Cuando tenía 17 años, de lectura poco y de escritura nada, un día conoció los libros de Andrés Caicedo y de otros jóvenes autores que tenían sus mismas preguntas. La literatura, en la que nunca confió que pudiera plasmar el mundo, lo había sorprendido. Hoy a sus 28 años Santiago Rodas, muralista, ilustrador y escritor ha publicado tres libros de poesía. Su más reciente publicación es Plantas de sombra.
¿Por qué Plantas de sombra?
“Me pareció bacano porque el libro evidencia mi vida y realidad en un tono íntimo, muy parecido a las plantas de sombra que son las de interior, las domésticas que no necesitan mucho sol para estar vivas”.
En un poema, con una anécdota, atribuye a su padre ser la persona que le enseñó a leer. ¿Cómo fue el momento?
“Un día estábamos sentados frente al mar y pensé que en algún momento él iba a morir. Pensé que tendría que escribir algo póstumo para el sepelio. Le digo: “viejo estoy pensando en que te voy a escribir una carta cuando te murás”, se queda impactado y sigue mirando al mar. Pienso en una frase que no me puede faltar en ese escrito: él me enseñó a escribir. Hasta los 17 años yo estaba en la vida real. Mi papá es profesor de filosofía y yo siempre tenía una biblioteca cerca, pero nunca me interesó. No teníamos buena relación. Ahora, creo que todo es una consecuencia de esa influencia constante que él tuvo en mí”.
Hasta los 17 estaba en la vida real, ¿qué pasó después?
“Uno descubre la literatura y ya no puede estar en la vida real, desde ese momento se despliegan otras cosas. Empecé a leer a Andrés Caicedo y a esta otra gente muy juvenil con sus producciones salvajes, en las que están la calle, las peleas y el universo que yo creía que no se podía fijar en la literatura. Encuentro ese mundo emocional en las letras y las preguntas que ni siquiera son importantes sino que son las que se hace un pelao de barrio de clase baja como yo. Mirarme retratado me parecía brutal y desde ahí empezaron a cambiar cosas de esa vida real”.
Un poema tiene como protagonista al escritor mexicano Juan Villoro...
“Le di un libro, me sentía superbien. Después Salcedo Ramos contó en una conferencia que a Villoro le regalaban tantos libros de escritores nuevos que no los llevaba a su país sino que los rifaba entre botones de los hoteles. Creo que mi libro debe estar en el hotel Santa Fe”.
¿Cómo rescatar las cosas que se vuelven paisaje?
“Es la pregunta por la cotidianidad y entender que se transforma. Lo cotidiano para la clase media es distinto a la clase alta. Lo que es cotidiano para las mujeres es diferente en los hombres. Intento ver las cosas y narrarlas. Por ejemplo, unos muebles tirados en la calle, una sala entera debajo de un puente, un colchón que baja por el río Medellín; eso es terrible, pero es hermoso a la vez”.
¿Por qué hacer un poema al helicóptero de la Policía?
“Tiene que ver con mi infancia. Vivía en un barrio abajo de El Tesoro que ni siquiera tiene nombre, le dicen La Cuadra, y una tradición en los niños de ahí era hacerle fuck you a los helicópteros cuando pasaban, como si ellos lo vieran a uno y es lo único que puede hacer uno en ese caso. Nada más y eso tiene su toque de poesía”.
¿Qué viene a futuro?
“Prefiero que mis lectores no esperen nada, pero preparo un libro nuevo: El estilo de vida americano. Tengo una novela pendiente por editarse que se titula Pavimento, espero respuesta de la editorial”.