Organizar el mundo. Esa parece ser la vocación de algunas personas. Y en esa organización, muy a su manera, intentan dotar de sentido las cosas. Eso hacen los curadores de arte: organizan las obras, las colecciones, de tal manera que estas les cuenten cuentos a los espectadores.
Oficio viejo, sí, aunque no tanto en su denominación. En los museos —también en las galerías— ha habido quienes se ocupen de presentar las muestras, de distribuir las obras. La curaduría, hasta hace unos años, se entendía más como el oficio de cuidar y restaurar las piezas de arte.
En Europa lo nombran comisario de arte.
Los curadores llegan a serlo atraídos por el arte, del mismo modo en que un entrenador de fútbol o un árbitro llegan a sus actividades atraídos por el fútbol y hasta por el afecto hacia algún equipo durante la infancia. Se integran al mundo que desean habitar y, con el tiempo, van encontrando su sitio y su función.
El primero que se autodenominó curador, en Colombia, fue Eduardo Serrano, antropólogo e historiador del arte, quien trajo la figura y el nombre de Estados Unidos, hace unas cuatro décadas.
La carrera de curador es reciente en nuestro medio. Tiene menos de 10 años. Ahora buscan curadores con cartón, más que todo bogotanos o extranjeros, porque solo en esa ciudad está el programa. En la Universidad de Antioquia dictan diplomados sobre el tema.
El imán
En 2015, el guatemalteco Emiliano Valdés le indicó a EL COLOMBIANO que aunque no dormía en el Mamm, sí se desvelaba pensando en él.
Curador del Museo desde 2014, Valdés cuenta con consultores expertos o con curadores para los ciclos específicos. En los días previos a la apertura del nuevo edificio del Museo, en septiembre del año pasado, afirmó que por ser una construcción nueva “posee un sistema aún más actualizado de regulación de tempraturas y humedad, que es programable, iluminación LED, que es fría, ahorradora y regulable”. Hasta de la temperatura debe estar pendiente.
Óscar Roldán, director de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, por más que ocupe un cargo administrativo, no deja su real vocación: la curaduría. Por eso, la semana pasada posó para las fotografías de esta nota, delante de una exposición de arte conceptual, que él preparó, la cual se muestra en corredores del Teatro Camilo Torres Restrepo.
«A mí, el interés por la curaduría me llegó con la pasión por el coleccionismo. El amor por la materialidad. Objetos dotados de significados. Coleccioné estampillas y objetos extraños. Cuando iba de paseo a Las Mirlas, la finca de mi familia, me gustaba estar en los cuartos de mis tíos. Sacaba unos baúles de latas de tarros de galletas, de debajo de las camas. Yo sabía cómo violar esas cerraduras. Y me sumergía en universos de cosas diversas, como estampitas pornográficas de los años 60 o 70, hoy realmente inofensivas, y otros objetos de tiempos idos que cada uno de ellos guardaba por distintas razones».
Otra curadora que también es artista es Martha Lucía Villafañe. Directora del Museo Juan del Corral de Santa Fe de Antioquia, desde hace ocho años, alterna la creación con la curaduría.
«Tengo formación de maestra. Soy normalista. Soy maestra de corazón. Considero que los museos son escuelas más ricas, con más presupuesto para la puesta en escena de lo que queremos transmitir».
Y en cuanto a eso de ser directora y curadora, dice:
«En las empresas pequeñas, uno debe ser todero. Por eso, aunque soy la directora, también me ocupo de la curaduría y hasta de otros asuntos, lo cual me gusta mucho. En una grande, en cambio, el director se dedica a reuniones y actos financieros, y no tiene contacto con el arte ni con los objetos de valor histórico».
La curadora del Museo de Antioquia es la venezolana Nydia Gutiérrez. Ella tiene formación de arquitecta y una maestría en Museología. Los arquitectos, además de la cercanía con el arte, tienen buen manejo de los espacios.
«Siempre me interesó el arte en los museos. No soy artista. Empecé en los años ochenta».
De la arquitectura también procede Tony Evanko, el director de Casa Tres Patios, quien participó, al lado de Nydia, en la curaduría del MDE 15.
«Pero yo no me considero curador. No tengo formación en curaduría. Sería pretencioso de mi parte llamarme curador».
Nacido en Nuevo México, EE. UU., también es artista. Un artista conceptual, como las muestras ajenas que cura, en las que busca un sentido político de los objetos. La relación del arte con la sociedad.
Alberto Sierra, una de las figuras importantes en el campo curatorial, con más de 40 años en el oficio, también procede de la profesión encargada de crear el arte donde mora la gente: la arquitectura.
En conversación con la periodista Mónica Quintero, para una nota publicada en EL COLOMBIANO en 2012, contó que «en su casa había personas que pintaban, como un oficio, y cuando estaba en primaria estuvo un año en la Escuela de Artes, pero no más. Fue natural. “Nadie puede negar que desde pequeño hay cosas que interesan más. A mí, todo lo que tiene que ver con arte, ritos, iglesias”».
