El ritual de ir a fútbol en familia, tradición que fue tomando forma desde finales de los 60, cambió drásticamente en los últimos 20 años. Llegaron las barras a ocupar las tribunas populares y con estas, la violencia a los estadios. “Una de las pocas medidas que encontraron los clubes para mitigar esa situación fue encarecer la boletería, para seleccionar, entre comillas, mejor a la afición”, explica Juan Manuel Morales, sociólogo docente de la Universidad Nacional.
Un ejemplo de ello es el siguiente: en 2007 la boleta de oriental para la final entre Nacional y La Equidad costó $30.000. El salario para la época era de $433.000. Quiere decir que ir al juego decisivo de la liga representó el 7% del salario de un hincha que devengara el mínimo.
10 años después, para la final entre Nacional y Cali la entrada más barata para dicha tribuna fue de $90.000, es decir el 12,3% de los $737.717 del salario mínimo para 2017.
Bajo esas condiciones fue apenas normal que asistir al estadio descendiera escalones en el orden de prioridades de los aficionados. 22.260 fue el promedio de asistencia de público para ver a Nacional el año pasado, cuando años atrás, este mismo club, llegó a tener cifras que alcanzaron los 35.000 hinchas, según datos de la institución.
“Esto demostró, de paso, que el fútbol representaba, para la mayoría de los colombianos, un mero entretenimiento. El aficionado no estaba dispuesto a sacrificar otras necesidades para ir al estadio. Diferente en Argentina, por ejemplo, donde en medio de la recesión que vivió a finales del siglo XX, los estadios no disminuyeron su promedio de asistencia. Allá el fútbol sí es una prioridad social”, cuenta Morales.
Para colmo, la televisión asestó otro golpe, pues incluyó en la parrilla todos los partidos de cada jornada forzando, además, horarios insólitos que dificultan la asistencia a los escenarios (sábados, domingos y hasta lunes, después de 8:00 p.m.).
“El hincha aún no encuentra una compensación entre lo que le cuesta ir al estadio y la gratificación que le genera; entonces ve fútbol desde la comodidad de su casa. Dentro del Atanasio un paquete de papitas fritas cuesta tres mil pesos, una cerveza cinco mil. Llevar a la familia, incluyendo boletas y pasajes, puede ser un plan de 300 mil pesos. La oferta de entretenimiento de la ciudad tiene mejores propuestas y más asequibles”, expone Alexandro Martínez, abonado de Nacional y experto en mercadeo deportivo.