33
años suma la marca de lanzamiento de martillo, la más vieja en atletismo masculino.
En 1995, Florence Griffith Joyner, una de las más queridas deportistas en Estados Unidos, confesó a la revista Sport Illustrated que cada vez que se sentaba a ver una carrera de 100 metros entre las mejores del mundo sufría pequeños raptos de ansiedad. No quería que nadie le arrebatara su marca como la mujer más veloz del planeta que había logrado en julio del 88 al cruzar la meta en 10 segundos y 49 centésimas.
Falleció en su cama el 20 de julio de 1998 por una patología cerebrovascular. Ocho días antes había respirado aliviada al ver cómo Marion Jones, la única capaz de poner a temblar su récord, paraba el reloj en 10,65. Hoy Florence sigue siendo la más rápida de la historia.
Aunque el mejor tiempo en los 100 metros femeninos sigue sin caer, esta es una época para presenciar los pequeños mordiscos de evolución que significan los récords mundiales deportivos.
El avance tecnológico
La tecnología ha hecho posible indumentaria que mejora el rendimiento, lo que se suma a los exigentes entrenamientos para dar como resultado un ambiente propicio para lograr marcas inéditas.
¿Suena lógico? Bueno, la realidad es que no es así. Es más, a pesar de los avances y el surgimiento de prodigios deportivos en varios rincones del mundo, hay marcas que se niegan a sucumbir y otras que a duras penas superan los registros de hace décadas. No parece lógico, pero el metodólogo colombiano Mario Cancelo tiene cifras irrefutables.
“Vemos un atleta en alta definición correr con el ritmo y gracia de un animal salvaje, y luego miramos a un corredor de antaño, en blanco y negro, y parece que el primero podría sacarle dos días de ventaja. La realidad es que, por ejemplo, Usain Bolt, el más rápido de la historia, con una genética única y zapatillas ultradesarrolladas, solo pudo mejorar un 5 por ciento (37 centésimas) el mejor tiempo realizado en 100 metros hace 50 años”, explica.
Y esto no ocurre solo con la prueba reina del atletismo. Actualmente, en la rama masculina, hay 10 plusmarcas con más de 20 años de vigencia, entre estas, las cuatro pruebas de lanzamientos (martillo, bala, disco y jabalina).
En la rama femenina es más exigente aún el panorama: 12 marcas mundiales siguen firmes tras dos o tres décadas de existencia (en total son 23 pruebas atléticas). Esta evidencia, sin embargo, no explica el porqué de la dificultad para alcanzar los registros.
Los récord y sus factores
Para ello, el cubano Javier Amaral López, asesor del Centro de Ciencias del Deporte (el más importante de Colombia), explica cuáles son los tres factores esenciales para edificar un récord y por qué es tan difícil hacerlos coincidir en el grado de perfección necesario.
“Una característica genética excepcional, excelentes condiciones de entrenamiento desde la infancia y capacidad mental extraordinaria. Si carece de una podrá ser un gran atleta, pero nunca pondrá su nombre en un récord mundial”, sentencia.
Aún con esta trinidad la marca inmortal no está garantizada. La biomecánica, un gran avance en materia deportiva, le permite al atleta ser analizado por cámaras de alta tecnología que, según Amaral, recoge cerca de 150.000 datos de relevancia por sesión para corregir errores y perfeccionar hasta el aspecto más minúsculo en la técnica del atleta. “Pero, aún recreando con detalle cada componente, es imposible predecir totalmente las condiciones reales de la competencia”.
Ahí es cuando entra la sicología, la canalizadora de talento y entrenamiento, como expresa la sicóloga colombiana Laura Arias, al servicio del deporte olímpico argentino.
“El recuerdo de una lesión previa o incluso algo tan normal como una pesadilla la noche anterior, pueden poner una barrera que impida que aún con todo dado para romper una marca termine fallando. Por cada año de perfeccionamiento físico se requieren dos o tres para aprender a dominar el componente mental”, apunta.
Con un filtro semejante es comprensible que no nazcan nuevos récords tan seguido.
Hace pocos días el mundo del atletismo se sacudió con sonoros registros; el de Armand Duplantis (sueco, 20 años), quien en una semana impuso dos veces la marca absoluta del salto con pértiga. Duplantis, de 79 kg, se elevó 6,18 metros apoyado en una vara de 4,30 metros que pesa 2,3 kg (superó por 2 cm al francés Renaud Lavillenie, poseedor de la plusmarca desde 2014).
El sueco es hijo de un saltador de pértiga consagrado y una atleta, y tuvo las mejores condiciones de entrenamiento desde los 8 años.
Es un prodigio como Yulimar Rojas, la venezolana que desbancó a Caterine Ibargüen en la cima del salto triple y hace dos semanas brincó 15,43 metros sobre el foso de arena para adueñarse del registro mundial en esta prueba, en la modalidad bajo techo, que estaba en 15,36 m. desde 2004.
Yulimar, de 1,92 metros, es descendiente de padres y abuelos con estaturas superiores al 1,90 m. Tuvo un entrenamiento de alto nivel desde los 15 años y desde que arrancó con el salto triple tardó 8 meses en ganar medalla olímpica. Ibargüen, por ejemplo, demoró 12 años.
