cuenta su madre Isabella López.

El miedo al terror sembrado por Escobar había llevado a los medellinenses a resguardarse temprano en sus viviendas, y ese jueves, con la muerte del capo en todas las noticias, no fue la excepción: la ciudad se encerró —y con ella la familia Valderrama López— por temor a una represalia de una violencia que 10 años antes le quitó a su hermana Adriana más de 20 amigos.

“Juan pasó mucho tiempo sin estar en la calle los sábados y domingos. Eso lo condujo a llevar una vida sana. Se volvió un gran deportista, muy competitivo. Jugaba fútbol, béisbol, sóftbol y atletismo. Siempre quería una medalla”, recuerda su madre.

Sin una rebeldía marcada en su juventud, Juan David se sentía en aquel encierro involuntario, impuesto por la violencia, como una presa recién apresada por el cazador y comenzó a vivir su época de muchacho como cualquiera de los de su edad: halló en la música electrónica el aliciente y el refugio para sus temores. Y se tatuó en la espalda una figura que escondía bajo las camisas o con una toalla en el hombro cuando se iba a bañar.

“El día que le descubrí el tatuaje le dije que si tenía una araña en la espalda, cuando descubrí que era tinta. Nos pusimos unos días serios con él (su papá y yo), pero después entendimos que eran cosas de muchacho y que lo que realmente valía la pena lo llevaba dentro. Tenía los valores intactos que le enseñamos, porque él siempre estaba dispuesto a ayudar”, dice su progenitora.

Esa idea de servir a los demás y ser solidario la expresó — y expresa— de distintas formas: al terminar su servicio militar se ofreció para seguir en el Ejército e irse a Chocó, o como cuando sus compañeros de universidad no tenían para comprar un libro y él les ayudaba a conseguirlo.

“Yo creo que fue ahí donde le empezó a nacer la idea de la política. Desde muy chiquito, él tenía una inclinación de servir y una sensibilidad social muy marcada. Por ejemplo, cuando jugaba tenis, los chicos que recogían las bolas eran para él muy importantes y les ayudaba con unos cuadernos. Tiene una tremenda sensibilidad social. Nunca hablamos de partidos o de política, pero siempre nos acompañó a votar”, dice.

El recorrido en política

Su camino en la política inició un Día del Padre, hace 20 años. Juan David se encontraba en la finca de su tío Raúl Fajardo junto a su tía Mara Valderrama (q.e.p.d) y su primo Sergio Fajardo Valderrama. En la conversación, Sergio, con quien Juan David jugó fútbol en sus años de juventud y calificó de “carroloco” porque se corría toda la cancha, les dijo que quería lanzarse a la Alcaldía de Medellín.

Fajardo era profesor de Matemáticas y vivía en Bogotá con su esposa y sus dos hijos y cuando lanzó la propuesta, nadie le prestó atención.

“Yo le dije, ¿cómo te ayudo? Y él me respondió que le presentara gente en Medellín, de mi círculo cercano. A mis amigos. Y me encarreté. Esa campaña fue muy bonita, Sergio quedó de tercero, sacamos 58 mil votos y ganó Luis Pérez. Ahí me fui metiendo con las campañas de él por los laditos, nunca de frente”, recuerda el ahora candidato a la Alcaldía, y confirma que hoy está alejado de Fajardo.

Valderrama miraba de reojo la política, pero en el 2003 se metió de lleno con el equipo de jóvenes de su primo, que entonces alcanzó la Alcaldía ese año para posesionarse en 2004 y gobernar por tres años. Solo en 2007, cuenta Valderrama, conoció La Alpujarra y ocurrió en el empalme con el nuevo burgomaestre para la fecha, Alonso Salazar.

“Me dice que lo acompañe en el sector público, yo le digo que eso no me gusta ni cinco pero Federico Restrepo, quien trabajaba con el nuevo alcalde me dice que va para EPM, que me vaya con él. A mí me suena la idea porque me parece una empresa muy bonita y arranque allá con la tarjeta de crédito Somos”, cuenta Juan David.

