A los cinco años llegó Germán Rengifo a Medellín desde Cañasgordas porque cantaba bonito y su tío quería que le entrenaran la voz en Bellas Artes, pero Rengifo se aburría y no le gustaba que lo mandaran los profesores, así que cambió la academia por bares y cantinas en las que cantaba su tío.
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Cuenta Alberto Burgos en el libro La Musica Parrandera Paisa, que a Rengifo volvieron a ingresarlo a Bellas Artes, pero a su tío también le quedó gustando que cantara con él en las noches así que lo volvió a sacar.
A los 13 años, cuando su familia llegó a Medellín empezó su carrera como solista, pero no fue hasta 1951 cuando conoció a José Muñoz mientras trabajaba en Fabricato que formaron Los Relicarios.
Con Muñoz la relación no fue fácil, y entre conflictos, peleas y sepaciones siempre se juntaron para grabar discos y elepés.
El pasado miércoles, a los 83 años, Germán Rengifo dejó el mundo por causas naturales, pero también dejó un legado de canciones como El Aguardientero, El Tiringuistinguis o Mujer sin corazón, clásicos que probablemente usted ha escuchado o bailado mientras sostiene una copa de aguardiente en un bar, cantina o salsamentaria.
León Felipe Duque, investigador del Grupo Músicas Regionales de la Universidad de Antioquia afirma: “La muerte de Germán Rengifo representa un duro golpe para la música campesina antioqueña. Al lado de José Muñoz, Germán hizo parte de Los Relicarios, un dueto que nació en 1952 y se mantuvo vigente durante 65 años, siendo uno de los grupos más prolíficos y destacados dentro de la música guasca y carrilera. A pesar de su muerte, la voz de Germán Rengifo está viva y seguirá en la memoria de varias generaciones que han crecido y crecerán escuchando la música de Los Relicarios”.
Estas son algunas de sus canciones más reconocidas, la mejor herencia que Germán Rengifo pudo dejar a la parranda paisa: