Son tiempos especialmente difíciles para ser joven en Colombia, al menos eso indican las cifras.
Esta semana el Dane presentó su informe “Panorama sociodemográfico de la juventud en Colombia”. Es una detallada radiografía estadística que muestra, entre otras cosas, el aumento de los ninis, es decir, las personas jóvenes que no integran el mercado laboral y tampoco participan (presencial o virtualmente) en espacios de enseñanza.
El informe, realizado con información del Censo Nacional 2018, de Estadísticas Vitales 2020, la Encuesta Integrada de Hogares, de Cultura Política y datos recogidos a julio de 2020, indica por ejemplo que la población joven nini (entre 14 y 28 años) entre mayo y julio alcanzó el 33%, once puntos porcentuales más que en 2019.
Varios factores se unen para configurar este panorama. Por ejemplo, el 11,63% de los hombres entre 14 y 17 años, que deberían estar en la educación secundaria y media están por debajo de esos niveles (ningún grado, preescolar o primaria).
En cuanto al panorama laboral, la tasa de desempleo juvenil para el trimestre mayo - julio del 2020 fue de 29,7%, lo que significó un aumento de 12,2 puntos frente al mismo trimestre del año 2019. Para las mujeres es aún más crítico, pues esta tasa fue de 37,7%, mientras que la de los hombres fue de 24,1%, representando una brecha de 13,6 puntos porcentuales.
Y aunque la dinámica de la pandemia ha servido como motor para agravar estas problemáticas, para expertos como la investigadora de la Nacional, Marcela Bautista, el país arrastra un vacío en procesos de orientación en entornos educativos para los jóvenes “que les permita tomar elecciones informadas que apoyen la construcción de esos proyectos de vida asociados a cursar programas de educación superior. En consecuencia, terminan cayendo en escenarios de riesgo asociados a la ilegalidad”.
Esta falta de orientación respondería, en parte, el hecho de que a pesar de que la mitad de los ninis en Colombia, México y Brasil buscan empleo formal activamente no logran hallarlo, según estudios del Banco Mundial.
Dice la entidad que hay dos estrategias claves para enfrentar esta problemática que se nutre de la deserción y la exclusión del mercado laboral.
La primera es mejorar la calidad y oferta educativa para garantizar el interés de los jóvenes. La segunda, crear programas de capacitación que permitan a los jóvenes sin ocupación adquirir habilidades técnicas y académicas específicas que les brinde competencias de productividad.
Al respecto, Sebastián Hernández, asesor de la Consejería Presidencial para la Juventud, destaca un piloto de educación dual a través del cual la Consejería busca cerrar la brecha que existe entre los programas de tecnologías y técnicas para acceder para acceder al entorno laboral y del emprendimiento.
“Lo que buscamos es cómo desde la institucionalidad generamos estímulos positivos para que con el paso del tiempo, sobre la educación técnica y tecnológica, desaparezca el estigma de que es inferior a la profesional”, explica.
Finalmente, el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, insiste en que la evidencia estadística y el conocimiento que está gestando el país alrededor de la población joven y sus necesidades sirve en la medida que el Estado los traslade hacia políticas públicas, que sea diversa, “que reconozca las brechas en términos de equidad en mercado laboral y los problemas de salud mental”, reflexiona.
A pesar del panorama, hay hechos que demuestran la resiliencia de la juventud para sobreponerse. Marcela Bautista menciona la cada vez mayor participación activa en escenarios de participación política de repercusión nacional.
El 33,4% de los jóvenes hasta los 24 años cree que en 12 meses la situación económica del país será mejor. El reto como sociedad es darle argumentos a ese optimismo y convencer a más jóvenes de que efectivamente es posible que así ocurra.