Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaron que, en el 2012, 8,2 millones de personas en el mundo murieron por culpa del cáncer.
Las demás mediciones de la OMS sobre el tema son igual de preocupantes, entre las que destaca una proyección que dice que el número de casos de cáncer en el mundo aumentará un 70% en el transcurso de las próximas dos décadas. Si en el 2012 hubo 14 millones de casos diagnosticados, en el 2032 podría haber hasta 24 millones.
Todo esto hace que los científicos quieran redoblar sus esfuerzos en la búsqueda de mejores formas de combatir el cáncer.
La resistencia a la quimioterapia, por ejemplo, es una de las mayores causas de fracaso en los tratamientos oncológicos. Es, por tanto, uno de los campos de estudio que más interesan y preocupan a los expertos en investigación oncológica, que ahora han identificado un nuevo factor que resulta determinante en ese problema.
Se trata de una proteína incrementada en las células cancerosas, la CDC25A, según los resultados de un estudio dirigido por el jefe del Grupo de Inestabilidad Genómica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España (CNIO), Óscar Fernández-Capetillo.
El hallazgo, publicado en la revista Molecular Cell, abre la puerta a nuevas terapias más eficaces y a predecir aquellos pacientes en los que funcionarán mejor, informa el CNIO en una nota.
El bombero del incendio
El objetivo de muchos de los agentes usados en quimioterapia es destruir el ADN de las células cancerosas.
En este estudio, los investigadores del CNIO han tomado como objetivo una proteína responsable de reparar el genoma humano, la quinasa ATR, que “está presente en todas las células, tanto en las sanas como en las cancerosas, pero en las tumorales su función es aún más vital porque su genoma está altamente fragmentado y necesita ser reparado frecuentemente para no morir”, dijo Fernández-Capetillo a la agencia de noticias Efe.
Inhabilitar a este guardián del genoma en una célula tumoral es una catástrofe para ella, añade, “es como matar al bombero en medio de un incendio forestal”. Esto explica por qué este tratamiento es más tóxico para los tumores y no tanto para los tejidos que están sanos.
Durante el estudio, los científicos han intentado anticiparse a resistencias probables al tratamiento que puedan surgir.
Para identificar posibles mutaciones que puedan convertir a las células resistentes a inhibidores de ATR, los investigadores usaron la tecnología de alteración del genoma CRISPR, una herramienta que permite “cortar” y “pegar” fragmentos del genoma humano y que le valió, en el 2015, el Premio Princesa de Asturias a sus creadoras, las bioquímicas Emmanuelle Charpentier (Francia) y Jennifer Doudna (Estados Unidos).
Usando esta tecnología, crearon una colección de células en la que cada una tenía mutado un gen distinto.
Al someter a las células a la inhibición de ATR se pudieron aislar algunas resistentes al tratamiento y posteriormente identificar la mutación que portaban.
Los resultados
El grupo de investigadores demostró que células con mutaciones en el gen CDC25A sobrevivían.
“CDC25A es una proteína que suele estar altamente expresada en tumores”, explica Fernández-Capetillo.
“El presente trabajo sugiere que una manera de identificar pacientes que respondan mejor al tratamiento es determinar aquellos en los cuales los niveles de esta proteína en el tumor son mayores”, agrega.
Además de encontrar una mutación que vuelve a las células resistentes al tratamiento, los investigadores identificaron también un tratamiento que era capaz de eliminar a las células resistentes.
Los derechos para desarrollar los fármacos basados en inhibidores de la proteína quinasa ATR desarrollados en el CNIO los tiene la empresa Merck, con la que el Centro llegó a un acuerdo en 2013 a cambio de unos ingresos potenciales de 19 millones de euros (21,6 millones de dólares).
30%
de las muertes relacionadas con cáncer se podrían evitar, según la OMS.
70%
de las muertes relacionadas por cáncer ocurren en África, Asia, Centro y Sur América.