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José Barros según Francisco Zumaqué

  •  Francisco Zumaqué fue el artífice del primero de los arreglos orquestales que se hicieran a partir de la obra del ilustre compositor banqueño. FOTO Colprensa
    Francisco Zumaqué fue el artífice del primero de los arreglos orquestales que se hicieran a partir de la obra del ilustre compositor banqueño. FOTO Colprensa
22 de marzo de 2015
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Testigo de excepción de parte de la génesis de La Piragua, quizá la canción más emblemática que compusiera José Barros entre sus más de 800 composiciones, el también compositor cordobés Francisco Zumaqué fue el artífice del primero de los arreglos orquestales que se hicieran a partir de la obra del ilustre compositor banqueño.

“Yo vivía en París y tuve la oportunidad de conocer al Embajador de Colombia en España de esa época, doctor Belisario Betancur, quien sería uno de los gestores de la creación de la Orquesta Filarmónica junto a Raúl García, y me invita a Bogotá con el fin de dar inicio a una serie de composiciones y arreglos orquestales de nuestra música colombiana, junto a los maestros Blas Emilio Atehortúa y Jesús Pinzón Urrea.

“Allí surge la idea de hacer un homenaje a los grandes compositores colombianos, entre ellos José Barros, Lucho Bermúdez y Pacho Galán”, recuerda el compositor quien además tuvo la oportunidad de trabajar al lado del Maestro José Barros.

El legado

¿Cuál es la importancia del legado de José Barros para la música colombiana?

Indudablemente José Barros se inscribe en la gran tradición de los compositores del Caribe colombiano, porque logra encontrar una fuente de inspiración en las tradiciones de la música ribereña, y toda esa música ancestral de la Cumbia y la tambora, típica de la región.

El Maestro Barros se da cuenta de todo ese entorno y lo transforma rápidamente como creador natural que es desde su niñez, porque él comienza a moverse en ese entorno desde esa época, a través de múltiples presentaciones en fiestas, bailes e incluso hasta parrandas.

-¿Qué razones pudo tener el Maestro Barros para querer salir de El Banco tan joven?

Su condición humilde lo obliga a salir de El banco a buscar nuevas líneas de trabajo, e indudablemente estos nuevos conocimientos y experiencias a esa edad tan temprana lo llevan a recorrer todo el país, y un poco más tarde a Panamá, México y Argentina, entre otros muchos países.

Eso es algo, que digamos, hace parte de la esencia de todo músico; de tal manera que él se adapta a todas esas culturas para terminar componiendo en un sinfín de géneros: tangos, rancheras y valses -por nombrar solo algunos de ellos-, debido a que es el medio el que lo demanda.

¿Qué circunstancias determinaron ese auge de la música del Caribe al interior del país?

La música del Caribe entró por Medellín al interior del país, porque Medellín llegó a ser en un momento dado el centro absoluto de la música tropical, gracias a que la producción discográfica –y sobre todo a la actividad desplegada por casas disqueras como Discos Fuentes, Codiscos, Discos Zeida, Sonolux, con unas orquestas maravillosas como las que dirigía Juancho Vargas, Antonio María Peñalosa y Guillermo González.

Eran los tiempos de agrupaciones como Los Corraleros de Majagual, la Orquesta A Número 1, la Sonora Cordobesa, en incluso con una agrupación que dirigía mi padre: Francisco Zumaqué y los Macumberos del Sinú. Fruto de todo ello fue esa ola de música tropical y bailable que sedujo a todo el país.

¿Una vida muy azarosa la del músico de esa época?

En ese momento el mundo musical estaba dominado por el tango, los bambucos y los pasillos; mientras que el género tropical apenas comenzaba a abrirse camino, precisamente cuando Toño Fuentes decide emprender esa aventura tan extraordinaria que concluye con su masificación en todo el país.

José Barros fue un compositor muy prolífico que pudo componer más de 800 canciones a lo largo de toda su carrera. ¿Hay alguna explicación para este otro aspecto tan llamativo de su legado?

José Barros tenía toda una disciplina de trabajo, como buen hombre ordenado, que además tenía la necesidad de producir constantemente en virtud a las demandas de un mercado en el que o produces o pereces, ¡Así de sencillo! Porque el no solo tenía pedidos de las disqueras de acá, sino también de México y Argentina.

¿Qué importancia tuvieron los cafés en la obra del Maestro José Barros?

En esa época habían varios cafés en Medellín como: El Soratama, La Bastilla, el Café Regina, donde nos reuníamos los músicos a oír y discutir sobre música, incluso aspectos de carácter técnico. Había un gran movimiento musical y cultural con un marcado interés por conocer lo que estaba pasando afuera: el Jazz sobre todo; recuerdo a Álvaro Rojas, a Oscar El gago Hernandez, Luis El Licho Almario, y Carlos Piña. Había también un restaurante “El Crillón” en el que únicamente se daban cita los tríos y serenateros de la ciudad.

