En el Batallón número 60 del Ejército, dedicado al desminado humanitario en Antioquia, La Guajira y Cesar, hay más de 600 hombres y una sola mujer: Jesica Londoño.
Con sus 1.58 metros de estatura, Londoño ha logrado ubicarse como una de las ocho mujeres que viajan por el territorio nacional con una misma misión: enseñarle a otros a andar por campos que se saben están minados con artefactos que podrían costarles la vida.
“Acá en Antioquia, ella es la única mujer habilitada para esa labor de comunicación. Ni siquiera yo, si pudiera hacerlo, estoy autorizado. Fue capacitada específicamente para enseñarle a otros en el riesgo de minas”, explica el teniente coronel Carlos Augusto Guerrero, comandante del Batallón número 60 de desminado humanitario.
El ser militar no era una tarea nueva para ella, pues su papá le sirvió al país en ese mismo rol hasta que fue herido en combate y se retiró de la institución desde la que la vio crecer a ella y a sus dos hermanas.
Jesica entró al Ejército Nacional llamada por ese instinto de servicio y poco tiempo después se interesó por las labores humanitarias. “Ayudar a otros a salvarse de una mina, trabajar con la gente; todo eso me enamoró de esta labor”, cuenta ahora.
Recorrer Antioquia
Jesica se capacitó como líder de desminado humanitario desde 2016, aprendió todo lo necesario para reconocer y desactivar una mina y trabajó en otros batallones antes de llegar al 60. Pasó por el 4, en Granada, Meta; y por el 5, en Huila, Putumayo, para finalmente llegar a este, en el que ya completa más de un año.
Con una cartilla bajo la manga, camina de vereda en vereda y de casa en casa en los campos que ya han sido identificados por el Ejército como territorios con sospecha de riesgo de minas, explica el coronel Guerrero.
“Vamos a repetir una frase juntas- le dice Londoño a una niña mirándola a los ojos- si no lo boté, no lo recojo”. Con esa consigna, le explica que los grupos armados se podrían aprovechar de su inocencia y poner una mina en un balón, una muñeca o cualquier otra cosa que llame su atención, por eso es indispensable dudar de todo lo que se ve en el camino, pues casi cualquier objeto podría ocultar esa arma letal que, tan solo en Colombia, ha dejado 11.140 víctimas de minas antipersonal según el registro que se lleva desde 1990. Así lo confirma el Centro Nacional de Memoria Histórica, que además detalla que, de este total, 6.870 son víctimas de la Fuerza Pública y 4.270 son civiles.
“Hay diferentes metodologías para explicarle a un niño, a un adulto o a un anciano el riesgo al que están expuestos en su territorio y cómo pueden transitar de manera segura por él”, dice Jesica. Además de estar atentos a los objetos, otra de las recomendaciones vitales es caminar por los caminos que siempre han caminado, no “ponerse a inventar”, como reza el dicho paisa.
“Si usted toda la vida ha caminado por un trayecto y no le ha pasado nada, hay menos probabilidades de que ahí haya una mina a que si transita por una montaña que nadie lo hace. Ahí está el riesgo”, ejemplifica la teniente.
De hecho, una de las labores del desminado humanitario es devolverle territorios a las comunidades. “Cuando un pueblo, o parte de él, es declarado como libre de sospecha de minas, su gente puede volver a habitar esas zonas por las que antes era imposible por el miedo de morir en el intento”, narra el coronel Guerrero.
Así, esos territorios que antes representaban temor ahora son tierras productivas, turística o de vivienda, “porque muchas veces regresa la población que había sido desplazada por el conflicto, eso es lo bonito, que con el desminado ganamos todos”, afirma Guerrero con una sonrisa en el rostro.
Una década salvando vidas
Pese a que otros operadores trabajan en desminado humanitario en el departamento, el Batallón número 60 es el único que opera con ese enfoque por parte del Ejército. Su labor dista de la de cualquier otro uniformado porque no buscan combatir, sino realizar labores humanitarias.
Por ese motivo, tanto sus uniformes como su capacitación son distintos a los de los batallones tradicionales e, incluso, están certificados por órganos internacionales como la Organización de los Estados Americanos (OEA).
“Míreme -dice el coronel mientras señala cómo está vestido-, si alguien me ve no pensaría que soy del Ejército. Nuestros uniformes, y todo lo demás, está pensado para que no nos vean como contendientes, sino como personal humanitario”, explica.
De hecho, su diferencia más marcada con el desminado militar, que es otro tipo de estrategia pensada para escenarios aún en conflicto, es que ninguno de los que trabaja para el desminado humanitario lleva armas.
“Por eso, uno de los requisitos para poder elegir un territorio es que esté libre de cualquier presencia de grupos armados o cualquier otro tipo de conflicto”, explica el cabo primero José Eduardo Camacho, comandante del pelotón Bélgica, un grupo de 32 hombres que trabaja desminando las montañas del municipio de Montebello, en el Suroeste antioqueño (ver Paréntesis).
La labor de un desminador no es nada fácil. Requiere de valentía, porque sabe que está ante un riesgo inminente de encontrarse un explosivo, y de paciencia para trabajar con tanta cautela que evite activarlo por accidente.
Estando en el lugar de operaciones, hasta donde viajó EL COLOMBIANO para conocer las labores de desminado realizadas por la única mujer en ese campo, el cabo Camacho narró el paso a paso de uno de sus hombres para liberar cada metro cuadrado. Su trabajo podría compararse con el de un arqueólogo en busca de restos óseos, con la diferencia obvia de que aquí se busca un arma letal usada en combate aún contra los lineamentos internacionales de Derechos Humanos.
El desminador trabaja arrodillado la mayor parte del tiempo y carga con una maleta de herramientas dispuestas específicamente para cada fin. Avanza delimitando cada espacio: busca, excava, descarta sospechas, revisa de nuevo y continúa. “Su labor es de máxima concentración, por eso trabajan una hora y descansan 10 minutos. No puede haber espacio para las distracciones”, explica Camacho.
Bajo esa técnica, Antioquia hoy cuenta con 23 municipios entregados como libres de sospecha de contaminación de minas y está a la espera de 11 más, en los que trabaja el batallón actualmente.
Hasta la fecha, en el departamento se han desactivado 785 minas durante los diez años de existencia del batallón, “pero cada artefacto explosivo que no detona es una vida salvada y la de toda una familia. Llevamos más de dos millones de metros cuadrados despejados y cerca de dos millones liberados”, resalta el coronel.
La diferencia entre ambos términos es que el primero es cuando se hace toda la investigación preliminar y se decide que no hay mérito suficiente para iniciar labores de desminado y, el segundo indica que el Ejército llegó con sus hombres de desminado y reviso metro a metro que el territorio con sospecha de minas quedara libre para transitar.
La comunidad, por su parte, acepta y agradece la labor que realizan en sus tierras. Diana Eugenia López, habitante de Montebello, describe sus sentimientos con dos palabras que, asegura, resumen su vida al lado del batallón: “La época de la violencia ha pasado. Acá hay seguridad y paz. Somos felices”
785
minas se han desactivado en Antioquia en operaciones del Ejército Nacional
11
municipios de Antioquia están siendo desminados actualmente por el Ejército.