La niñez de Alejandro y Julián Navarro era como la de cualquiera. Únicamente pensaban en jugar, disfrutar de las calles detrás de un balón de fútbol, pero esa diversión fue suspendida abruptamente en el barrio Castilla cuando las balas se les atravesaron durante una disputa de combos.
Para ellos ir a jugar a una cancha de fútbol era un riesgo, las balaceras entre bandas rivales de su barrio les impedían disfrutar tranquilamente del deporte. Y es que a principios de 2010 la situación en Medellín de orden público no era fácil. Como en otras épocas se convivía con la muerte.
Así que para dos niños que solo querían divertirse, el día a día se convertía en una situación peligrosa. Además, porque también tenían el riesgo de ser reclutados a la fuerza por estos criminales.
Sin embargo, en los último s11 años, aunque la situación aún es difícil, mucho ha cambiado. Precisamente el deporte y, sobre todo el rugby, ha sido una puerta de escape para cientos de jóvenes que buscan salir adelante. En ese lugar de la ciudad esta disciplina le ganó a los combos y reclutó voluntariamente a cientos de jóvenes.
Gracias a este crecimiento del rugby, fue que Alejandro y Julián cambiaron el balón de fútbol y encontraron su refugio para huir de los vicios y las malas amistades.
En sus inicios jugaban en una cancha de arenilla y de raspón en raspón y golpe en golpe fueron forjando su carácter.
Todo ese sacrificio se vio recompensado y hoy forman parte del primer equipo de rugby profesional de Colombia, Cafeteros Pro. Ellos todavía se asombran de que les paguen por jugar con su pasión.
Algo que nunca se les pasó por la mente era que iban a viajar en avión y mucho menos a representar al país en un evento internacional, pero así son los sueños y se hacen realidad en el momento más inesperado.
Hoy los hermanos Navarro están disputando la Superliga Americana de Rugby, la primera experiencia profesional de este club. Aunque en sus dos salidas en el torneo han recibido dos derrotas, 35 a 12 ante el Selknam chileno, y 71-28 ante los Jaguares argentinos, nadie les quita lo bailado. Además pueden sacar pecho y decir que hicieron parte de un equipo que marca historia.
Los resultados están dentro de lo esperado, pero lo más importante para esta institución y para ellos es seguir creciendo como rugbistas y que esta disciplina siga evolucionando tratando de replicar el éxito de otros países en el rugby.
Ni ellos mismos son conscientes de la magnitud de este torneo. La Superliga Americana de Rugby es una nueva competencia internacional de clubes, que comprende Argentina. Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Uruguay, y que coronará al primer campeón de clubes de Suramérica, similar a la Copa Libertadores de fútbol.
El rugby les cambió la vida
Así que estar allí era algo impensado unos años atrás para Alejandro y Julián. Su historia es bien conocida por el presidente de la Federación colombiana de la disciplina, Andrés Gómez.
“Ellos son los típicos ejemplos de superación, muchachos de barrio que si el rugby no se les hubiera aparecido en el camino, quien sabe qué sería la vida de esos muchachos hoy”, cuenta el directivo.
Gómez además cree que tienen las condiciones para jugar en el exterior.
“Alejandro fue elegido en el equipo ideal de la fecha 2 de la Superliga. Jugó los dos partidos completos, titular absoluto y si sigue en ese nivel podría ser visto para jugar en otro país”.
Mientras que sobre Julián dijo lo siguiente: “Es muy talentoso, un jugador diferente, es un hombre de pases perfectos y toma las mejores decisiones dentro de la cancha”.
Julián y Alejandro son muy conscientes de la diferencia que hace una verdadera oportunidad de trabajo en Medellín. Si bien la metamorfosis de ellos como niños de barrios marginales a rugbistas profesionales es una señal de progreso, reconocen que aún hay mucho trabajo por hacer porque hay otros jóvenes que siguen atrapados entre las escasas oportunidades laborales y una vida criminal.
Ellos quieren ser ejemplo para que el rugby pueda ayudar a cambiar eso. "Únicamente jugábamos al fútbol, para nosotros el rugby fue una puerta de escape que se nos abrió para salir y vivir de él, y alejarnos de las calles", manifestó Alejandro, de 22 años.
Sus padres están muy orgullosos de sus logros, porque tampoco les tocó una vida fácil y saben lo que significa el sacrificio para sacar a los hijos adelante. Uno trabaja como obrero en un matadero, mientras que su mamá, Gladys, es madre sustituta y recibe a niños pequeños de entornos difíciles durante un período de tiempo para educarlos y después poder devolverlos a sus familias.
Las historias de los hermanos Navarro se repite en cada una de las comunas de Medellín en donde hay conflictos por las drogas, el alcoholismo, la violencia, el maltrato familiar y gran cantidad de padres ausentes.
En este momento, Julian y Alejandro tienen cuatro pequeños hermanastros, quienes los inspiran a ser mejores.
Para ellos, su mayor victoria, dicen, es mantener a la nueva generación alejada de la violencia y los combos criminales. Además, con suerte, esperan pasarles su brillo en el rugby.
“Lo años pasan rápido y una carrera como el rugby es corta", dice Alejandro, pero confía en que uno de sus pequeños hermanastros algún día lleguen a disputar un partido frente a los All Blacks, la selección de rugby de Nueva Zelanda, que es la más famosa y competitiva del mundo.