Ya Juan Diego Mejía hizo las paces con la revolución, ahora las piensa hacer con las matemáticas.
Esto dijo el escritor, al contarnos sobre los motivos que motivaron su renuncia al cargo de director de la Fiesta del Libro y la Cultura. Alusiva a esa área del conocimiento será la obra narrativa que prepara.
¿Por qué renuncia?
“Mi decisión es personal. Incluso, algo egoísta. Sentí la imperiosa necesidad de escribir más. Creo que es el momento. Por edad y porque tengo proyectos literarios. Es como si la vida me hubiera preguntado de pronto: ‘¿usted quiere dedicarse de lleno a la literatura o a organizar este certamen’?, y no pude más que responderle que a escribir”.
¿No es por diferencias con la Administración o recorte presupuestal?
“Tengo gratitud hacia la actual Administración. Federico Gutiérrez llegó y respetó los lineamientos que traíamos. Sé que los recortes presupuestales pueden considerarse atentados contra la cultura, pero se sabe que esta siempre es la primera lesionada, porque no se considera un asunto de vida o muerte, como la salud, por ejemplo. Cada que abren una olla saltan grillos de corrupción, o sea que existe una deuda de siglos con la cultura que se ve reflejada en la falta de ética. Nunca es suficiente la plata para la cultura. Pero no, no es eso lo que me hace renunciar. Las dificultades no me hacen renunciar. Es la escritura”.
¿Por qué ahora y no en septiembre pasado, una vez terminó la novena edición?
“Buena pregunta. Pero, a ver, no es lo mismo mi situación de ahora a la de septiembre. En ese momento salió mi novela Soñamos que vendrían por el mar. Ahora, con el paso de los días, he notado que ha tenido buen recibo y la editorial me apoya, así que sentí la necesidad de poner la literatura en el centro de mi vida”.
¿Está satisfecho con lo realizado?
“Llegué para la séptima edición. La Fiesta ha tenido éxito porque logró situarse, no tanto como un certamen que obedece a la lógica comercial, sino a la lógica de la felicidad de la ciudad. Soy ingenuo y creo que es posible y necesario que estos certámenes, si bien deben producir beneficios económicos, apunten a generar felicidad a los ciudadanos”.
¿Hubo dificultades?
“Cuando llegué hice un recorrido por el país para convencer a las editoriales importantes de que su asistencia en la Fiesta era importante”.
¿No estaban convencidas?
“No, porque llegaban a participar en una rifa por el puesto que les tocaría, en situaciones de igualdad, en el Orquideorama. Porque en las primeras Fiestas, el Jardín no tenía la infraestructura ni los espacios de los que disfrutamos en las últimas cuatro. A los primeros les tocó lo más duro”.
¿Cuáles fueron sus logros?
“Poner la Fiesta en los códigos de las ferias internacionales. La creación de salones especializados: el de lectura infantil y juvenil, el de editoriales universitarias y el de las editoriales independientes. Los niños y jóvenes del país estaban leyendo mitos y leyendas de España y fantasías europeas; no de América Latina. De modo que se importan libros de Iberoamérica, porque si un Estado no interviene en este tema, los niños se van formando con ideologías ajenas. Queríamos que Medellín fuera epicentro del libro infantil y juvenil. En cuanto a editoriales universitarias, ellas resistieron el vacío cuando se acabó la industria editorial en Antioquia, pero sus libros se estaban quedando en los campus. El de las editoriales independientes llegó a ser el más visitado el año pasado. Hay otro salón, el de Nuevas Lecturas”.
¿De qué será su próxima novela?
“Tengo formación en matemáticas. Dejé ese amor abandonado hace años. Con la novela del año pasado hice las paces con la revolución; ahora quiero hacerlas con las matemáticas”.