A Luna Miguel sus padres le proponían —en su infancia— lecturas “un poco extrañas”. Por ejemplo, a los 11 años le regalaron un libro de Charles Bukowski (La senda del perdedor), “eso me impactó”, cuenta. Leer ha sido siempre una constante en su vida y como siempre se habla de quien escribe y no de quien lee, escribió el ensayo Leer mata —que en Colombia publica Rey Naranjo Editores— como un ejercicio provocador y sensato.
Leer mata fue lanzado en esta Fiesta del Libro y la Cultura. En este ensayo la protagonista se llama Lectora, a secas, solo que por momentos tiene un complemento en su nombre: Lectora enfermiza, Lectora amorosa, Lectora sumisa y más. “Es de las que se propone leer, en una semana, las ochocientas páginas de El mar, el mar, de Iris Murdoch. Días después, eleva la vara: va beberse, en tres jornadas, el Ulises de Joyce. ¿Por qué lo hace? Porque está loca: porque leer nos mata y renacemos al terminar un libro”, dice la reseña.
Cuando lanzó este libro en España, la periodista y poeta, Luna Miguel hizo además una performance en Madrid llamada La muerte de la lectora, en el que, descalza y vestida con una pijama negra, leyó en público durante 48 horas. “Estoy aquí, doy fe de que no he muerto”, le contó a EL COLOMBIANO.
Ha dicho que Leer mata es una provocación, ¿por qué?
“El título creo que tiene algo de provocador. Yo que trabajo en el mundo editorial desde hace mucho tiempo y que me relaciono con gente del mundo académico, a veces tengo la sensación de que endiosamos demasiado la lectura, en el sentido de que a veces incluso nosotros mismos la hacemos hasta poco accesible para otros”.
Empecemos por decir que el libro es caro...
“Claro, es caro y las actividades culturales están muy dirigidas a que, por ejemplo, un recital de poesía lo escuchen solo poetas. Entonces, me apetecía provocar desde ahí también para hacer una reflexión un poco sobre eso, sobre ¿para quién es la lectura?, ¿a quién le permitimos ser lector y ser lector compulsivo? Y yo que soy una persona que no tengo estudios literarios y que me he formado yo misma como lectora, quería reivindicar eso, los caminos secundarios para llegar a la literatura”.
Sobre Leer mata quería saber, ¿qué sorpresa se ha llevado tras escribirlo?
“El ensayo realmente es una especie de cuento. Está escrito en tercera persona, hay mucha ficción, el personaje se llama ‘Lectora’ y de vez en cuando va siendo la Lectora somática, la Lectora sumisa, la Lectora amorosa y así. Y la gente me escribe para decirme: ‘creo que soy este tipo de lectora’. También me escriben mucho para hablarme de cómo la lectura puede generar vínculos afectivos y amorosos. Y eso me parece muy bonito, la lectura no como algo de entretenimiento o intelectual, sino como un acto también de amor, como algo que puede generar vínculos y cuando hablo de vínculos no solo digo sexo afectivo, sino mi relación con mi madre, con mi hermana, con mi novio, o mis amigos”.
Se percibe, en ocasiones, una especie de desprecio de lo que la gente lee, si lees a Paulo Coelho eres menos culto que otro y así...
“Hay que leer de todo, además, cuanto más mejor. A mí me parece un ejercicio sano leer bestsellers también para conectar. Bestseller significa que es un libro que se ha vendido mucho, entonces hay que saber qué es lo que la gente está interesada en leer y a partir de ahí poder proponer otras cosas. Si directamente rechazamos a los lectores de Pablo Coelho, en vez de poder comunicarnos con ellos y proponerles otras lecturas, aparte de la que les interesa, pues quizá consigamos otras cosas. Y luego también está esta cosa de los placeres culpables. Del mismo modo que vemos una serie mala de Netflix o que escuchamos el peor reguetón del mundo, pero que nos encanta, pues ¿por qué no podemos escuchar o por qué no podemos leer cosas que nos empachen?”.
