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Evolución: ocho prendas para desvestir prejuicios

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06 de febrero de 2018
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ERA Impensable que antes del siglo XX las mujeres usaran jean, vestido de baño y bolso. Sin embargo, los cambios en la historia -incluso las guerras- permitieron que estudiar, trabajar y votar fueran actividades posibles para ellas. Esa evolución cultural y económica vino acompañada de cambios en su apariencia: la falda corta eliminó el corsé; medias y maquillaje, también usados en el siglo XVIII por hombres, se volvieron el día a día femenino. Atrás quedaron trajes amplios e incómodos. La silueta se convirtió en protagonista, y lucirla fue la base de un vestuario más sencillo, diseñado para facilitar su movimiento. ¿Qué prendas moldearon la estética hasta hoy? Este es el listado y su explicación.

La cintura de las trabajadoras

La construcción, el transporte y la policía recibieron mujeres trabajadoras, por primera vez, durante la I Guerra Mundial. Con los hombres en los campos de batalla; ellas, solteras y más independientes, aprendieron otros oficios. En paralelo, las revistas y el cine mostraban un ideal de vestuario basado en la cintura definida, gracias al corsé y las faldas amplias en las caderas y largas hasta el suelo. El look se llevaba con pelo corto y liso, porque las trenzas y los recogidos, tipo la reina Victoria, ya no se podían mantener a diario sin doncellas que las peinaran. Además, con el dinero propio (que no era mucho) llegaron las joyas de fantasía, imitación de piedras preciosas que usaban las más adineradas.

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Del corsé al movimiento

La ‘Chica Gibson’, así se le llamaba al ideal de belleza concebido a finales del siglo XIX, de pecho amplio, cintura pequeña y cadera prominente. Esta silueta solamente se conseguía usando corsé, que aplanaba el vientre, subía el busto y ensanchaba la cadera. En algunos casos eran fabricados con huesos de ballena, por lo tanto, un lujo.

Un atuendo así solo permitía actividades como bordar y leer, con mínima movilidad; así que conforme la mujer comenzó a realizar otras, el vestido aparatoso – que necesitaba la ayuda de varias personas para ponérselo – fue cediendo espacio a estilos que mejor se adaptaran a la funcionalidad necesaria para ese momento.

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El bolso de la independencia

A las “mujeres adornadas”, como se les conocía también a las chicas ‘Gibson’, no les podía faltar el “ridicule”, un bolso pequeño que era más un complemento del conjunto que un accesorio práctico. Sin embargo, esto no les funcionaba a las mujeres en sus jornadas, durante la Gran Guerra, ya que debían llevar maquillaje, documentos, merienda y dinero de sus propios salarios (Francia fue el primer país en permitirles abrir una cuenta bancaria sin intervención de su esposo en 1881). Así las cosas, Hermés lanzó uno de sus modelos más populares hasta hoy, el Kelly, en 1922, y en 1955 Chanel, la 2.55, con la innovación de la cadena para tener las manos libres.

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Traje para el agua sin código moral

No era bien visto que, a comienzos del siglo XX, las mujeres se broncearan o tuvieran alguna cicatriz por realizar actividades físicas, por ejemplo, no podían nadar a no ser que fuera por salud. en ese caso, con un aparatoso vestuario de falda, mangas largas y pantalón que se cerraba en los tobillos. Sin embargo, en 1907,

la nadadora australiana Annette Kellerman creó su versión del traje de baño, sin falda y más ceñido. mostraba brazos, piernas y cuello. durante su gira por Estados Unidos la arrestaron por impúdica, pese a ello, la prenda se popularizó. En esa época se comenzaron a gestar ligas deportivas femeninas, que no se institucionalizarían hasta mediados del Siglo XX.

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La revolución del jean

Marilyn Monroe usó unos jeans en su última película The Misfits (1961) y así inmortalizó la prenda en el cine. 27 años antes, las mujeres los habían empezado a utilizar como ropa deportiva en el campo. ¿Qué los hizo imprescindibles? no solo funcionalidad y confort, sino los hombres y las mujeres, mayores de 15 años, en la posguerra, que empezaron a marcar distancia de los adultos y los niños, a buscar su estilo. Esa generación popularizó esta prenda heredada de los campesinos y mineros.

En cuanto a los pantalones: en 1930, Marlène Dietrich ya había usado un traje de hombre en la película Marruecos, pero solo en 1961 se volvió moda con el smoking que diseñó Yves Saint Laurent para Catherine Deneuve.

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Coco Chanel, un estilo único

En 1954, Coco Chanel regresó a las filas de la moda con su traje insignia luego de varios años de ausencia. Fue acogida por las norteamericanas, especialmente, que vieron en su diseño la combinación perfecta de elegancia y función. Chanel ya había rechazado los símbolos de la burguesía acartonada.

Con la creación de diseños más simples, disfrutaba por completo de los materiales y dejaba de lado los adornos, así la simplicidad se convirtió en la fórmula de la refinación. El dramatismo lo daban las joyas de fantasía. Este diseño fue perfecto para aquellas que mezclaban trabajo, amor, maternidad y libertad.

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Minifalda, el símbolo de la liberación

Aunque el largo de la falda subió progresivamente durante el siglo XX por motivos prácticos; la popularización de la minifalda, tal y como la conocemos, se le debe a la diseñadora británica Mary Quant, en 1965, quien la diseñó inspirada en su automóvil favorito, el Mini Cooper. Sin embargo, ya rondaba en el aire el ánimo de romper las reglas de la época y el movimiento de liberación sexual que trajo la invención de la pildora anticonceptiva. Por años, la autoría del popular diseño estuvo en discusión, pues el diseñador francés Andrè Courrèges se lo atribuía. De todas maneras, la minifalda, así como el bikini, que se creó en 1946, tocaron los límites de la moda occidental.

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Camisetas, la voz de ellas

El año pasado, el feminismo fue una tendencia. Figuras públicas como Emma Watson y Beyoncé abogaron por la igualdad de derechos y la solidaridad de género, lo que se vio reflejado en camisetas con lemas feministas. Tal ha sido la fuerza de la moda en este tema que en los Premios Globo de Oro, los asistentes llegaron con vestidos negros para simbolizar el rechazo al acoso laboral denunciado por actrices de Hollywood, víctimas del productor Harvey Weinstein, entre otros. El acto se convirtió en el movimiento Time is up, que reúne dinero para brindar a las victimas acompañamiento y asesoría jurídica.

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