Hace cinco años, Juan Galeano se sentía ansioso. En ese entonces era solista, tenía 30 años, había estudiado contrabajo jazz durante 4 años en el conservatorio de Rotterdam (Países Bajos) y andaba sin un peso. También era la época de su primer disco, Peregrino, producido en 2010 por el legendario Andrew Loog Oldham, a quien le atribuyen haber descubierto a los Rolling Stones, de los que fue su mánager en los 60. No había posibilidad para equivocarse: un genio producía a otro genio.
Dos años después, con Peregrino no pasó nada. Vendió mil copias, no hubo plata, no hubo fama y el reconocimiento de la industria no fue avasallador. Pero ese fracaso es el inicio de la historia del Diamante Eléctrico, que hace unos días ganó el Grammy Latino a Mejor Álbum Rock (los primeros en ganarlo fueron Aterciopelados, en 2001).
Sus tres integrantes se subieron encorbatados a recibir el Gramófono dorado. Ese día los nombraron en la sección de farándula de los noticieros nacionales y aparecieron fotos de la gente en fiestas con alguno de ellos. La respuesta de la banda fue simpática y contundente: un meme con el texto “Si no me quisiste así... no me busques cuando esté así”. En un lado aparecía Galeano ebrio, con una cerveza en la mano y la camiseta abierta y sudada. En el otro, de corbata negra en Las Vegas.
Días de hambre
En la época de la cerveza en la mano, Galeano se las arreglaba para sobrevivir y casi todas las noches llegaba a mi casa a comer cualquier cosa. Un par de veces me pidió plata para pagar el arriendo y las veces que nos íbamos de rumba era natural pagarle su parte. Los parámetros de la industria lo presionaban, le pedían un nuevo trabajo, pero no había con qué. En ese entonces yo trabajaba en Diageo, una multinacional de licores, y una de sus marcas necesitaba hacer una campaña con música. Logré vender un proyecto ambicioso, un disco producido por Oldham, grabado en los estudios más importantes de Nueva York, Nashville y Londres. Todo el proceso se documentaría y la marca se pegaría del “éxito” de ese trabajo con vallas, revistas y pauta digital. Era una inversión cercana a los 500 millones de pesos.
Durante dos meses trabajamos bajo el supuesto de que Andrew Oldham sería el productor. Galeano se comprometió a involucrarlo, pero no se pudo por temas de agenda, y preso del miedo no supo cómo levantar la mano para contar qué pasaba. Yo no lo vi en meses, pero al final nos encontramos, pidió perdón, me explicó que lo hizo por miedo a perder una oportunidad tan grande. Él pretendía que la marca, cerca a las fechas, accediera a hacer el proyecto sin Oldham. Pero no fue así y todo murió. Galeano me dijo que la estaba pasando mal, estaba decepcionado de la industria y desalentado para hacer música. Pero esto último era mentira.
Nace el Diamante
En silencio, Galeano se reunía con músicos para hacer Diamante Eléctrico y sobrevivía como siempre lo había hecho: “ya lavé platos dos años, recogí manzanas, trabajé en call center y les di clases de música a niños, que es la cosa que más me emputa en la vida”, afirma. Primero buscó a Daniel Álvarez, guitarrista, que llevaba años sin tocar, estaba desencantado de la música y dedicado a la consultoría en administración.
Luego buscó a Andee Zeta, baterista, a quien conoció diez años atrás. “Usted es el batero de mi nueva banda, se llama el Diamante Eléctrico”, escribió Galeano en un mensaje de texto. Zeta no tuvo ningún reparo en aceptar. Galeano y Álvarez me piden que no mencione que es el novio de Natalia París, pero el tema es muy público y no hay nada más rock que levantarse a Natalia París siendo el baterista de una banda que no aparece en Wikipedia.
Y empezaron a tocar con una sola premisa: dejar de pensar en fórmulas. Ya han tocado 190 conciertos, se han parado en tarimas del tamaño del Vive Latino, en México, el Lamc de Nueva York, y los festivales Rock al Parque y Estéreo Picnic de Bogotá. Les han abierto a artistas como Foo Fighters. Han logrado sacar con las uñas dos muy buenos discos, el primero financiado por una plataforma de crowdfunding llamada Pledge Music. La meta era recoger cinco mil dólares. Lograron 5160. En fin, lo último que les faltaba en estos escasos tres años era ganarse el Grammy. Y se lo ganaron con toda la rebeldía del mundo.
“B”, el trabajo ganador, fue grabado a la vieja usanza, análogo, todos en el mismo lugar, en vivo, sin tanto artificio para recoger el sonido del instrumento, en una sola noche. Por eso se escucha sucio y rudo, o como dice Galeano “hasta con errores, escuche la tercera canción, el sólo tiene una cosita ahí, pero la dejamos”.
Por ahora ya están trabajando en su siguiente disco, que grabarán en “cinta”. No saben cuánta plata llegará, cuántos conciertos harán. Pero están motivados, y al mejor estilo de Pambelé, adaptando el “es mejor ser rico que pobre”, Galeano me dice que “es mejor hacer música con Grammy que sin Grammy” .