La violencia y el conflicto armado, que tantas heridas ha dejado abiertas en el país, ha lesionado en más de una ocasión a la Universidad de Antioquia: asesinatos de estudiantes, persecución a los alumnos, empleados, profesores y directivas, señalamientos y estigmatizaciones han marcado la institución académica.
Pero así como ha caído ha sabido levantarse. En esas heridas, aún abiertas, ha encontrado la fortaleza para permanecer en el tiempo, resistiendo los embates de los violentos que se llevaron vidas como las de los profesores Héctor Abad Gómez, Luis Felipe Vélez y Leonardo Betancur Taborda, cuyas enseñanzas perduran en las aulas; o las de estudiantes como Luis Fernando Barrientos o Gustavo Marulanda —por mencionar algunos—, cuyos nombres se conservan pintados en sus paredes.
Ayer, como otra forma de renacer, estos episodios y otros ocurridos entre 1968 y 2018, fueron reconstruidos en un informe, presentado en una línea de tiempo elaborada por el proyecto Hacemos Memoria “con el propósito de aportar información que permita comprender, desde el presente, los sentidos y significados dados al pasado de violencia y resistencia en la Universidad”.
Sobre el postulado anterior, Patricia Nieto, directora de Hacemos Memoria y profesora de la U. de A., recalca que en la búsqueda de prensa realizada y en las conversaciones hechas para elaborar esa línea de tiempo, les pareció importante reconstruir las memorias para ver el antes y el después de un acontecimiento, además, ayudaría a entender por qué la violencia se instaura en una institución de educación superior.
“Lo más llamativo es preguntarnos como esa violencia tuvo consecuencias en la generación de conocimiento, como afectaron la libertad de pensamiento, de cátedra y de producción de investigaciones en esta universidad”, dice Nieto, y agrega que las lecciones que deja la guerra no solo son físicas, de dinero perdido, también de los obstáculos para haber tenido un desarrollo intelectual mayor.
Insumo para hacer memoria
La construcción de la línea de tiempo se realizó en tres etapas y el grupo de investigación estuvo conformado por periodistas de Hacemos Memoria y del periódico universitario De la Urbe, además de investigadores de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la U. de A.
Durante un año revisaron más de 18.000 periódicos y extrajeron 300 hechos que entre 1968 y 2018 marcaron el acontecer de la universidad por sus antecedentes, el contexto, el impacto, los actores y el alcance de los hechos. De estos 300 hechos, se consideraron 40 para resaltar.
En la metodología utilizada se consultaron fuentes orales y documentales; se entrevistaron víctimas, protagonistas de los hechos, testigos y otros miembros de la comunidad universitaria como estudiantes, empleados, exdirectivos, jubilados y egresados.
El fin, más allá de lo pedagógico, es contar con una herramienta que sirva para avisorar el futuro, aprender de esas situaciones vividas y hacer un análisis y una discusión profunda sobre estos hechos, como lo explica el rector de la institución, Jhon Jairo Arboleda Céspedes.
“No buscamos presentarnos como víctimas, no es el objetivo. Lo que queremos es construir la memoria para aprender, que esta herramienta sirva a la sociedad y a la comunidad universitaria para tener un diálogo profundo y amplio, para hablar de ellos y construir esas tantas memorias en las manos de cada uno de los interesados y proyectar el futuro de esa sociedad”, asevera Arboleda Céspedes.
No solo es violencia
Los muros de la universidad no solo albergan historias de violencia. Cada una de esas paredes cuenta miles de historias de resiliencia y resistencia pacífica que también quedaron reseñadas en la línea histórica de esos 50 años.
Allí quedó plasmado como en 1984 los estudiantes cansado de la violencia hicieron una marcha por la vida, y como en un acto similar, esta vez con claveles rojos, se repitió el 13 de agosto de 1987 para rechazar los asesinatos de estudiantes y profesores, o como 19 años después, la comunidad universitaria abrazó el campus exigiéndolo como un espacio para la vida, la libertad y el conocimiento.
Juan David Ortiz, director del periódico De la Urbe y editor de la línea de tiempo, indica que lo documentado sirve para cerrar la brecha entre los hechos ocurridos y las nuevas generaciones de estudiantes.
“Esta investigación acerca esas memorias a generaciones que han experimentado diferentes etapas de violencia y resistencia en la universidad. Cada una tiene diversos relatos y reunirlos permite tener una visión más amplia de lo que hemos vivido”, dice Ortiz.
Pero esta línea de tiempo no es el fin de la documentación de hechos dolorosos o de esperanza vividos en la Universidad de Antioquia. Es el primer paso para acercar la historia, estudiarla y reconocer una institución que se reinventa, y renace cada vez que sale el sol .
300
hechos fueron analizados inicialmente para la línea de tiempo: Hacemos Memoria.