Santiago Arango ha sido un enamorado de la música. Desde pequeño se la pasaba coleccionando recortes de periódicos y revistas que hablaran de bandas y de música en general. Por ese motivo, cuando tuvo que escoger una carrera eligió periodismo, enfocándose en música. Ha sido líder de la emisora Radiónica Antioquia, director de Altavoz Fest y de Altavoz Antioquia, así como jurado en festivales de música en el país y latinoamérica.
Arango está estrenando nuevo libro, el segundo que publica, La era de la hipermúsica: trampas, beneficios y retos, una mirada a la relación estrecha que se ha formado entre la música y las nuevas tecnologías, un proyecto que nació como tesis para su maestría en Comunicación Digital, pero que fue más allá.
¿Cómo fue ese proceso de hacer el libro accesible y no académico denso?
“La academia produce unos textos que son valiosos con contenidos importantes que podrían ser de mucha utilidad para la gente, pero que se pierden por lo densos. Yo luché contra eso en la maestría y en la especialización, entonces utilicé las herramientas académicas que le dan a uno en la universidad, pero siempre entregué los textos trabajados para que fueran más fácil para cualquier persona entenderlos. Uso personajes, recreo escenas, agrego vivencias personales, algo que no es tan común en lo académico”.
En el libro hace mención del homo digitalis, ¿cómo lo define?
“Todos nosotros somos homo digitalis, así como somos Sapiens, lo que significa es que somos seres pensantes completamente conectados y atravesados por lo digital. Con la pandemia se dio una aceleración a ese proceso de digitalización de la vida. Ahora hay una cantidad de acciones, de tareas cotidianas que se hacen a través de internet. Esto no es ni bueno ni malo, la herramienta es importante cuando la gente la usa según sus necesidades y por las posibilidades que plantea, pero son las personas las que deciden cómo la usan”.
Menciona el paralelo con la llegada de la radio, ¿qué rechazó encontró con lo digital?
“Todo nuevo paradigma trae siempre una resistencia, pasó con la radio, la televisión y desde las comunicaciones. Por ejemplo, en el libro se menciona una anécdota que dice ‘Un informe reciente de la Asociación de Fabricantes de Calzado de los Estados Unidos dice que la radio ha sido para ellos peor que todas las crisis. Y la explicación es convincente. Se calcula que 40 000 000 de personas se quedan en casa escuchando la radio al menos dos horas y media por día. Esa gente se está quieta, no anda, no gasta zapatos’, ese rechazo siempre ha ocurrido. En cuanto a lo digital, está muy ligado con la práctica de consumo, hoy hay un agotamiento de lo digital por la aceleración de la digitalización con los conciertos virtuales y festivales. Hay un rechazo porque lo digital ha facilitado la creación de artistas plásticos, pero hay colectivos que han hecho resistencia a lo digital como parches independientes que aprovechan esas herramientas, músicos que dicen que no la voy a lanzar en las plataformas de streaming o la voy a lanzar por fuera de las cosas exige el medio y eso hace parte de su propia estrategia”.
¿Qué hallazgo le sorprendió?
“Que todas las bandas coincidieron en la preponderancia e importancia de los medios tradicionales. Uno pensaría que iban a decir ‘no a la prensa escrita, la radio y la televisión ya pasaron’, pero todo lo contrario, esos medios siguen siendo muy importantes para que las bandas se den a conocer”.