Primera vez
La primera curaduría de Óscar Roldán sucedió en 2000. Del aeropuerto Olaya Herrera lo invitaron a organizar los actos conmemorativos de los 65 años de la muerte de Carlos Gardel.
«Busqué a la artista Dora Ramírez para pedirle prestado su Gardel Encendido. Me dijo: “ese cuadro lo tiene mi hija Dora Luz. Cuente con él”. Y luego me dio una gran idea: “¿A usted no se le ha ocurrido que yo podría bailar allá?” Acepté. Llamé también al “Chino” Libardo Ruiz, el que pintaba los telones de Cine Colombia, y le pedí un Gardel gigante. A un odontólogo le pedí que hiciera un diente incisivo muy grande, porque en Medellín se vendían los dientes del Zorzal Criollo, porque su sonrisa fue emblemática. Mi tía abuela tenía dientes de Gardel. Convidé a un señor que cantaba tangos en los buses para que cantara a capela dos temas de Gardel... Y entendí que eso era una obra colectiva. No mía. Entonces pensé: puedo hacer más como curador, que como artista».
Martha Lucía Villafañe, por su parte, debutó en la curaduría durante su tiempo como directora de la Colección de Historia del Museo de la Universidad de Antioquia. Fue por la celebración de un aniversario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Tenía que ver con óleos de médicos, objetos, diplomas, estetoscopios, pequeños instrumentos, mosaicos del siglo XIX y del XX, que eran tan distintos...
Dice que las exposiciones de historia son muy exigentes. Cuando son de un solo artista, explica, hay homogeneidad en formatos, líneas, manchas... Es más “fácil” el montaje. Pero las cosas históricas tienen gran diversidad y por eso son casi inmanejables...
«Otra que recuerdo especialmente, de mis inicios, fue la conmemoración de un aniversario de los asesinatos de los mártires Héctor Abad Gómez; Leonardo Betancur, su discípulo amado, y Luis Fernando Vélez, el abogado. Había montones de artículos de prensa. Abad, graduado en los 40; Vélez, en los 50, Leonardo, en los 70... Tenía mosaicos despatarrados, aunque el de Abad tenía un marco formal y bello... Había objetos de los tres: la cachucha de uno, la camisa del otro, un bolígrafo, las tarjetas de visita, apuntes... Fue difícil. Me iba a enloquecer. Yo no encontraba cómo presentar todo aquello. Apareció Alberto López, que en paz descanse, curador del Palacio de la Cultura. Me ayudó. Me dijo: “no puedes mezclar estas cosas. Haz una pared solamente con las notas de prensa...” Separé los personajes y quedó hermosa».
Nydia Gutiérrez incursionó en la curaduría en el decenio de 1980. «Venezuela vivía una época dorada en materia de artes. Con decirte que, solamente en Caracas, había siete museos muy profesionalizados». Recuerda las figuras de tres curadores notables, de quienes aprendió: Miguel Arroyo, Manuel Espinosa y Sofía Ímber.
«En 1983 viajé a Lima, no como curadora, pero sí como administradora de un proyecto enfocado a la creación de un museo nacional. No se concretó, pero aprendí mucho en esa investigación. En 1989, dediqué tres años al estudio de la obra de Francisco de Zurbarán, el pintor del Siglo de Oro Español. Preparé una muestra y la traje a la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá. Fue grande y completa...».
La curadora del Museo de Antioquia dice que en cuestiones de arte, todo pasa por lo afectivo. Andando el tiempo, llegó a interesarse más por el arte contemporáneo. Por eso llegó al MDE 15, «que es de lo más grande que he curado».
Tony Evanko ha presentado más de 50 exposiciones en los diez años que lleva Casa Tres Patios. La primera fue una muestra de retratos. En ella, el norteamericano propuso un concepto amplio del retrato, que no se quedara solamente en la representación plástica de una persona, sino que incluyera sonidos, forma de hablar y otros aspectos. Esa muestra, dice, partió de un concepto previo, de una investigación. Después invitó a los artistas a participar en ella.
«¿La primera exposición que monté? —Pregunta Alberto Sierra. Y contesta—: si hablamos de museos, digamos que fue una sobre el Arte en Antioquia, en el Museo de Arte Moderno en el decenio de 1970. El curador titular fue Eduardo Serrano y yo fui su asistente. Hicimos una investigación y un montaje rápidos, porque debíamos inaugurar el lugar entregado por Belisario Betancur».
Ya funcionaba su Galería De la Oficina, la única que existía en Medellín.
«¿Leíste la entrevista a Miguelito González? —pregunta Sierra—. Dice algo cierto: hoy existe la carrera de curaduría. Sin embargo, para montar una exposición necesitan como a diez personas: un curador, un museólogo, un museógrafo, un comunicador... El que hace la curaduría no sabe hacer un catálogo. Nosotros, en cambio, somos todo eso en un solo paquete. Seguimos vigentes porque nadie nos quita lo bailado».
1970
Decenio de surgimiento del nombre de curador en Colombia, con Eduardo Serrano.
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figuras se asemejan a las del curador: los editores de libros y de periódicos, dice Roldán.
2
oficios adicionales, alrededor del arte, son: museología y crítica.