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Lo que hizo a estas mujeres ser rebeldes y transgresoras en Colombia

  • La actriz Teresita Estrada durante una de las presentaciones de la obra El Amargo Sabor de las Mandarinas, una obra dedicada a analizar los impactos de la violencia hacia las mujeres. Foto: cortesía Teatro Popular de Medellín
    La actriz Teresita Estrada durante una de las presentaciones de la obra El Amargo Sabor de las Mandarinas, una obra dedicada a analizar los impactos de la violencia hacia las mujeres. Foto: cortesía Teatro Popular de Medellín
26 de enero de 2021
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Sobre un escenario, ya en varias oportunidades, la actriz y soprano Teresita Estrada ha escogido poner bajo el reflector ciertas historias que para ella son valiosas. Se ha puesto en los zapatos de Eva Perón, también ha cantado las canciones que el mundo conoció a través de Edith Piaf, al igual que ha mirado hacia dentro y ha decidido untarse de pintura para representar a Débora Arango o lanzar arengas como lo hizo alguna vez María Cano.

De hecho, sobre esta última, va a estrenar una dramaturgia el próximo sábado con el Teatro Popular de Medellín. La bautizó María Cano: Mujer valiente, no perfecta. A Cano, líder política del siglo XX en Colombia, Estrada decidió retratarla en diferentes etapas de su vida. Desde que se preguntaba qué era una “excomulgación” o cuando no dejó de pronunciar un discurso viéndose amenazada en medio de una plaza, hasta cuando prefirió encerrarse en los últimos años de su vida.

Cano también fue la protagonista de otros dos textos que han escrito investigadoras con respecto a mujeres colombianas que han sido pioneras. Dinamita, de la escritora Gloria Susana Esquivel, abordó la vida de esta líder, al igual que la periodista Myriam Bautista. Ella escogió tres adjetivos: rebeldes, osadas y transgresoras, para nombrar los perfiles que construyó de seis mujeres colombianas que, a su manera, sacudieron el piso por donde andaron.

Además de Cano, Bautista investigó sobre las vidas de la pintora Débora Arango, la doctora Cecilia Cardinal de Marín, la socióloga Virginia Gutiérrez de Pineda, la escritora Soledad Acosta de Samper y la periodista Emilia Pardo.

En el Hay Festival Colombia 2021, Bautista y Esquivel conversaron con Beatriz Mesa Mejía sobre esas mujeres que aprovecharon la vida y le dieron giros que antes les eran vedados. Decisiones que permitieron que tantas otras lo pudieran hacer después.

Cargadas de rebeldía

Lejos de pensar que la palabra “rebelde” podía ser sinónimo de revoltoso o violento, Bautista lo ligó más a la escogencia de no seguir el canon, no amoldarse y dar ajustes a la regla.

Lo encontró en caminos como los que recorrió la artista antioqueña Débora Arango. “El país entero era provinciano y ella era muy ligada a la religión católica, de misa diaria y rosario por la noche”, narra. Se dedicó a cuidar a su padre, era soltera y ese papel cayó entre sus manos, aunque ninguno de esos elementos fue impedimento para que en el lienzo pudiera representar aproximaciones artísticas que no eran comunes para la mujer en esos momento.

“Las mujeres no pintaban desnudos, pero ella pintaba desnudos. Las mujeres no hacían crítica política y ella hacia una virulenta”, cuenta Bautista.

Sus hermanos eran muy críticos con sus desnudos “y ella lo que hacía era que le ponía unas sábanas de los desnudos”, no los borraba y se dedicó también a retratar múltiples rostros de una Medellín de “protuberantes diferencias sociales. Ella finalmente ni es la más feminista de puño en alto, pero hizo una rebeldía contra el canon de la pintura establecida”.

En el escenario, en el caso de Estrada, la idea de representar esas historias ha estado atada al valor que ha visto en sus protagonistas, ese que trae el “no tener miedo al fracaso” y como continuando una cadena que empezó con ellas en diferentes campos, “estas mujeres, en situaciones tan extremas como las que le tocó vivir, demostraron que fueron capaces de enfrentar esas dificultades y salir adelante por más difícil que fuera la situación”.

María Cano, quien defendía las ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio para los trabajadores, muchas veces fue considerada como anormal por dedicarse a su labor, “mientras que si los señores hacían ese tipo de trabajo, en ellos era visto como algo natural”, enfatiza Bautista. “En María era absolutamente extraño. Ya cuando ella empieza a hacer su labor tenía 30 y pico de años, lo de ella irrumpía de una manera muy extraña en los sectores sociales altos”.

Construir

“Las mujeres históricamente hemos llevado un mandato de ser más sumisas y estar en función del ordenamiento patriarcal”, opina la psicóloga Natalia Castaño.

Ella explica que la rebeldía sirve mucho para estructurar el yo, desde niños el mundo se articula en función de la autoridad de nuestros padres o cuidadores, en primer lugar. “Si obedezco tengo techo, educación” y puede llegar el momento de que tanto niños como niñas bajen a los padres del pedestal en la adolescencia y empiecen a cuestionar en términos de coherencia.

Castaño afirma que es posible comparar eso mismo con las mujeres y una sociedad que por mucho tiempo ha pretendido someterlas bajo una autoridad que se ha regido por reglas muy distintas para ellas que para los hombres. “La visión que el mundo ha tenido de las mujeres es que somos menos capaces y un acto de rebeldía es mostrar que soy tan capaz como el otro”.

Como sucede con un adolescente que necesita poner cierta distancia frente a la gente que lo ha rodeado y empieza a buscar un sentido en el mundo que lo rodea, también ha sucedido ante preceptos que solo han caído encima de ellas.

Y mucha generosidad

Finalmente, esas rebeldías escogidas fueron también gracias a otras mujeres que apoyaron para que aquellas a quienes aún se les recuerda como pioneras se impulsaran en la época de Débora o María.

Más que sororidad, en ese entonces había solidaridad entre las mujeres, “un gran espíritu de generosidad”, opina Bautista. “Las hermanas de Débora respetaron su pintura” y se rodeó de mujeres que le sirvieron de modelo y apoyaron su arte.

En cuanto a María Cano sucedió algo similar: dos hermanas solteras, como ella, “la impulsan a que ella escriba, empezó escribiendo poesías” y cuando entró a la política se ocupaban de otras labores de la casa para que “ella fuera la pública”. Entonces, para ganar espacios que se abrieron desde la osadía y la valentía, hubo una enorme cuota de respeto, solidaridad “y mucha generosidad entre las mujeres”.

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