Cuando Juan José Arias se elevó en el área del estadio El Campín y conectó con fuerza un cabezazo certero que infló la red, seguramente su mente viajó en un instante a cada obstáculo superado en su joven carrera. Aquel gol, que significó el 4-1 en la contundente victoria 5-1 de Atlético Nacional sobre Fortaleza, no era solo un tanto en el marcador, sino el símbolo de su resiliencia, su lucha y su determinación.
Era su primer gol como profesional, una recompensa que llegó tras 34 partidos vistiendo la camiseta verdolaga. Y quizás, en ese preciso momento de gloria, su tobillo derecho dejó de dolerle en su recuerdo, porque hace menos de un año, en mayo, una intervención quirúrgica lo apartó de las canchas y puso a prueba su fortaleza mental y física.
Arias nació en Medellín el 8 de enero de 2004, pero su vida transcurrió en Rionegro, donde creció en el seno de una familia apasionada por el fútbol y donde, décadas atrás, otro defensor forjó su historia: Iván Ramiro Córdoba. Como si el destino estuviera escrito en su camino, Juan José siguió la ruta que trazan los grandes desde las entrañas del fútbol formativo de Nacional. Su primer contacto con el balón se dio a los cinco años, cuando su padre, Carlos Mario, lo inscribió en la escuela verdolaga de Rionegro. Desde entonces, recorrió campos de entrenamiento como la Hostería Llanogrande, La Morelia y Don Bosco, puliendo su talento y alimentando su sueño.
Fue el técnico Diego Mazo quien lo llevó a las divisiones menores de Nacional, donde inició como volante, aunque su destino cambió cuando Jaime Hoyos lo reconvirtió en defensor central en la categoría sub-13. Su formación pasó por varios entrenadores hasta que Jaime “Jimmy” Arango, en la sub-15, le consolidó definitivamente en la zaga. Con ese proceso, llegó la oportunidad de vestir la camiseta de la Selección Antioquia, donde fue dirigido por Juan Carlos Ramírez y Nixon Perea, dos exjugadores del club verdolaga. Luego, el llamado a las selecciones juveniles de Colombia lo acercó aún más a su sueño de jugar en la élite.
En 2022, su talento lo llevó a entrenar con el equipo profesional bajo la dirección de Hernán Darío Herrera. Sin embargo, su camino no fue sencillo. A pesar de su debut, no todos los técnicos le dieron la continuidad deseada. Momentos difíciles, de frustración, de espera, que encontró la forma de sobrellevar gracias a su fe, su disciplina y, sobre todo, el respaldo incondicional de su familia. Su padre Carlos Mario, su madre Carolina, su hermana Mariana y su abuela María Elsy han sido su motor, los primeros en alentarlo en la adversidad y en aplaudir cada uno de sus logros.
Su vida no se reduce al fútbol. Arias es un apasionado de la lectura, disfruta ver tenis y fútbol, y últimamente ha encontrado en el pádel una distracción. También valora el tiempo en familia, las salidas al cine y las comidas en compañía de sus seres queridos. Su madurez se refleja en su discurso, en la forma en que entiende su proceso y asume los retos con determinación.
Su oportunidad en este año llegó con la confianza de Javier Gandolfi, quien decidió darle un lugar en la zaga junto a William Tesillo debido al bajón de nivel de Felipe Aguirre. Sin embargo, Arias no ve a Aguirre como un rival, sino como un referente. “Desde que llegó, además de ser una gran persona, es creyente como yo y eso nos acerca más. Siempre ha sido un ejemplo para todos dentro del camerino, se expresa de la mejor manera y quiere lo mejor para el grupo”, expresó Arias, dejando claro que su éxito no se construye desde la competencia interna, sino desde la unión y el aprendizaje mutuo.
Pero Juan José no se conforma. Sueña en grande. Quiere ganar la Copa Libertadores con Nacional, esa misma que en 2016 celebró desde la tribuna como un hincha más. También anhela seguir los pasos de su ídolo Iván Ramiro Córdoba y, por qué no, superarlo. “Ojalá Dios quiera seguir sus pasos y algún día superarlos”, mencionó con la ilusión de quien está apenas escribiendo las primeras páginas de su historia.
No ha sido un trayecto fácil. A finales de 2023 y comienzos de 2024, las oportunidades escasearon y sintió la frustración de no ser tenido en cuenta. “Siempre quise jugar y me frustré muchas veces, pero lo supe manejar. También me afectó el entorno negativo que había con los hinchas en aquel momento”, confesó. Pero los consejos de su padre resonaron en su mente en los momentos de duda: “Debo estar tranquilo, los procesos difíciles no duran toda la vida”.
Hoy, con el orgullo de haber marcado su primer gol como profesional y con la convicción de que su camino apenas comienza, Arias se proyecta como un pilar en este Nacional que sueña con la gloria. Su historia, como su cabezazo en El Campín, es un testimonio de perseverancia y fe. El futuro le pertenece, y él está listo para conquistarlo.