Volver a arar la tierra, ver crecer el grano amarillo o blanco en la mazorca del maíz, y arrancarle al suelo el arroz, fue la medida de reparación colectiva que los indígenas de la comunidad gunadule pidieron para mitigar los impactos que la guerra dejó en sus territorios.
En 27 hectáreas de los que antes era un terreno árido, estos aborígenes decidieron invertir en la práctica ancestral de sembrar los granos sagrados y, de esta forma, ayudar al sustento de 127 familias del resguardo Caimán Alto, en jurisdicción de Turbo, Antioquia, las cuales están confinadas por la pandemia.
Jeanis Whistman Cuéllar Olier, miembro de esta comunidad indígena, asevera que trabajar en la siembra de arroz y maíz, “nos hace revitalizar nuestra práctica ancestral como anteriormente venían sembrando nuestros abuelos, nuestros mayores y la idea es que nosotros jóvenes aprendamos de eso; sabemos que estamos en tiempo de pandemia y no podemos salir al pueblo a comprar”.
Más de 500 beneficiados
Los proyectos productivos son parte de un plan de vida que emprenden los afectados por el conflicto armado colombiano con el que buscan empezar una nueva vida, y en esa vía, paliar las cicatrices que les dejaron los grupos armados.
Los gunadule no son ajenos a esa realidad y en vez de un proyecto productivo, decidieron volver a la siembra para darle alimento a 559 habitantes de ese resguardo.
Según la Unidad de Víctimas, el proyecto tuvo una inversión de 93 millones de pesos y ha permitido que otras comunidades se sumen a la iniciativa, especialmente los más jóvenes, aportando sus saberes y la mano de obra y, en esa vía, participando en el restablecimiento de sus capacidades y formas productivas tradicionales.
Elizabeth Granada Ríos, directora de la Unidad en la territorial Urabá-Darién, manifiesta que uno de los objetivos de esta medida reparadora fue que los comuneros tengan elementos necesarios para mejorar sus condiciones de vida.
“Con estas acciones se tiende a disminuir problemas alimenticios y a la conservación de sus conocimientos ancestrales y a la tradición alimentaria en los gunadule”, manifiesta Granada.
El sujeto de reparación colectiva está conformado por tres resguardos indígenas dispersos en diferentes puntos geográficos: el resguardo de Arquia, en el municipio de Unguía, Chocó; el resguardo Caimán Bajo, ubicado en el municipio de Necoclí y el resguardo Caimán Alto, en Turbo, Urabá antioqueño.
No solo fue en Antioquia
Esas medidas de reparación a comunidades ancestrales víctimas de la confrontación armada, no solo se han dado entre los resguardos aborígenes antioqueños. En Caquetá, hombres y mujeres del resguardo Honduras del pueblo indígena embera chamí purú, acompañados de sus autoridades tradicionales, realizaron un ritual de limpieza y armonización espiritual de sus sitios sagrados.
“La jornada se desarrolló en la vereda San José de Canelos, de Florencia (Caquetá), donde los 45 miembros de esta comunidad aunaron sus saberes ancestrales con la Madre Tierra y llevaron a cabo una jornada de arborización con especies nativas de la región y una ceremonia de armonización por la paz, el perdón y la reconciliación para fortalecer el vínculo con la espiritualidad y los valores propios”, expresó. Yhina Paola Lombana López, directora territorial de la Unidad para Caquetá y Huila .
La misión de recuperar sus saberes ancestrales como medida de reparación hacen parte del plan de las comunidades indígenas afectadas por los grupos armados en el país, los mismos que un día quisieron arrebatarle su identidad y tradición indígena..
17.042
indígenas fueron asesinados entre 1990 y el 30 de abril de 2020: Unidad de Víctimas.