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El 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary, alpinista neozelandés de 34 años, y el sherpa nepalí Tenzing Norgay, de 39, hicieron cima en el Everest, el pico más alto del mundo, ubicado a 8.848 metros sobre el nivel del mar. Cuenta la historia que esta hazaña, finalmente, se logró 31 años después del primer intento en 1922.
El pasado 29 de mayo, agotado y con las huellas aún frescas en su cuerpo, debido al inclemente clima que por esta época azota el Himalaya, la cordillera más alta de la Tierra, con más de cien elevaciones que superan los 7.000 metros, el montañista antioqueño Gabriel Jaime Morant resignó en su intento -y el de un grupo de expedicionarios internacionales al que fue invitado a hacer parte- de coronar el Lhotse, la cuarta cima en importancia del planeta, hermana y vecina del Everest.
“Ya tenemos cuerdas hasta 5.700 metros pero una grandísima grieta retrasó la subida a campo 1 sobre los 5.900”, había contado Morant, emocionado, un mes atrás en contacto con EL COLOMBIANO. “El clima muy cambiante y desde antier no hemos podido continuar”, expresó el 30 de abril, alertando lo que sería el resto de la aventura.
Una semana después ya estaba en campo 2, a 7.300 de altura. “Y quedarían así casi dos semanas para que podamos seguir con el campo 3, a 7.800; al 4, a 8.250; al 5, a 8.400 y, finalmente, hacer ascenso a la cumbre de 8.516 metros”. Algunos días sale el sol un rato, lavamos ropa en ponchera, tomamos café y hasta mezclamos agua hervida con helada para darnos un baño, a cocadas, básicamente cuando regresamos de los campos altos”, relataba aún con aliento.
El explorador Mr. Hong Sung-Taek, patrocinado por Defytime y National Geographic (que grababa un documental), había convocado a Morant a hacer parte de The Lhotse South Face Expedition, proyecto que pretendía subir a lo largo de su cara sur por rutas hasta ahora no superadas, convirtiéndose en el primer antioqueño en pasar la cota de 7.000 en una montaña que hace parte de los 14 ochomiles.
Sin embargo, la espesa nieve de 50 centímetros, los vientos que superan los 45 kilómetros por hora y, ante todo, las avalanchas, acabaron con la ilusión del grupo: este 29 abortaron la misión y emprendieron el regreso al pie de la montaña, unos, como Morant, desde el campo base 2 y otros, como el propio Mr. Hong desde el 3.
“Las tiendas terminaron rotas y tapadas por las avalanchas. El último reporte del equipo fue a campo 3 como intento final. Los sherpas (porteadores o cargadores) también bajaron. Yo lo hice con Jorge Egocheaga luego de que una de nuestras carpas le cayó un alud y quedó destrozada. La escalada se puso muy peligrosa, por la cantidad de desprendimientos de hielo y rocas, así como por la sensación térmica que bajó ostensiblemente, a más del cansancio acumulado. Una mezcla de riesgo que se conjugó con la naturaleza para impedir que continuáramos”.
Esa ruta seguirá siendo legendaria e inhóspita.
La nueva historia contará que la aventura que se inició el 2 de abril con la llegada de estos expedicionarios a Lukla, ciudad al este de Nepal, donde la gran mayoría de montañeros comienzan sus viajes a las cimas del Himalaya, culminó allí mismo el 29 de mayo. “En mi mente estaba superar los 7 mil metros, porque había escalado el Aconcagua, el más alto de América (6.962) y quería ir más arriba para ir tocando la cota de los 7 mil. Lo hice y eso ya es mi mayor ganancia”, concluye Morant, un ingeniero químico de la U. Nacional y practicante de escalada y montañismo, que ahora podrá decir que superó parte del frío reto en el Himalaya.