El performance es quizás el arte más inquietante, pues “a la gente le da un poco de miedo”, dice la artista María José Arjona, la colombiana más importante en este campo actualmente. “El cuerpo pone en jaque al otro inmediatamente, no hay mediación, con cualquier otra obra no te encuentras directamente con otro cuerpo, sino con un objeto, y esa relación directa no es fácil nunca”.
Paradójicamente, para Camilo Acosta es la manifestación del arte más democrática, porque no necesita de un espacio, como un museo o una galería, puede verse en la calle, en un bar, “es responsabilidad de quién lo hace, en dónde lo quiere poner”. Entonces, puede ser fácil de montar, pero no siempre de contemplar.
Cotidianidad elevada
María Teresa Hincapié, la pionera de este arte, y a la que se dedica Si este fuera un principio de infinito, la exposición principal de esta temporada en el Museo de Arte Moderno, en un primer momento, además de su propio cuerpo, usaba los objetos de su casa para sus obras: café, arroz, un vestido, una tetera, una escoba. Sus acciones tenían relación con la vida doméstica.
En silencio pero juntos, la obra que Arjona y Acosta prepararon para esta exposición, revisita esos objetos cotidianos que usaba Hincapié, pero para ellos ya no son cosas con los que se interactúa, sino materias que hacen parte de la conversación.
En la actualidad, a diferencia de lo que pasaba en la época de María Teresa, el performance no gira entorno al artista, sino que se trata de construir una relación más horizontal con los demás elementos que lo componen. De ahí que se califique como democrático.
Por esa diferencia de conceptos, Arjona siente que se van a crear tensiones para quienes conocen la obra de Hincapié y tal vez no vean la relación directa con la suya. “A la pieza no le interesa reactivar conceptos de María Teresa, le interesa avanzarlos, y ahí es muy instrumental Camilo, porque yo tengo una relación directa con María Teresa. Fue profesora mía, de alguna manera hay un legado del trabajo de ella en mi trabajo, pero al conversarlo con él, ya no se trata solamente del legado, sino que se ve como un archivo que está abierto a ser actualizado”, explica Arjona.
Reconocer y dejar
Para ella, los performers contemporáneos se deben desprender del peso de la historia, así como ella ha logrado soltar los grandes nombres de sus maestras (Arjona también trabajó con Marina Abramović, una de las más reconocidas del mundo).
“Actualmente, la preocupación por el tiempo es otra, el cuerpo es otro, así como su lectura y, claramente, hay toda una percepción del género distinta, una aproximación a lo femenino desde otros lugares, que son interesantes y que toca incorporar”.
De ahí que ahora a Arjona le interese la colaboración con otras generaciones, para empaparse de su visión de mundo y romper con el pasado, no de una manera agresiva, sino como un peldaño en una escalera, que es vital para seguir ascendiendo, pero hace parte de otro momento.
De igual forma, Hincapié fue una adelantada a su tiempo, en más de un sentido. Su cuerpo de obra, desarrollado principalmente de mediados de los 80 a mediados de los 2000, está lleno de las preocupaciones contemporáneas por el medio ambiente, la elevación de lo doméstico y la maternidad, la espiritualidad y el cuerpo mutante.
A pesar de que sus acciones están llenas de significado, para Arjona la obra de arte no se trata de entender, sino “de pasar por la experiencia de algo”. En el caso del performance, es dedicarle tiempo de contemplación.
Así como el artista le está dando su tiempo y trabajo al público, espera que el otro se tome un momento para vivir esa experiencia, tal vez captar algo en ese instante, tal vez solo emocionarse, o quizás vivirlo y en algunos días finalmente encontrar las conexiones. No es relevante lo que resulte, sino lo que se vive.
Además de la antología de Hincapié, se abren al público otras dos muestras.