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Gobierno, con calculadora en la mano por falta de mayorías en el Congreso

El Ejecutivo negocia con los congresistas y no con los partidos apoyos para avanzar en el Legislativo.

  • El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla (der.), ha liderado la gestión de la Ley de Crecimiento Económico en el Congreso. FOTO Colprensa

    El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla (der.), ha liderado la gestión de la Ley de Crecimiento Económico en el Congreso. FOTO

    Colprensa

18 de diciembre de 2019
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Por estos días, en el Congreso se cuentan nombres en lugar de banderas de colores. Los partidos han quedado en un segundo plano en los cálculos del Gobierno, que con el objetivo de aprobar la reforma tributaria ha retomado su estrategia para suplir la falta de mayorías: pescar respaldos entre los congresistas, de a uno.

Las bancadas del Partido Liberal y de la U, especialmente, han tenido choques sobre la forma en la que votarán la llamada Ley de Crecimiento Económico, al punto de que los intentos por imponer unidad o bien han llegado tarde, o bien se han quedado cortos.

La U (declarado como partido de Gobierno, pero que actúa con independencia) se reunió el pasado lunes para intentar fijar una posición única, pero, pese a que el ala afín al Ejecutivo se impuso, terminó dejando en libertad a cuatro senadores contrarios a la iniciativa gubernamental: Roy Barreras, Germán Hoyos, José López y Roosvelt Rodríguez.

El Partido Liberal, declarado como independiente, cambió su voto a mitad de trámite de la tributaria. En primer debate, los congresistas de las comisiones económicas respaldaron al gobierno, lo que obligó a una reunión convocada por el líder de la colectividad, el expresidente César Gaviria, en la que de acuerdo con fuentes consultadas por EL COLOMBIANO se impuso el voto negativo a la tributaria por un margen de 21 de 35 representantes y 11 de 14 senadores.

El exmandatario, de hecho, dijo en entrevista con el diario El Tiempo el fin de semana que el Gobierno habría repartido “mermelada” a los miembros de las comisiones terceras y cuartas para que votaran a favor del proyecto de ley.

Al no ser suficiente la coalición de Gobierno (Centro Democrático, Conservador, Mira, Colombia Justa Libres y Opción Ciudadana), la estrategia, de acuerdo con Jaime Carrión, profesor de la U. San Buenaventura, ha sido “dejar de lado el quehacer político y configurar un escenario técnico”; en otras palabras, enfocarse en los intereses de los congresistas por sobre los de los partidos.

La dificultad de la unión

La tensión política entre fortalecer los partidos o restarles protagonismo ha sido central en las últimas décadas en Colombia. La Constitución de 1991 abrió el abanico democrático más allá de los tradicionales partidos Liberal y Conservador, al punto de que el país llegó a tener 58 colectividades a principios de siglo, según el Consejo Nacional Electoral.

La reforma política de 2003, que estableció los umbrales de votación, redujo la cantidad de colectividades, y la ley de bancadas de 2005 estableció obligaciones a los congresistas con sus colectividades (y por ende con sus votantes), dejando en manos de los estatutos de cada partido el castigo para aquellos parlamentarios que votaran de forma distinta a la acordada por su bancada.

El último paso hacia el fortalecimiento de los partidos, de acuerdo con Carrión, fue el estatuto de la oposición, que entró a regir en 2018 e impuso a cada partido la tarea de declararse como oposición, independiente, o parte de la bancada del gobierno de turno.

Pero entre esta teoría y la realidad diaria del Congreso hay una distancia. De hecho, de acuerdo con Juan Federico Pino, analista político y profesor de la Universidad Javeriana, una de las primeras movidas del Gobierno de Iván Duque luego de fallar en integrar a su coalición de gobierno a partidos que lo respaldaron en segunda vuelta –como la U, Cambio Radical y el Liberal–, fue intentar fragmentarlos.

Esto se hizo evidente en la votación del Plan de Desarrollo, entre marzo y mayo de este año, cuando el sector de Cambio Radical liderado por la familia Char salvó la iniciativa del Gobierno, causando tensiones con el líder del partido, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras.

“Como la estrategia no funcionó a largo plazo, por lo que optó el Ejecutivo fue por negociar directamente con Vargas Lleras”, señala Pino.

El Gobierno también logró pescar un disidente en las filas de la “Lista de la Decencia”, el senador Jhonatan Tamayo, conocido como “Manguito”, del partido ASI, quien desde su llegada al Legislativo se alineó con la bancada de gobierno pese a que su coalición se declaró en oposición.

La estrategia de división también fue útil en la moción de censura contra el exministro de defensa Guillermo Botero, quien renunció antes de la votación. A última hora, pese a que los partidos de oposición, Liberal, Cambio Radical y la U habían anunciado su respaldo a la iniciativa, la moción se hundió por falta de quroum, la cual fue calificada por el senador de la U Armando Benedetti como “un pacto con el Gobierno”.

Gobernar sin partidos

Para Pino, la táctica del Ejecutivo varía según cada partido: con Cambio Radical se ve en la obligación de pactar con el líder del partido; con el Liberal, negocia con algunos congresistas particulares, aunque se termina imponiendo el liderazgo de Gaviria; finalmente, con el Partido de la U “dada la falta de una cabeza en esa colectividad, la estrategia es conseguir votos al por menor”.

Sin embargo, esa relación con el legislativo dejando de lado a los partidos puede jugar en contra. Ayer, por ejemplo, la plenaria del Senado fue levantada en plena discusión de la reforma tributaria por un supuesto error de trámite cometido por el presidente de esa corporación, el senador liberal Lidio García.

La equivocación de García, que aplazó la votación de la tributaria a tres días de terminar completamente la legislatura, llegó justo una semana después de que su partido decidió votar en contra de la tributaria.

La apuesta del gobierno, aunque efectiva a veces, choca con las jerarquías aún vigentes en las colectividades, que pese a sus fragmentaciones y sus descréditos aún responden a la consigna que solía usar el jurista austriaco Hans Kelsen: “Solo por ilusión o por hipocresía se puede sostener que la democracia es posible sin partidos políticos”

98
congresistas de 280 hacen parte efectiva de la coalición de Gobierno.
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