Usted reivindica la idea de que un lector sin conversación con otro lector no es nada, pero la lectura es muy solitaria...
“Sí, siempre tenemos esa idea, de que para leer hay que estar solo y evidentemente uno pasa mucho tiempo solo, uno pasa horas y horas solo, subrayando, anotando, pensando en lo que ha leído, pero al final hay algo que se queda y necesita ser compartido. Y creo que uno de los ejercicios más hermosos de la lectura es precisamente ese, hablar con otras personas, generar conversación. La literatura es conversación, al fin y al cabo, es una conversación silenciosa, pero cuando se alza la voz es muy bueno. En España han crecido mucho las ventas y la lectura en general y los clubes de lectura han sido súper importantes para eso. Cuando era muy joven a mí me daba cierta vergüenza decir que leía mucho, porque era como la friki y tal, pero de repente cuando encuentras un grupo con el que puedes hablar de eso y enorgullecerte de que tu tiempo libre lo pasas leyendo hay algo bonito. Los clubes de lectura han cambiado todo”.
Y aquí crecieron mucho en la pandemia, no sé si en España pasó así...
“Veo el comienzo de los clubes de lectura como más mainstream o de internet y de la mano de una influencer prácticamente, Emma Watson, la actriz de Harry Potter, tenía un club de lectura feminista que surgió más o menos con el Me Too: ella proponía a sus seguidoras de Instagram, miles y miles y miles de seguidoras, leer una serie de libros feministas. Ese ejemplo ha ido forjándose y luego ya con la pandemia, explotó. Y lo bueno es que se ha mantenido. Yo tengo uno desde 2018, pero ahora lo he ampliado y reforzado. No entiendo un mes de mi vida en el que no tenga un libro que compartir con las otras chicas que se apuntan. Es online, se llama Los libros de Luna y yo, que me dedico a este mundo en el que hablo de libros constantemente con gente de mi entorno, de repente es muy bonito hablar de libros que te gustan con gente desconocida, que luego acaban siendo amigos, ver la emoción de que esa lectura la comparten con otras personas es calidez”.
¿Leer es un arte?
“Sí, es un vicio y es un arte y es caro y te gastas mucho en libros. Solo ayer (viernes) en la Fiesta me llevé unos cuantos (risas), pero sí, me gusta reivindicarlo como un arte, precisamente porque vivimos en un tiempo en el que el espectador tiene otra importancia. Nos hemos dado cuenta de que a veces endiosamos a los autores, sobre todo a los autores machos y los ponemos en un pedestal. Y claro, todos esos autores no existirían sin las personas que estudian, que los leen, que conversan con ellos. Entonces hacer de la lectura un arte me parece algo a explorar. De hecho, hice una performance este año en Madrid en un centro cultural: estuve 48 horas leyendo sin parar. Se llamaba La muerte de la lectora. Al final no muere, pero fue muy interesante por eso, por intentar darle corporalidad al libro. Y una locura”.
Existen también quienes acumulan libros que no leen...
“El otro día leí una frase: ‘El resto de mi habitación son estanterías de libros. Yo acumulo libros. Son personas que no se van’. Esto lo dijo Anne Sexton. Los libros son personas que no se van. Por eso los acumulamos también, es como una gran familia a la que siempre puedes recurrir, de cierto modo”.
El tema de la Fiesta del Libro de este año son las mujeres, ¿cómo ha sido su camino como mujer escritora?
“Creo que más fácil que el de otras personas. También porque generacionalmente le debo mucho a escritoras ligeramente mayores que yo. Esas personas que han luchado para que podamos tener un espacio en el mundo de la literatura. Por eso digo que me siento privilegiada, porque a pesar de haber tenido momentos difíciles, extremado machismo, acoso —no conozco a ninguna escritora, periodista o mujer en general, que no haya vivido situaciones así, en algún momento de su vida— en el mundo literario, que no se libra de ello, pues siempre intento reivindicar que mi generación también puede estar viajando, ser visibles y ser entrevistadas. Y podemos formar parte de festivales grandes y en parte es por el trabajo de quienes han estado antes que nosotras. Y eso es algo que no hay que olvidar. Y también es una invitación a trabajar para las que vienen. Y como editora, mi principal preocupación también es esa: generar un espacio amable para las que vienen después”.