El cuarto factor
Luis Mario Mejía, investigador y asesor del Sena en proyectos de innovación tecnológica y diseño industrial, habla de la ayuda tecnológica en competencia como un cuarto factor, aunque señala que si bien el deporte le debe mucho a este soporte externo en los últimos años, es necesario definir límites éticos para su uso.
“En 2009, los trajes de baño diseñados con tecnología de la Nasa que usó el equipo norteamericano y algunas otras delegaciones, ayudaron a batir más de 40 récords mundiales. Era un traje de uso restringido para unos pocos. Entonces, ¿hay o no un conflicto allí?”, cuestiona.
También está el caso actual del maratonista keniata Eliud Kipchoge quien se alió con Nike para crear y poner a prueba unas zapatillas de fibra de carbono, ultralivianos, que le permiten una eficiencia en cada pisada nunca antes vista.
El resultado llegó en octubre pasado, en una prueba controlada. Kipchoge corrió 42 kilómetros en una hora, 59 minutos y 40 segundos.
“A comienzos de siglo XXI los expertos decían que el ser humano tardaría 40 años en correr una maratón en menos de dos horas. Aunque la marca del keniata no es oficial es una evidencia de cómo el talento innato y la ciencia pueden demoler límites”, proclama Luis Mario.
El metodólogo Cancelo coincide. Piensa que más allá del atractivo que despiertan las marcas históricas, su legado está en el ejemplo de paciencia, disciplina, talento y creatividad que se unen durante años para echar abajo una barrera física.
Un estudio de la Universidad de Sheffield en 2018 determinó que el hombre tardará 4 décadas en llegar a su máxima velocidad y correr 100 metros en 9,41 segundos. Quizás no haya que esperar tanto ni esa sea la frontera. Ahora mismo hay prodigios y cientos de personas alrededor de ellos trabajando porque así sea.
UN SALTO INMORTAL EN TOKIO
El 30 de agosto de 1991 el estadounidense Mike Powell le entregó al deporte una de las actuaciones más memorables. Mike brincó 8,95 metros sobre el foso del estadio Olímpico de Tokio. ¿Por qué su salto largo es considerado uno de los grandes hitos? Porque pulverizó la marca de su compatriota Bob Beamon, que 23 años atrás había hecho 8,90, según expertos, un registro que perdudaría medio siglo. En los últimos años, Powell libró una batalla jurídica en contra del presidente del COI, Sebastian Coe, quien promovió una campaña para anular los récords de los 80 y 90 por los incontables casos de dopaje. Powell jamás fue vinculado a dicha trama.
LA INOLVIDABLE NOCHE DE BERLÍN
Alguien que tenga al menos 23 años recordará la tarde del 16 de agosto de 2009, cuando los noticieros interrumpieron la programación para anunciar que el jamaiquino Usain Bolt se había convertido en el primer hombre en correr 100 metros planos por debajo de los 9 segundos y 69 centésimas.
El velocista, de 23 años entonces, detuvo el cronómetro en 9:58, 11 centésimas menos del récord que él mismo había establecido un año atrás.
Sus características físicas, así como cada uno de sus movimientos en esa fulminante carrera, han sido objeto de estudio durante años en diferentes ramas de la ciencia.
JAVIER SOTOMAYOR, EL ORGULLO CUBANO
Javier Sotomayor, el mito, es el fruto de la genética y el proyeco deportivo del régimen cubano.
El 27 de julio de 1993, el isleño de 25 años saltó sobre la vara a 2.45 metros. Es como haberse elevado, con un centímetro de ventaja, por encima de un arco de fútbol profesional sin más ayuda que sus piernas.
Desde los 10 años el programa de deporte de alto rendimiento cubano detectó en Sotomayor condiciones que lo hacían apto, mediante un estricto entrenamiento comandado por rusos, para ser una figura excepcional del salto alto. Los tres primeros récords absolutos en la prueba son suyos.
UN RÉCORD QUE LUCHA CONTRA LAS DUDAS
Es la plusmarca más añeja del atletismo y también la más discutida. El 26 de julio de 1983, en Múnich, la checa Jarmila Kratochvílová recorrió 800 metros en 1 minuto, 53 segundos y 28 centésimas.
Pero, ¿Qué hace discutible su registro? Jarmila tenía los niveles de testosterona cuatro veces por encima de lo normal en una mujer, hecho que fue asociado al comprobado programa de dopaje que adelantó en esos tiempos el gobierno checo. Pero las investigaciones nunca pudieron hallar rastros de dopaje en su cuerpo y ella se defendió con una frase que quedaría en la historia: “No tengo la culpa de haber nacido fea y con este aspecto”.
UNA MARCA CON SECUELAS EN LAS RIVALES
Si hubiese querido, aquel 16 de mayo de 2018, Katy Ledecky habría podido salir de la piscina, secarse y esperar al borde del agua a que su rival más cercana terminara la prueba en la que ella marcó el récord mundial de los 1.500 metros libres.
La estadounidense, de 21 años en aquel momento, terminó la agotadora competencia en 16 minutos, 20 segundos y 48 centésimas, 49 segundos más rápido que la nadadora que la escoltó. Ledecky, fenómeno innato de la natación, ha impuesto 14 plusmarcas, la mayoría de estas con una holgura casi insultante para sus oponentes, lo cual llevó a varias de ellas a probar en otras pruebas lejos del dominio de la norteamericana.