El mundo precisa de ciudadanos excelentes. Para la filósofa Adela Cortina estos son aquellos que están por encima de la media, que trabajan para su sociedad y su comunidad, quienes compiten consigo mismos para desarrollar al máximo sus propias capacidades.
No significa que la filósofa pretenda respaldar la idea de educar para la competencia, “en absoluto”, asegura de forma contundente. No entiende la excelencia como un concepto neoliberal que busca que unos desplacen a otros, ni mucho menos como la necesidad de que alguien esté dispuesto a hacer cualquier cosa para ser el primero; eso, precisa ella, “es suicida”.
Estar por encima de la media, la excelencia, es que cada persona compita por su propia marca con el fin de expandir sus posibilidades y ponerlas, según la filósofa, al servicio mundial: “Porque somos humanos y nada de lo humano nos puede resultar ajeno”.
Para educar en esa excelencia y que pueda ser aprovechada a favor de la sociedad, el rol de la ética es indispensable, ya que no se construye una sociedad democrática, asegura Cortina, con gente que no crea que valga la pena trabajar por los seres humanos.
Tampoco se consigue una sociedad justa sin ciudadanos excelentes, de ahí la necesidad que del mundo de tenerlos. Ahora bien, ¿qué es una sociedad justa según la catedrática?
Hablar de lo justo en el siglo XXI lleva a la doctora Adela a citar al filósofo estadounidense John Rawls y su Teoría de la Justicia, en la cual el filósofo explica que la justicia es “la virtud de las instituciones y las organizaciones”, y estas, comenta ella, deben tender a la justicia, a ser justas, si no, se deslegitiman.
Una sociedad justa, y esto es lo que ella cree, es en la que se le da a cada persona aquello que le corresponde, es decir: los derechos civiles y políticos, y los derechos sociales, económicos y culturales. “Los primeros se orientan por el valor de la libertad, y los segundos por el valor de la igualdad”.
Por ello, argumenta Cortina, no hay sociedad justa si se vulneran estos derechos, los que según ella forman el corazón de la justicia de nuestras sociedades. De esa manera explica que, si se quiere formar una sociedad justa, esos derechos deben de estar protegidos. Adela los llama: los mínimos de justicia.
La educación
En esa construcción de las sociedades justas, donde hayan ciudadanos excelentes, el papel de las universidades es fundamental, afirma ella.
De esa forma, aplaude una iniciativa que para ella es importantísima en esa construcción, la de pensar y llevar acabo un centro de integridad como el que inauguró la Universidad Eafit. Un lugar que ella espera que tenga, no solo éxito en la institución educativa, sino en la ciudad, y que se replique en Colombia porque “estos centros pueden hacer mejor la vida de los países”.
Así lo mencionó durante su conferencia, Educación desde el ser, el sentido de la ética en la construcción de una sociedad justa e incluyente.
En su ponencia, Adela asegura que es en las universidades donde también se puede empoderar a los humanos de sus capacidades para que desarrollen planes de vida.
Es en ellas y también en las organizaciones e instituciones donde debe regir el compromiso de crear sociedades justas, “porque las cosas tenemos que hacerlas entre todos o no se harán”.
El bienser
Esa construcción, hace un énfasis especial la filósofa, se debe hacer desde el ser. De esa forma se llega al concepto que ella denomina bienser.
Si se busca en el diccionario, cuenta ella, no se encuentra. Al contrario, sí está la palabra bienestar, que le parece “desafortunada” porque puede entrar en conflicto con la justicia.
¿Por qué? Porque el bienestar para Adela, y para definirla toma como referente a Immanuel Kant (su filósofo favorito), es un ideal de la imaginación, y cada persona se forma una idea de bienestar distinta que parte de diversas causas, entre ellas las actitudes, condiciones sicológicas y educación. “Cada persona piensa su bienestar de una forma distinta... Y a veces ese bienestar es a costa de otro, excluyente”.
El bienser, una palabra que nadie le ha aceptado, dice la maestra bromeando, es la felicidad de las personas, aquello que se consigue después de educar desde el ser y con lo que se trabaja en la construcción de sociedades justas.
No puede existir el bienser, asegura, “si hay quienes siguen sufriendo, si hay quienes siguen padeciendo la desigualdad, quedando fuera y excluidos”. Por eso, señala, hay que crear sociedades justas e incluyentes, donde el bienestar, que no es de sociedades justas, se cambie por el bienser.
Adicionalmente, esa construcción de la sociedad justa también se hace desde el sentido de la ética, una determinada, aclara, a la que ella se adscribe y que es las más adecuada para crear sociedades justas: la ética que trata de forjar el carácter.
La doctora explica que ese tipo de ética tiene predisposiciones a actuar en el sentido del mal o del bien.
Si se decide el bien, a esas acciones se les llama virtudes, y la palabra virtud quiere decir excelencia. Una persona excelente es la que domina una habilidad o una competencia por encima de la media.
Esas excelencias, esas personas excelentes, son fundamentales para la supervivencia de las sociedades, donde su papel es sentir que valga la pena trabajar por los seres humanos.