Esa fue su plataforma para el sector público que lo llevó a ser asesor de Gerencia de EPM y Secretario Privado de la Alcaldía de Medellín donde se encargó de hacerles seguimiento a los proyectos estratégicos del Plan de Desarrollo.

Renunció para vincularse en 2010 a la campaña presidencial de Antanas Mockus y Sergio Fajardo, pero regresó a EPM y lideró el programa Aldeas en 2012, con el cual se construían viviendas de interés social para entregar a familias de escasos recursos y víctimas de desplazamiento.

Esa labor social desarrollada por Juan David, en una política permeada por intereses económicos y personales, es lo que más destaca su hermana María Paula. Dice esta sicóloga que Valderrama va mucho más allá de la política tradicional y la ve como un servicio y no como el simple hecho de participar.

“En nuestras reuniones familiares hemos sido muy sensibles con la realidad del país. Hemos conversado de todo eso y creo que él trata de aplicarlo. Él busca conocer las necesidades de la ciudad para brindar una solución con una participación de un proyecto colectivo”, expresa María Paula mientras describe a Juan David como una persona responsable, más que el de aquella tarde en la que le pidió que le enseñara a conducir. Juan David accedió, la dejó manejar y terminaron estrellándose en la entrada de su casa.

Tras acompañar a Fajardo y Mockus, asumió la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana (ACI), en la Alcaldía de Aníbal Gaviria y luego dirigió el Inder en la administración de Federico Gutiérrez, donde logró el mejoramiento de más de 200 escenarios deportivos.

La familia es lo primero

La primera cita de amor fue a ciegas. Elena Peláez accedió a verse con Juan David después de recibir su llamada porque una amiga suya le dio el teléfono. Fueron a un restaurante.

No hubo amor a primera vista, pero sí química, y mucha. Coincidieron en muchos temas, entre ellos salvar el planeta y viajar por el mundo. Cuando Elena descubrió que Juan David le apuntaba a la política, la misma en la que ella no creía que existieran políticos honestos, “él se encargó de demostrarme que había uno y que era él”, dice Elena. El amor llegó después.

Las lecturas que hace de política, de biografías inspiradoras y de temas sociales terminaron por cautivarla aún más, y en 2014 decidió darle el sí al hombre que acompaña en esta travesía política.

La biblioteca que ocupa una pared de la sala de su vivienda es el escenario perfecto para jugar con Miguel, su hijo de 22 meses de edad con quien gatea cada mañana, lo corretea, juega fútbol y le cambia el pañal.

“Me derrito con lo cariñoso que es, mucho más de lo que imaginé. Siempre pensé que sería un gran padre. Aunque es muy serio, se muere por los niños. Con sus sobrinos es muy cariñoso y los pocos momentos que tienen con Miguel son de calidad”, expresa Elena.

Cuenta su esposa que para Juan David su familia es lo primero, la defiende, la arropa y aboga por ella, como abogaba por sus hermanas Adriana y María Paula ante sus padres para que las dejaran ir a fincas en la época de su juventud.

“Las esposas de los candidatos, la mayoría, ahora no estamos detrás de ellos sino al lado, porque estar detrás o al frente hace daño, pero al lado es mucho más llevadero porque hacer una campaña política decente y honesta en Colombia es complejo”, cuenta Elena, ingeniera administrativa graduada de la Escuela de Ingenieros de Antioquia.

Esa unión familiar los ha llevado a ver los debates del candidato juntos, por televisión. Les angustia y sufren lo que le dicen, pero les encanta ver como los enfrenta.

“Nos fascina seguirlo en las redes, ver que entrega volantes. No pensamos en que tiene que ganar sino en que haga una campaña digna”, recalca su madre Isabella, quien ve a Juan David no como un político sino como un hijo que está siguiendo un sueño y que en su corazón de madre desea que lo logre.

44
años cumplirá el aspirante a la Alcaldía. Su cumpleaños es el próximo 8 de noviembre.
Javier Alexánder Macías

Amo el periodismo, y más si se hace a pie. Me encantan los perros, y me dejo envolver por una buena historia. Egresado de la Universidad de Antioquia.

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