¿Qué mujeres escritoras han marcado su vida?
“Muchas, muchas, depende de la época. Tengo una especie de vicio francófilo. Es decir, me encanta la literatura francesa. Soy muy lectora de Annie Ernaux, Marguerite Duras, Simone de Beauvoir. Últimamente, aparte de poesía, principalmente me considero poeta, estoy leyendo mucha filosofía francesa escrita por mujeres, que me parece que marcan un camino que todavía estamos investigando. Me hizo mucha ilusión llegar al pabellón principal de la Fiesta (el de Francia) y que hubiera una cita de Monique Wittig, una de mis filósofas de cabecera, y me parece que hoy, además con los temas de género que se trabajan, ella es un faro para seguir. Después de mi obsesión con Francia durante mi adolescencia, seguí con nuestras madres en español. Me di cuenta de que había llegado a sentir un rechazo por toda la escritura en mi propio idioma. A los 25 años me di cuenta de que no había leído a Elena Garro, de que no había leído a Carmen Conde, de que no sabía nada de literatura colombiana escrita por mujeres. Entonces me puse las pilas y empecé a hacer los deberes. Me obsesioné con Marvel Moreno, un referente absoluto, la amo muchísimo. Desde los 25, tengo 32, me he obsesionado con ir poco a poco con todo lo que se ha hecho en un continente del que, por desgracia, si no has estudiado literatura, y aunque hayas estudiado literatura en la universidad en España, lees a Gabriel García Márquez y ya. Entonces, claro, pues ahora mi trabajo personal es ese”.
Su maleta se irá cargada...
“Ya me he llevado un montón de María Mercedes Carranza, tenéis esta biblioteca, de autoras colombianas, que me gusta mucho además que cada libro lo edite una editorial diferente, independiente, me parece un proyecto precioso y si pudiera me lo llevaría todo”.
El tema de subrayar o anotar en los libros también lo toca en el libro, la Lectora subraya con bolígrafo de color azul marino, por ejemplo... (Antes de contestar Luna saca su lapicero de color azul marino en medio de la risa)
“A veces me he dado cuenta, esto a lo mejor por el cansancio, que de repente empiezo a subrayar algo que me está gustando y me doy cuenta de que he subrayado toda la página. Tengo un proceso de subrayado que es muy mientras leo. Soy muy visceral en ese sentido, y luego me gusta mucho poner caritas o anotaciones. Conozco a una escritora, una agente literaria mexicana que vive en Nueva York y que ahora está estudiando a varios autores clásicos a través de sus anotaciones. También en España, en Madrid, hay una biblioteca que tiene parte de la Biblioteca Personal de Cortázar y hay un periodista de allí que está estudiando las anotaciones en sus libros y eso me parece muy bonito, porque es acceder casi a ese momento visceral”.
EN UN MINUTO
¿Un libro que no haya podido parar de leer?
“Precisamente, Ana Karenina, de León Tolstói. De hecho, hasta me grabé a mí misma durante 48 horas. Me gustan mucho los retos lectores. Entonces, como que si empiezo un libro, intento no hacer nada, no me levanto hasta que no me lo haya acabado”.
¿El libro más preciado de su biblioteca?
“Una edición de mi libro favorito que se llama El libro de Monelle, de Marcel Schwob, que era de mi madre y Pura pasión, de Annie Ernaux, firmado por ella, son mis dos joyas”.
Un autor o autora del que lo haya leído todo...
“De Amelie Nothomb, todo, todo, desde los 13 años”.
Un libro que haya leído de niña y le haya impactado...
“Es que mis padres me daban a leer cosas un poco extrañas. A los 11 años mi padre me regaló Bukowski, eso me impactó. Pero, podría decir, que Mafalda. Mafalda me encantaba de niña, era mi biblia. Si soy feminista, en parte es por Mafalda”.