Un abecedario: eso cree César del Valle que les entrega a sus estudiantes de Dibujo 1. Con esas letras ellos arman sus palabras, las dicen por medio de dibujos; a veces, dice Del Valle, terminan formando su propio lenguaje.
Ese habla no está compuesto más que por trazos. Difiere entre uno y otro artista porque hay un momento en el que el dibujo se deja de ver como una representación y se transforma en idea, en concepto. Así sucede, asegura el artista Edwin Monsalve. Para él “con el dibujo no hay fórmulas, cada uno propone desde sus experiencias”.
¿Cuándo vieron ellos que desde el dibujo se podía proponer una idea? No lo saben, aunque sí están seguros, dice Del Valle, que con él puede expresarse todo aquello que cabe en el lenguaje.
Esa conciencia la empezaron a hacer, tal vez, desde que ingresaron a la universidad, justo en la que estaban hablando sobre este tema, la U. de A.
Retroceder y pensar en esa época, que no es muy anterior porque no superan los 33 años, es reflexionar sobre las dinámicas del arte por esos días: aunque no son tantos años el dibujo no tenía la relevancia que quizá hoy sí.
Del Valle y Monsalve, junto a algunos compañeros más de la Facultad de Artes, entre ellos los artistas Carlos Montoya y Yosman Botero, fueron unos “rebeldes educados”, dice César. Educados porque defendieron y validaron la vigencia del dibujo en un momento en el que otras corrientes artísticas despertaban el interés de la academia y de los artistas emergentes. Ellos se quedaron con los trazos.
Antes de que César terminara la Universidad retrató a una amiga, a Evelyn. Era un dibujo de carboncillo sobre papel, a escala natural, que presentó en su exposición de grado. “Quedó muy linda la retratada”, le dijo un hombre a César. Él se despacha en carcajadas de solo recordarlo. Y es que el halago no venía de alguien que conociera a Evelyn, sino de un hombre que simplemente consideraba que el dibujo era muy realista. César sigue riendo, lo hace con facilidad hasta en las fotos y sin que se lo pidan.
En esa muestra colectiva de grado también participó Monsalve. Lo hizo con una obra que era parte de sus primeros procesos, se llamaba Fósiles Acrílicos, pero “se desmanteló”, ríe cuando lo cuenta. Luego aclara que la obra debe de estar guardada en algún lado.
A Del Valle le gusta ver ese recorrido que ha tenido, uno en el que ha logrado exponer en París, en La Galerie Particulière, allá, en una ciudad donde él creía que ya todo estaba hecho sus dibujos sorprenden. Cuando observa estos años de carrera se cuestiona sobre los montajes o el tratamiento que les ha dado a sus trazos.
Monsalve también ha llevado sus obras, las que resultan del dibujo como primer paso, a ciudades como Madrid, particularmente a la galería Luis Fernando Padilla. Edwin dice ver sus trabajos pasados con mucho agrado y a veces, sin querer sonar pretencioso o arrogante, se sorprende al pensar cómo logró uno u otro dibujo.
Esa expresión artística a la que se dedicaron les ha resuelto dudas y dejado más preguntas. El lenguaje que crean es universal y puede ser leído por cualquiera, basta pararse frente a un dibujo y dirigir la mirada a los detalles, identificar la fuerza de la línea o del punto, la intención de la sombra, la expresión en el rostro, y si no lo hay, encontrarlo, sobre todo, hallar las palabras.