El covid y la falta de vacunación causaron una tragedia doble en la familia de una mujer en Medellín.
Según su testimonio, un familiar de 73 años falleció por covid y en el velorio, su tía de 80 años se contagió, se agravó cinco días después y pasó de estar hospitalizada por oxígeno a tener que ser intubada. Tras pasar las últimas dos semanas en UCI, murió. Ninguna de las dos personas fallecidas se había vacunado.
Además de advertir nuevamente sobre la necesidad de protegerse con la vacunación, el relato llama la atención acerca de cómo se realizan actualmente los servicios fúnebres, que durante los tiempos más críticos de la pandemia debieron transformarse completamente, aumentando el drama de las familias de las personas que murieron durante estos dos años.
Lo cierto es que los estrictos protocolos para el manejo, traslado y disposición final de fallecidos con certificado de defunción por covid siguen siendo exactamente los mismos ahora, tal como lo dispuso el Ministerio de Salud al inicio de la pandemia.
Una vez el paciente covid fallece, el personal de los servicios funerarios retira el cadáver de las instalaciones de salud en un plazo no mayor a 24 horas, y se encarga de trasladar el cuerpo directamente para la inhumación o cremación. En ambos casos, debe hallarse al interior de una bolsa doble. Los muertos con certificado de defunción covid no pueden ser velados.
Juan José Restrepo, director ejecutivo del Museo San Pedro y vicepresidente del sector funerario de Fenalco Antioquia, dice que actualmente un servicio exequial no reviste mayores riesgos en relación con cualquier otro evento o interacción social.
Lo que sí ha cambiado, explica Juan José, es que la mayoría de personas cuya muerte se asocia al covid tiene en su certificado de defunción constancia de muerte natural, sin referencia alguna al virus, porque la mayoría falleció por complicaciones atribuibles al virus, pero no son positivos al momento de morir.
En estos casos, explica Restrepo, es el protocolo familiar el que orienta el servicio que preste la funeraria.
Es decir, si el certificado de defunción del familiar dice muerte natural, pero la familia sabe que falleció por complicaciones derivadas del virus, tiene la potestad de pedirle a la funeraria el manejo que consideren mejor. Por ejemplo, sus parientes pueden recibir tanatopraxia y ser velados.
Eso sí, partiendo siempre de protocolos de bioseguridad no negociables que tiene el prestador del servicio (uso de tapabocas, guardar distanciamiento, lavado de manos, entre otros).
Apunta Juan José que en enero Medellín tuvo 3.600 fallecidos. Normalmente en la ciudad mueren unas 2.000 personas, asegura Restrepo.
De manera que el excedente asociado a la tasa de mortalidad son 1.600 muertos, restándole los 400 fallecidos que atendió el mes pasado el sector funerario con certificado de defunción covid, queda un remanente de 1.200 muertes que podrían atribuirse complicaciones o secuelas derivadas del virus o posteriores al contagio.
Aun así, la huella del virus en la mortalidad de Medellín ha disminuido. El sector funerario atendió el año pasado 3.040 fallecidos en promedio cada mes, de estos, 597 muertes serían por covid.
De estos dos años críticos, Juan José apunta que una de las conclusiones es que la cremación se consolidó como la principal elección en el rito mortuorio en la ciudad: el 86% de las personas que mueren en Medellín son cremadas.
Lo otro que destaca Juan José es que es después de tantos meses en los que el dolor de la muerte no pudo hallar consuelo ni siquiera en un adiós tranquilo, hay que hacer todo lo necesario para recuperar la ritualidad de despedida de los seres queridos.
Esto implica, dice, que los protocolos del sector funerario –a veces tan complejos– se mantengan, y la responsabilidad de las familias sea férrea