Aunque hoy no es titular, sigue siendo un líder clave en el camerino, trabajando en silencio, firme en sus convicciones y dispuesto a construir desde la verdad.
En los últimos tiempos, el nombre de Juan Felipe Aguirre ha sonado con fuerza en el entorno de Nacional. Pero no por goles salvadores ni cierres heroicos en el área, sino por sus palabras. Y no porque haya insultado o herido, sino porque se atrevió a decir lo que sentía con la autenticidad que lo caracteriza. En un fútbol cada vez más moldeado por lo políticamente correcto, Aguirre sigue prefiriendo hablar con el corazón.
“Desde afuera se vio al equipo cansado y creo que los cambios demoraron un poco. Siempre juegan los mismos 11”, dijo con serenidad tras el 0-0 frente a Millonarios en la segunda fecha de los cuadrangulares semifinales. Palabras que, para algunos, sonaron a crítica innecesaria. Pero para quienes conocen la historia del zaguero, fueron una señal de su compromiso con el equipo y una muestra de que, aunque hoy no juegue, su voz aún pesa en el camerino.
Aguirre no está en su mejor momento deportivo. No es titular. No sale ovacionado del Atanasio. No aparece en los titulares. Pero está. Y trabaja. En silencio, con disciplina, sin buscar cámaras, pero sí oportunidades. Porque el fútbol, como la vida, es de momentos... y él sabe esperar.
No es la primera vez que sus palabras generan ruido. Tras conquistar la estrella 18 frente al Tolima, soltó otra verdad que dolió a más de uno: “Estos dos años no han sido fáciles, el semestre pasado toda esta gente ni la mitad estaba”. Lo dijo sin rencor, pero con la firmeza de quien ha vivido el club desde sus entrañas. Algunos lo interpretaron como un señalamiento a la hinchada. Otros, como un llamado de atención para que el apoyo sea incondicional.
Porque Aguirre, a sus 28 años, es mucho más que un futbolista. Es un hombre de fe, esposo, padre, hijo. Un ser humano que ha pasado por la sombra y por la luz, y que ha aprendido que cada caída puede ser una lección si se tiene a Dios como guía. “Dios me tiene donde estoy”, repite con convicción.
Hoy, cuando habla de su familia, su voz se quiebra por amor, no por tristeza. Manuela, su hijo Samuel, su mamá Margarita y sus hermanas Valentina y Vanessa son sus pilares. Ellos lo sostienen incluso cuando no juega, cuando lo critican, cuando el silencio de la tribuna parece más fuerte que cualquier ovación.
Y aunque no esté en la cancha, su liderazgo sigue siendo fundamental. Javier Gandolfi lo sabe. Sus compañeros lo respetan. Su experiencia y templanza son bálsamo en los momentos difíciles. Aguirre es de esos capitanes sin cinta, de los que arengan sin gritar, de los que enseñan con el ejemplo.
Este lunes, Nacional se juega la vida frente a Millonarios. Necesita ganar y que Santa Fe no lo haga en el otro partido para llegar a la última fecha con chances reales de clasificar a la final. Aguirre no estará en la alineación titular, pero estará presente en cada oración que eleve antes del juego, en cada consejo en el vestuario, en cada palabra de aliento para los más jóvenes.
Porque él no necesita un lugar en la cancha para ser vital. Su fe, su honestidad, su historia y su amor por Atlético Nacional lo convierten en un referente silencioso. Y aunque muchos prefieran callar para evitar el qué dirán, Aguirre seguirá hablando con el corazón. No para dividir. No para destruir. Sino para construir. Porque ese es su verdadero partido. Y lo está jugando con toda el alma.
Nacional prepara el duelo de este lunes, 8:20 p.m., ante Millonarios en el Atanasio Girardot.
El club antioqueño sabe que una victoria lo mantiene vivo en su lucha por llegar a la final y más ante el equipo que tiene el punto invisible.
La última vez que se enfrentaron en el Atanasio, por Liga, fue un empate 1-1 con tantos de Álvaro Angulo y Radamel Falcao García (de penalti).
El verde debe vencer una racha de 12 partidos sin ganarle a Millonarios en Medellín. La última vez fue el 16 de septiembre de 2017, cuando lo logró por 3-2. De ahí en adelante tiene un saldo de 5 derrotas y 7 empates.
