Después de casi una década desde la publicación de Grandes borrachos colombianos, el filósofo y profesor Pablo Rolando Arango presenta Sirvan la cicuta, crucifiquen el autómata, un volumen centrado en las vidas y las obras de Platón, San Agustín y René Descartes, pensadores de relieve en la filosofía occidental. El proyecto, que inicialmente contemplaba incluir los perfiles de diez filósofos, cambió de sentido al privilegiar la profundidad a la variedad. “Inicialmente iba a ser sobre diez filósofos, y eso cambió mucho. Escribí primero unos capítulos muy breves sobre cada uno, y a medida que fui trabajando eso se fue ampliando”, señaló. Mientras cada perfil iba a tener cerca de 5.000 palabras, el resultado final es de aproximadamente 40.000 palabras por filósofo.
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El cambio en la estructura también implicó una transformación en el tono y el enfoque. Según el autor, los primeros textos resultaban demasiado frívolos, por lo que optó por dotarlos de mayor profundidad. Esto implicó un proceso de investigación más riguroso que incluyó la lectura de las obras originales y la correspondencia de los pensadores analizados.
La selección de Platón, San Agustín y Descartes obedeció, en parte, a una preferencia estilística. “Son excelentes escritores, muy raros, muy experimentales”, explicó Arango. Además, estos tres filósofos representan tres momentos distintos en la historia del pensamiento: Platón en la Antigüedad clásica, San Agustín en la transición entre la Antigüedad y la Edad Media, y Descartes como figura del inicio de la modernidad.
Aunque el libro no pretende ofrecer aportes inéditos para los especialistas, Arango enfatiza que su propósito principal es despertar el interés del público general por la lectura de estos pensadores. “Uno de los propósitos del libro es entusiasmar a la gente para que lea estas obras”, indicó. El autor considera que existe una desconexión entre la filosofía académica y el interés cultural más amplio, y que la especialización excesiva ha limitado el acceso de la ciudadanía al pensamiento filosófico.
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Arango también cuestiona los formatos predominantes en la academia, especialmente el artículo científico, que considera inadecuado para la filosofía. “La gran filosofía no se ha escrito en artículos de revista. Y sin embargo, es el único formato en el que se enseña y se escribe en la academia actual”, afirmó. En su opinión, la filosofía ha tomado históricamente formas literarias diversas, como los diálogos de Platón o las Confesiones de San Agustín, y reducirla a un solo modelo impide explorar sus posibilidades expresivas.
Según Arango, esta estandarización puede explicarse en parte por un complejo de inferioridad de las humanidades frente a las ciencias naturales, que ha llevado a imitar sus formatos sin una reflexión crítica suficiente. “Ese camino de copiar el formato más estúpido que hay no va a cambiar nada”, expresó.
En cuanto al contenido filosófico del libro, Arango subraya que más allá de las doctrinas, lo que le interesa es la forma en que el pensamiento se despliega. “Para mí el interés está allí, más que en las doctrinas. Las doctrinas, de hecho, me parecen interesantes como ejemplos de lo que resulta de usar las herramientas”, explicó. Añade que incluso los grandes proyectos filosóficos pueden considerarse fallidos en términos de sus propuestas específicas, pero su valor reside en el ejercicio del pensamiento que provocan.
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Finalmente, Arango mencionó que tres pensadores que originalmente estaban en su lista quedaron por fuera del volumen: Marx, Kierkegaard y Wittgenstein. “Son filósofos profundos, muy raros, muy locos, muy malinterpretados también. Eso también me gusta”, comentó. No descarta abordarlos en un futuro, tal vez como parte de un segundo volumen.