Agentes infiltrados en las dos mezquitas de Medellín y Bello fueron vitales para identificar a Said Razzouki, uno de los criminales más buscados de Europa, quien llevaba cuatro años escondido en Colombia.
El general Jorge Luis Ramírez Aragón, jefe de la Dirección Antinarcóticos de la Policía, entregó los detalles de esta cacería que terminó el pasado viernes 7 de febrero en el municipio de Sabaneta, en la cual, según él, “tuvimos que emplear técnicas antiguas, que usamos para combatir en los años noventa a Pablo Escobar Gaviria”.
Razzouki nació hace 47 años en Beni Touzine, Marruecos (norte de África), y se mudó a Países Bajos, donde obtuvo posteriormente la nacionalidad holandesa. En los 90 se involucró con “la Maffia Mocro”, como denominan en Europa a los delincuentes de origen marroquí inmiscuidos en el tráfico internacional de drogas.
Fue acogido por el Grupo Thagi, una violenta organización dedicada a la distribución de cocaína que sale de Colombia y tiene puntos de acopio en Marruecos, antes de ser distribuida en varios destinos del Viejo Continente y el Medio Oriente. Con el tiempo ascendió en la estructura, hasta convertirse en el segundo al mando, detrás del cabecilla Ridouan Taghi.
Por información que condujera a su captura, el gobierno holandés ofrecía una recompensa de 100.000 euros (373’466.000 pesos). Y fue eso lo que sedujo a un informante, quien el año pasado les advirtió a las autoridades que Razzouki se movía en Medellín con un pasaporte falso.
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La Dirección Antinarcóticos envió a la capital antioqueña a un grupo de investigadores, con apoyo del FBI y la DEA, para dar con su paradero. Sin mayores datos, comenzaron a visitar las dos mezquitas, con la esperanza de ver a alguien parecido a las fotos que les suministró Interpol, que ya había expedido una Circular Roja en contra del personaje.
En una de las jornadas de oración observaron a un hombre calvo entrado en años, pero con una particularidad: al parecer se disfrazaba para verse unos 20 años más viejo de lo que en realidad era. Lo siguieron hasta un apartamento en una urbanización de Sabaneta, donde comenzaron a notar una conducta extraña, pues solo salía los viernes, durante tres horas, y después se refugiaba en el recinto toda la semana.