Cuando Luis Felipe López se vio obligado a “colgar” la bicicleta sintió que se desprendía de una herramienta que le daba vida, con la que perseguía sus metas, sus sueños.
En 2007 fue segundo de la Vuelta del Porvenir y en 2008 regresó a esa carrera, en la que se muestran las futuras promesas del pedalismo del país, y se consagró campeón.
En aquella época se codeaba y hasta ganaba ante corredores como Nairo Quintana, Esteban Chaves, Carlos Betancur, Darwin Pantoja, entre otros, que han dejado huella en el ámbito internacional en la última década. De hecho, en 2009, López, escalador y quien nació en Jardín, Antioquia, probó suerte en el equipo italiano GC Garlaschese.
Sin embargo, en 2013, durante la Vuelta a Colombia, un inesperado dolor de cadera dio inicio a un calvario para el ciclista. Si bien terminó el certamen, el malestar se agudizó y por más que anhelaba continuar corriendo, su cuerpo se lo impidió.
El retiro temprano en un deporte que cada día se vuelve exigente y sube su nivel en el país fue su “triste decisión” al no ver una pronta recuperación a su problema de salud.
“Cuando me retiré viví tiempos difíciles. Si bien laboré en muchas cosas y lo hacía con el mayor de los gustos, sabía que no era lo que me hacía feliz”, dijo López, quien 7 años después volvió a subirse a un caballito de carbono y competir. En el Clásico RCN-2021 ha sido uno de los animadores.
En su primer año fuera del deporte de alto rendimiento trabajó en una joyería, en Andes, donde creció. Al tiempo laboró en una floristería en La Ceja y por último se puso a recolectar café con su padre, Miguel Ángel López. “Me daba impotencia, nostalgia no poder competir. No era capaz de ver las carreras que pasan por Antioquia porque creía que iba a caer en depresión. Siento que al estar en este Clásico estoy llenando un vacío que había en mí”, indicó el escalador, de 30 años de edad.
En febrero pasado, Luis Felipe volvió a entrenar en compañía de los jóvenes de Andes.
Su reaparición en una cita del pedal, luego del tiempo de reposo y de que su dolor de cadera desapareciera como por arte de magia, fue en la Clásica de Rionegro, en la que ocupó el puesto 26.
“En ese momento la emoción era tan inmensa que casi que lloraba encima de la bicicleta al sentir de nuevo buen ritmo en mis piernas y estar a la altura del desafío”, aseguró.