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“La gente siempre quiere oír las mismas óperas”: director de la Ópera de Gotemburgo

Henrik Schaefer, director de la Ópera de Gotemburgo y aprendiz de Abbado, desentraña el género.

  • Schaefer ha estado a la cabeza de la Göteborgsoperan (Ópera de Gotemburgo) desde 2014 como director musical. FOTO cortesía filarmed
    Schaefer ha estado a la cabeza de la Göteborgsoperan (Ópera de Gotemburgo) desde 2014 como director musical. FOTO cortesía filarmed
06 de noviembre de 2019
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La carrera de Henrik Schaefer (51), actual director de la Ópera de Gotemburgo en Suecia, ha sido extensa. Es una que muchos músicos hubieran querido vivir. En 1991, a los 22 años, entró a hacer parte de la Filarmónica de Berlín, una de las orquestas más destacadas en el mundo. Era el más joven entre el grupo de experimentados músicos.

Llegó como intérprete de viola y desde 2000 fue asistente del maestro italiano Claudio Abbado, quien presidió la Berliner Philharmoniker durante 13 años, entre 1989 y 2003. En tiempos en el que el maestro Abbado estuvo muy enfermo, Schaefer condujo muchas veces en su lugar.

Dirigió a la Filarmed y al solista Peter Moore, principal trombonista de la Sinfónica de Londres, en el Metropolitano en octubre. Ya había estado aquí antes, conduciendo a la Filarmónica. Esa vez tocó pequeños fragmentos de Parsifal, de Wagner, una de las que considera entre sus óperas favoritas.

El maestro alemán, quien estuvo en la ciudad, charló con EL COLOMBIANO sobre regresar a dirigir a la Filarmónica de Medellín y sus labores con el Sistema (una idea original de orquestas y coros que José Antonio Abreu inauguró en Venezuela) que Gustavo Dudamel llevó a Suecia para aplicarla con refugiados. Schaefer también conversó acerca de qué aún falta en las conversaciones cuando se habla de la ópera hoy en día.

Usted fue uno de los músicos más jóvenes en la Filarmónica de Berlín. Ahora que es director, ¿cómo es su relación con los músicos jóvenes ahora?

“Para mí esa es una de las partes más importantes de mi trabajo, trabajar con jóvenes músicos. Soy profesor en la Universidad de Gotemburgo en Suecia y allí trabajo con estudiantes y organizo los siete programas orquestales y una producción de ópera”.

También colabora con el Sistema en Suecia...

“Sí, otra de mis relaciones con los músicos más jóvenes es con los del Sistema, en Suecia, porque Gustavo Dudamel (que era maestro en Gotemburgo) empezó el Sistema allí también. Siempre trabajo con él en un concierto side by side (dos orquestas juntas) en el que los estudiantes de la universidad y los del Sistema se unen. En este momento hay muchos refugiados allá de Afganistan y Siria, donde la música clásica no es tan grande. Cuando llegan a Europa buscan posibilidad de conocer otras personas y ser parte de la ciudad, así que entran. Muchos de ellos han practicado tanto que en cuestión de un par de años la orquesta del Sistema ha evolucionado de manera impresionante. Es maravilloso ver qué hace la música y cómo une a la gente joven”.

Usted ha traído ideas innovadoras frente a los conciertos de su orquesta, ¿de qué se tratan estas apuestas, han funcionado?

“Como conductor principal de la orquesta tenía dos tareas principales: desarrollar la orquesta y a la audiencia. Pienso que es muy importante que no subestimemos a nuestras audiencias sino que intentemos educarlas y no solo darles gusto todo el tiempo. Para desarrollar a la orquesta empecé una serie de conciertos en los que solo hay conciertos con solistas, que son miembros de la orquesta. Son en un ambiente relajado, no hay trajes oscuros o corbata, la luz está prendida en el auditorio, las puertas están abiertas para que la gente entre y salga. Cuando haces estos conciertos en un ambiente relajado, la vara no parece estar tan alta y ellos tocan mucho mejor que en un concierto sinfónico”.

¿Y con la audiencia?

“Queríamos darle a la audiencia un vistazo más grande de ciertos temas. Hemos tocado conciertos 360, que quiere decir, abordar una ópera como La fábula de Orfeo, pero desde la perspectiva de distintos compositores. Desde el renacimiento hasta la música de vanguardia, la audiencia podía oír una idea de Orfeo de Monteverdi, Stravisnky, Haydn, Birdwhistell”.

¿Qué es lo que más aprecia de haber trabajado y aprendido con Claudio Abbado?

“Creo que lo que aprendí más de él es que debe haber cierta humildad. Hay directores que piensan que siempre tienen que estar en el centro de atención y él siempre pensó en cómo podía hacer la mejor música con las personas que tenía alrededor. Ese era su don. Así como confiar en los músicos. Los directores no hacen ningún ruido, pero si ellos confían en la gente que toca con ellos y le dan el tiempo para hacer música, así es como puede surgir buena música. Si tratan de controlarlo todo, puede que ese resulte siendo un buen concierto, pero no habría mucha música. Eso aprendí de Abbado, que todos deben escucharse, todos deben tener el derecho de desarrollar sus pensamientos y eso hace que tocar en una orquesta sea mucho más interesante, que si solo hay una persona diciéndoles qué hacer”.

¿De qué cosas piensa que falta hablar sobre la ópera actualmente?

“Hay dos puntos que creo que son importantes: el primero es que la gente siempre quiere oír las mismas óperas, entonces tocamos siempre las mismas piezas. La Traviata, La Bohème, Carmen y unas pocas más, pero hay un montón más que son fantásticas que amaría ver sobre el escenario. El segundo punto es que, al menos en Europa, en el mundo de la ópera los directores suelen venir del mundo del teatro y así es su pensamiento. Muchos de ellos no le ponen suficiente atención a la música.

De hecho, la música de estas óperas es igual de importante que la obra. Pareciera como si la parte musical fuera menos cada vez y, por ejemplo, escogen a los cantantes basados en su apariencia física y no por su voz. Eso sucede cada vez más y considero que es algo peligroso porque una ópera con una soprano muy bella, pero que desafortunadamente no puede proyectar su voz por encima de la orquesta, es una decepción. Es importante ir atrás, hacia el lado musical”.

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