Medellín ha sido caldo de cultivo para la música. Octavio Arbeláez, director de mercados culturales como Circulart, afirma que en la ciudad “uno le pega a una piedra y sale un músico”.
Cesar Molina, abogado y músico, piensa que hay muchos intérpretes porque “somos la segunda ciudad de Colombia y accedemos fácilmente a la cultura musical. Además es un asunto de idiosincracia, somos muy creativos”.
Con la idea de buscar escenarios para la proyección y la circulación de esas bandas, aparece en 2004 Altavoz. Un día de conciertos subsidiado por la Alcaldía de Medellín que respondía al esfuerzo de músicos y productores locales que desde años atrás trataron de impulsar la escena de sonidos emergentes.
La Batalla de las Bandas o Rock a lo Paisa son algunos de los proyectos que se hicieron antes de Altavoz. Luis Grisales, uno de los directores del festival, los pone de ejemplo para mostrar que mucha gente hizo esfuerzos por darle continuidad a eventos culturales, pero “no era fácil porque costaban mucho”.
Contando con dineros públicos, Altavoz no ha parado de crecer en días, bandas ni actividades. Pasó de concierto a festival y ahora la secretaria de cultura, Amalia Londoño, lo llama proceso. “No solo es un Festival de 3 días, sino que durante el año hay convocatorias, audiciones, conciertos y los ciclos académicos que buscan fortalecer otras competencias de las bandas”.
En el proceso completo se invierten 2.500 millones de pesos, “valor que incluye los intercambios entre festival y festival de las agrupaciones de acá”, afirma Londoño.
Cualquier grupo de Medellín o del Valle de Aburrá puede presentarse al Altavoz. El primer filtro es una audición de 10 minutos con el jurado. Quienes pasan son convocados nuevamente para mantener su performance por media hora en los conciertos de Ciudad Altavoz, y de allí salen los que estarán en el Altavoz Fest.
“Cuando nos enteramos de Altavoz el año pasado nos pareció muy bueno, pero no cumplíamos con los requisitos”, cuenta Leysong Bejarano, director musical del grupo School Mc. Siete quibdoseños que, luego de prepararse un año, por primera vez se presentarán en el Festival.
Bejarano relata que trabajaron duro para pasar a Altavoz porque “somos nuestros propios productores, arreglistas y financiadores”.
Ahora que su concierto es una realidad, quieren demostrar que “no solo los afrodescendientes somos deporte y sabor para bailar. Tambien somos buenos músicos, abogados e ingenieros”, dice sin ocultar su emoción por abrir el escenario que horas más tarde cerrará Ky Mani Marley.
Entre gustos y disgustos
Andrés Serna, integrante de Rosita y los Nefastos, también se presentará en Altavoz Fest 2016 con un tributo que se le rendirá a Rodrigo D. “La idea es acoger la gente que salió en la película, y a las nuevas generaciones de punkeros que vienen en el proceso”, cuenta Serna, quien añade que Altavoz es importante para las bandas porque “difícilmente podremos presentarnos otra vez en un gran escenario con buen sonido y montaje”.
Para el músico el Festival ha significado la posibilidad de “compartir escenario con bandas como El Último Ke Zierre. Poder conocerlos fue muy bacano”. Como espectador ha visto a “Reincidentes, Sepultura, The Adicts, Misfits, Exploited, bandas muy buenas”.
No obstante, para Serna hay otro incentivo: el económico, “que no es para el mecato. Si lo dividen entre los de la banda no les toca nada, pero si lo invierten, se logran cosas. Nosotros del pago de 2015 grabamos el video y completamos para cables y cosas”.
César Molina tiene otra posición y opina que aunque ha tenido amigos que han participado en Altavoz y lo ven con buenos ojos, el Festival no le aporta a la escena musical. “De lo que ellos no se dan cuenta es de que solo uno de esos grupos sigue moviéndose de forma regular en la escena”. Critica Altavoz porque “acapara el dinero público privilegiando productores y bandas”.
Para Molina, “poco impacta la formación y el empoderamiento de los grupos para enfrentarse al mercado”. Además, piensa que la formación de públicos, que también busca el festival, falla porque por “la gratuidad la gente esta menos dispuesta a pagar por un espectáculo de grupos locales”.
Como Molina, otras personas han estado en desacuerdo con Altavoz, aludiendo razones como roscas, criterios para selección de bandas y cambios de espacios, entre otros.
Pese a las críticas, el Altavoz se ha consolidado como un espacio que trasciende las generaciones y que los músicos y la ciudad reclaman anualmente. “Los músicos deben tomar el Altavoz como un paso, como una oportunidad bacana, pero si quieren salir deben seguir trabajando fuerte, creo que ahí esta la diferencia”, piensa Andrés Serna.
Por supuesto que hay cosas por mejorar cada vez, y aprender, es parte del crecimiento, pero haber ganado un espacio para la música, ya es importante.