Cuando se trata de realizar la mayor cantidad de actividades en un día, cuando las fechas de entrega se empiezan a acumular, cuando parece que el tiempo no alcanzara y detenerse a pensar por mucho tiempo no parece una opción viable antes de actuar, ¿cuál es el camino de las cosas bien hechas?
El Mamm se propuso ralentizar el ritmo, al menos el de la vida de los 22 artistas a los que invitó a hacer parte de su más reciente exposición, El Camino Más Largo, que une las perspectivas de artistas contemporáneos antioqueños, pero sin darles un tema en particular para trabajar. De eso se trataba también, tener el espacio para crear lo que quisieran.
“El camino más largo es el camino de las cosas bien hechas. El de las cosas que nos tomamos el tiempo de pensar, de probar, de volver sobre ellas y de pronto también de dudar, de contemplar”, cuenta Emiliano Valdés, curador de la exposición.
Habla de eso en lo que “no se escatima en tiempo y en esfuerzo para hacer que pase” y que va en contravía de “la lógica y la manera en que estamos acostumbrados a vivir y a operar”, en la que el tiempo se agota rápido y hay que vivir corriendo y en la que los minutos se comparan con mucha facilidad con el dinero. “Esto más bien lo que propone es lo contrario: el error, la reflexión y la duda para sentir que estamos haciendo las cosas bien y haciendo el esfuerzo que amerita”.
Cada obra es muy diferente a la siguiente, no hubo ningún eje temático, ninguna petición exacta. Hubo libertad, pero también mucho acompañamiento y conversación en torno a cada una de las propuestas. “En muchos casos la invitación fue a desarrollar proyectos en conjunto, recorrer ese camino juntos”, indica Valdés.
Esta propuesta que estará abierta durante tres meses la conforman las piezas creadas por Daniel Álvarez, Camila Botero, Camilo Correa, Daniel Correa Mejía, Andrés Valencia, Lorena Zuluaga, César del Valle, Natalia Pérez, Pablo Gómez Uribe, Mónica Naranjo Uribe, Astrid González, José Sanín, Dámaxo Henao Salazar, Inty Maleywa, Alejandra Jaramillo Paba, Gloria Jaramillo, Juno, Azul y Lindy Márquez, Mayra Moreno, Mauricio Rivera Henao, Hebert Rodríguez García y Gustavo Toro.
Todos trabajaron una perspectiva de mundo que esta vez querían compartir con el público sin facilísimo, sin apuros. Algunas obras se vuelcan a reflexiones del pasado, otras sobre violencia, encuentro, identidad, memoria.
Poco a poco
Una masa cuya consistencia se asemeja a la que tiene la plastilina se desliza lentamente por un orificio: lo hará durante los tres meses que durará la muestra en el Mamm.
Atraviesa un cajón extrusor, que con el giro de una varilla cada día va empujando esa masa que está hecha de harina de trigo, aceite, agua y sal, pero a la que se le adicionan poco a poco polvo, basura y residuos que se hallan sobre el piso del museo. La obra, que además integra la apariencia de una de esas viejas casetas de vigilancia privada que se encuentran en los barrios, se llama Conserva y preserva (técnica mixta, 2021). Es de José Sanín.
En este caso, su propósito no era hacer una crítica directa a ninguna situación, ni siquiera a la seguridad o la falta de ella. Le interesa que su obra genere, precisamente, preguntas y reflexiones. Una manera de ver la obra es como si se tratara de un proceso digestivo y “eso puede detonar un montón de preguntas”, pero en esta oportunidad no hay una intención social.
Si sigue recorriendo la exposición podrá toparse con Mi voz no dijo adiós sino hasta luego (instalación y perfomance, 2021), de Alejandra Jaramillo Paba. Durante los 96 días de exhibición, ella hará parte de su instalación, exactamente a las 4:00 p.m., leyendo un texto de prensa que rememore un suceso que haya ocurrido en Medellín u otras ciudades de Colombia en esa misma fecha, pero entre 1990 y 2000.
Surge de “una curiosidad que siento por esta situación que me parece muy latente en la ciudad y en la clase media de no hablar del pasado, de pensar en este periodo del tiempo como algo traumático y muy duro. No es un tema al que se vuelva mucho y es una especie de amnesia colectiva, preferimos no pensar en esto”. Por eso la lectura y por eso también un espacio de conversación y de revisión del pasado para que quien participe genere “una nueva forma del recuerdo que esté mediada por la palabra y por lo contado”.
Para ella, el camino más largo que recorrió es “esa insistencia de la presencia, de estar todos los días en esta acción de leer y en algo que no está terminado, algo que se está construyendo y que sigue en el camino”.
No hay un solo arte
Quizá en su recorrido también se tope con el bar Amores de Arrabal (escenografía, 2015-2021), una obra de Lorena Zuluaga. Por su parte, esta propuesta quiere transportarlo a un típico bar o tienda de barrio, de esas donde se tejen un montón de conversaciones a poca luz, donde suceden toda clase de ritos de esparcimiento y que se presta para “generar encuentro”, señala ella.
Como el bar no es un lugar estático, la artista lo invita a participar en una dinámica “donde se detiene y se siente de otra manera el tiempo” a través de música, cambios lumínicos, conversaciones y hasta conciertos en vivo.
Además de esas tres, hay otras 19 propuestas que son consideradas muy distintas. Se les aborda como arte contemporáneo que proviene de esta región, pero no hay líneas claras que evidencien uniones entre todas, como si pudiesen ser un gran grupo que comparte, particularmente, una misma serie de ideas.
El arte contemporáneo, explica Valdés, se puede entender de dos maneras: “Una que tiene que ver con lo estilístico y con unas características de la producción artística, y la otra que tiene una acepción que es temporal, de nuestro tiempo”.
Explica que cobijarlos a todos bajo ese concepto parte de esa idea temporal: “De que ese arte está siendo producido en este momento, con ideas de este momento, por artistas vigentes, activos, comprometidos con su tiempo, con su entorno y con una manera actual de ver la vida”.
No es necesario, explica él, tener una acepción particular previa sobre todos, para no predeterminarlos. Cada quien se apropia de sus maneras de trabajar, las técnicas son variadas y “están al servicio de las ideas y de las preocupaciones de los artistas”.
Zuluaga explica que aunque a pesar de que se hable de un determinado contexto para estas obras, por ejemplo, hay temas que “pueden irse hacia algo más universal: violencia, amor, machismo. Pueden hablar del contexto, pero tender hacia algo universal”. Como el bar que se ingenió, que aunque se basa en espacios particulares de Medellín, se podría leer “a nivel de Colombia y de lo latinoamericano”.
“Una cosa buena del arte contemporáneo es que es tan abierto y difícil de definir que muchísimas cosas hacen parte y hay muchas prácticas en la región y el mundo que fácilmente pueden caer allí”, añade Sanín. “Más que definirlo, en la exposición se ven un montón de actitudes a la hora de hacer arte, que es lo más contemporáneo y lo más valioso: ¿qué actitudes asume al hacer arte?”.
La exposición tendrá su sede central en el Mamm, pero otras obras de estos creadores habitarán, como parte de esta muestra, en tres museos más de la región a partir de abril: El de Artes de Rionegro, el de Antropología y Arte de Jericó (Maja) y el Juan del Corral en Santa fe de Antioquia.