En las etapas de una competencia como el Clásico RCN la carretera no solo se llena de ciclistas. Por ella también circulan los carros de los equipos. Siempre son dos por escuadra. En el primero, identificado con un número y la letra A, van los directores deportivos y un mecánico. Ellos, que son los que planean la estrategia y leen la carrera, acompañan a los pedalistas del lote principal. Por eso van despacio.
En el segundo viajan otros dos miembros del staff, quienes deben ir con los ciclistas de la fuga. Siempre hay un mecánico. El otro rol cambia de acuerdo con la escuadra. En el Team EPM, la otra persona es Javier Gutiérrez, quien desde hace 13 años es el médico del equipo.
Gutiérrez maneja un carro blanco que en la parte de adentro posee dos sistemas de radio para comunicarse. Uno tiene línea con el vehículo de los directores de escuadra. El otro recibe una señal por la que los comisarios informan las novedades que se dan durante el recorrido y dicen si los pedalistas necesitan ayuda.
En el mismo auto, pero en la silla de atrás, va Efraín Laverde, mecánico que trabaja eventualmente con el Team EPM. Él es el encargado de poner, en la parrilla que hay encima del techo, las bicicletas de repuesto. Dentro del vehículo, a su lado izquierdo, lleva dos llantas, por si alguno necesita cambio durante la fracción. En la misma zona, pero en el suelo, tiene una nevera en la que hay frutas: bananos, manzanas y peras.
Dentro de la cajuela va una nevera llena de caramañolas. Algunas tienen agua. Otras, bebidas hidratantes que les reparten a los ciclistas durante el recorrido.
Adrenalina azarosa
Los carros B salen de últimos, cuando los ciclistas ya se han ido. Durante los primeros kilómetros andan despacio, con precaución para no causar un accidente. Mientras la carrera toma forma, ellos ultiman detalles: miran si, por ejemplo, no hay hielo y lo compran en la carretera.
Cuando la etapa ya ha tomado forma y un grupo arma la fuga, en el carro B del Team EPM reciben la orden para alcanzar a los pedalistas del equipo que están en punta de carrera. Entonces el médico Javier Gutiérrez empieza a pitar para que los otros carros le abran paso, llega hasta donde va el primer comisario, baja la ventana del lado del acompañante y pide permiso para pasar. Cuando le dan luz verde acelera a fondo. Parece un piloto sorteando, a casi 100 km/h, las curvas colombianas.
Algunos metros adelante se encuentra al pelotón principal. Pita y los corredores, que conocen los códigos, se mueven hacia la derecha. Un par de minutos después alcanza a los de la fuga.
Entonces, cada vez que los ciclistas del EPM levantan la mano y miran el carro del comisario, como pidiendo ayuda, este informa por el radio. Gutiérrez pita y cuando le dan espacio, acelera, dice qué les va a entregar.
Les pasa las botellas con hidratación, galletas o sandwiches pequeños envueltos en papel aluminio, que Efraín alista con antelación.
Mientras tanto, los corredores le preguntan cómo quedó tal sprint especial, quién ganó esa meta volante, a cuántos kilómetros estará el puerto de montaña, entre otras cosas.
La dinámica se repite varias veces durante el trayecto. En los últimos kilómetros de la etapa, cuando los corredores se empiezan a desprender de la fuga, el médico pasa por el lado, los felicita por el esfuerzo hecho y ahí termina la adrenalina. Luego el carro queda parqueado unos metros atrás de la meta.
Entonces la carretera se llena de ciclistas y en los vehículos empiezan a pensar en cómo planear el próximo día.