Una mala pasada en el fútbol puso a Julián Roldán Cardona en el camino del béisbol.
Resulta que un día el entrenador del equipo Envigado le dijo que simplemente no podía jugar más allí porque no había llevado a tiempo unos documentos, lo cual, dice Julián, no fue cierto. Ahí le “cortaron los sueños en fútbol”.
En una de las tantas tardes que pasó entre el ocio tras esta puerta que se cerró, un amigo lo invitó a jugar béisbol. “¡Uy, no! Eso es muy maluco”, recuerda que le respondió.
Cuatro años después de acceder a esa invitación, Julián es uno de los tres niños del barrio Blanquizal que conforman el equipo del Inder, unade las novenas infaltables en el babybéisbol y que este año aspira, por fin, tras cuatro semifinales, conquistar el título.
Barrio de peloteros
Jonathan Ojeda es el manager del Inder Medellín. Hoy, Jonathan saca pecho por ver los frutos del proyecto que inició su papá, Carlos Ojeda, gloria del béisbol antioqueño, en el barrio Blanquizal, a través del programa de Escuelas Populares del Deporte.
“Han sido ocho años sacando buenos beisbolistas, pero, sobre todo, se han salvado muchos chicos. Ver hoy muchachos de 20 años que uno sabía que iban por un camino de perdición y saber que actualmente estudian y trabajan, gracias a ese cambio de vida que les dio el deporte, es muy gratificante. Hacer parte de ese proyecto para mí es especial y llena de orgullo saber que es un barrio donde surge mucho pelotero”, cuenta Jonathan.
Es tal el arraigo de la pelota caliente en esta localidad de la Comuna 13 que se hacen torneos internos y los más destacados ingresan a los procesos más avanzados.
Julián, al igual los hermanos Brayan y Júnior Muñoz, son los embajadores de Blanquizal en el babybéisbol. Para Julián, estar ahí en el diamante Alberto Villegas, en un torneo de carácter nacional no solo representa orgullo personal sino que le permite llevar a las calles del barrio la evidencia de que otro camino es posible y es, sin duda, mejor.
“En mi barrio hay violencia. Muchos niños metidos en la droga, yo incluso tengo un primo que iba a jugar béisbol profesional pero la droga no lo dejó. Entonces yo les digo a mis amigos que vengan a entrenar, que esto los aleja de todas esas cosas y puede uno viajar, conocer ciudades. Yo conozco varias y mi sueño es un día viajar a otro país”, narra el joven pitcher.
Comunidad sin fronteras
La escuadra que orienta Jonathan Ojeda en esta edición del babybéisbol está conformada por 18 jugadores. Sin embargo, el proceso que adelanta durante todo el año congrega a casi 60 niños, en su mayoría, de estratos 1 y 2, de zonas como los Populares y San Antonio de Prado, por citar solo dos.
Para Ojeda el éxito de este y los demás procesos que se enmarcan dentro de las Escuelas Populares del Deporte, no debe medirse solamente en términos de resultados en el ámbito competitivo sino en el acierto para lograr que cada menor de edad permanezca durante la mayor cantidad de tiempo posible en el programa gracias al acompañamiento deportivo y sicosocial.
“La deserción en nuestro proceso es baja. Se nota más cuando llegan a los 15 años porque pierden interés y también el entorno que viven los absorve. Pero son más los que logramos orientar de buena forma durante el tiempo que nos acompañan”, enfatiza el manager.
La llegada de niños venezolanos también ha enriquecido deportiva y socialmente el grupo. El equipo del Inder que disputa el torneo cuenta con 11 jugadores del vecino país, lo cual ha reforzado los lazos al interior del equipo.
Destaca Ojeda que entre todos “se compactan muy fácil, se han hecho grandes amigos. Los papás de los otros niños los han acogido mucho a ellos y a sus familias, algo que les ha permitido adaptarse mejor a la ciudad. Ha sido muy bonito presenciar eso. Es una lección que nos da este equipo para saber cómo comportarnos como ciudadanos ante la llegada masiva de estas personas que quieren progresar”.
La mayoría de jugadores de origen extranjero que están con el Inder ya tienen doble nacionalidad.
Otros arribaron hace poco a la ciudad, como Santiago Sánchez, quien tan pronto pisó el suelo donde él y su familia planeaban establecer una nueva vida comenzó a buscar dónde continuar la ilusión que inició en Venezuela.
Así llegó a la portería del Alberto Villegas dos meses después de su llegada, y ahora, luego de cuatro meses, encontró un equipo que le hace sentir que está en casa, porque tiene amigos con quienes compartir sus sueños