Acá en Bogotá estaba por ejemplo El Automático y El Cisne, lugar al que llegaban Marta Traba, el Maestro Botero, Enrique Grau; arquitectos como Fernando “El Chuli” Martínez y mucha gente muy interesante, con los que solíamos dar el famoso Septimazo.

Y había otro, donde a mi juicio concluyó el Maestro José Barros su famosa composición de La piragua. Eso quedaba al lado de la Emisora Nuevo Mundo, que quedaba en la Calle 19 entre careras octava y novena, justo al lado había un pequeño bar donde solían reunirse Fabio Arroyabe, Jesús Lara Pérez –gran amigo de José Barros- y un sinfín de músicos de la época, porque ahí llegaban los cantantes en busca de nuevas canciones y de arreglos.

Y mientras tanto el Maestro José Barros le da las últimas puntadas a La piragua...

Mientras tanto el Maestro José Barros se levanta de su asiento y grita a voz en cuello ¡Un apellido que rime con Cumbia! Y todos comenzamos a hacer todo tipo de bromas, hasta que finalmente alguien dio con el apellido Albundia.

Al poco tiempo vino una de las primeras grabaciones que hice con José, junto a Jesús Lara Pérez, para luego adelantar diversos tipos de cuñas radiales y otras cosas como por ejemplo, la primera versión de Palmira señorial o La piragua.

¿Cómo fue esa relación entre un músico formado, como es su caso, y otro empírico, como era el caso del Maestro José Barros?

En ese tiempo era muy normal que músicos como el Maestro José Barros no conocieran a profundidad cuestiones relacionadas con la escritura o la armonía, pero la práctica musical diaria con la guitarra les daba un bagaje que los músicos formados muchas veces envidiaban, porque les permitía acompañar una canción de armonía compleja de una manera sencilla, con el solo hecho de oírla.

Había toda una técnica de carácter intuitivo que mi padre me enseñó a mí de niño: -Voy a cantar, coge la guitarra y tú me acompañas-. Yo la verdad no sabía qué hacer y le preguntaba,

Bueno, ¿Y aquí qué pongo, dominante o tónica? –Tú oyes, y sigues- respondía. Era una técnica de carácter empírico pero tan bien desarrollada que no tenía nada que envidiarle a la de armonizadores cultos.

Eso era algo fascinante, y José Barros tenía ese don de la improvisación y creación de líneas melódicas que desde luego también estaba favorecido por esa habilidad para construir esas letras tan líricas y poéticas, de una manera fluida y natural, que todo el país y el mundo conocen.

¿Cómo transcurría una jornada de trabajo con el Maestro José Barros?

Nosotros nos poníamos una cita en un café que era conocido entre todos los músicos como el Orines Hilton; si la tenía escrita, nos daba la melodía, o si no nos la dictaba, y luego se organizaban los arreglos.

La manera de trabajar de los músicos populares varía, pero en muchos casos comenzábamos a trabajar a partir de una letra a la que le poníamos la melodía; porque para nadie es un secreto que en la música popular no hay una gran pretensión de creatividad melódica, sino más bien de crear un clima y unas imágenes; aunque también hay excepciones, como el caso de Agustín Lara cuando escribió Granada.

¿Qué le dejó esa experiencia?

La alegría de haber conocido a un hombre extraordinario, de mucho carácter y una gran alegría en su corazón. Un hombre que sin lugar a dudas dejó en sus canciones algunas de las semillas que han inspirado buena parte de mi trabajo.

Desde luego que esa no fue la única influencia en mi carrera, pero cada vez que estoy trabajando algún tema relacionado con la Cumbia o con esa región de El Magdalena y El Banco, sin duda alguna que el principal referente es José Barros; esos paseos que dábamos por la Carrera Séptima en Bogotá, con el Maestro apoyado en mi brazo.

¿Qué músicos diría usted que influenciaron al Maestro José Barros a lo largo de todo ese extenso peregrinaje?

Yo creo que José Barros conoció a Bobby Capó, lógicamente a María Grever, y toda una serie de compositores extraordinarios que de alguna manera dejaron un legado para América que hasta ahora no ha sido superado, porque ellos componían verdaderas obras maestras de la música popular.

¿Y qué música escuchaba José Barros cuando no estaba componiendo?

¡José oía de todo! Música brasileña, tangos, boleros y mucha música del Caribe: Cuba, Puerto Rico; de tal manera que solíamos tener una serie de conversaciones y discusiones que giraban precisamente alrededor de esos temas: desde la riqueza armónica hasta la forma en que se movían y todo ese tipo de cosas.

Jesús Lara Pérez, a quien apodábamos cariosamente Beethoven, era muy amigo suyo, y pese a que tampoco era un erudito en la técnica de la escritura musical, también hacía parte de esas conversaciones porque sin duda alguna era un erudito en cuanto a lo que oíamos: sabía lo que ocurría y quién grababa qué, dónde, cuándo y con quién.

Eran personas que aparte de este tipo de charlas también tenían un especial interés por el cine, tema alrededor del que también solían hablar con mucha profundidad. Cosa que indudablemente también contribuye a la formación profesional de cualquier persona.

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