El cuerpo de una bailarina de ballet es un reloj. Por ejemplo, los cuerpos jóvenes de Julieta Gómez y Salomé Eusse han sido tallados por años de ejercicios, estiramientos, rutinas. Mientras posan para el lente del fotógrafo concilian dos ideas en apariencia contrapuestas: son duros, de músculos tensos, y, al tiempo, capaces de piruetas gráciles, de la delicadeza de un suspiro. Estiran las manos, se ponen de puntillas y el clic de la cámara atrapa la fuerza contenida, la fragilidad de piedra. El portento no es gratuito: llevan más de la mitad de sus vidas inscritas en academias, en cursos de baile.
Tan inmersas en el ballet están que en las estaciones del metro esperan la llegada de los vagones en la primera posición del ballet: con los talones pegados y las puntas de los pies hacia lados opuestos. “Ya lo hacemos de forma inconsciente”, dice Salomé. Y parece ser verdad: sube de esa forma las escaleras de Arabesque, en el centro cultural Palermo, El Poblado. “Sí, es algo que se vuelve normal para uno”, dice.
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Arabesque es una tienda con los utensilios y el vestuario para el ballet, fundada en 2015. Sin embargo, la empresa no se quedó en lo estrictamente comercial y se ha convertido en uno de los puntos de encuentro para la comunidad de la danza de la ciudad. Ese es el motivo que de que la tienda se tomara el trabajo de organizar dos días de eventos —sábado 29 y domingo 30 de abril— que reúnen en un mismo escenario a los bailarines top y, también, a quienes dan sus primeros pasos en este camino. Se trata de Ballet On, un encuentro pensado para la promoción del ballet que incluye espacios para el entretenimiento familiar. Camila Uribe —gerente de Arabesque y de Ballet On— tiene dos palabras para hablar de las metas del proyecto: “somos un proyecto educativo y formativo”, dice.