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Recolectar el oro rojo en tiempos de pandemia

La cosecha de café en Antioquia recién despega. Recolectores del país buscan librar un año complejo.

  • Recolectar el oro rojo en tiempos de pandemia
  • María Martínez y su hija Luz Herminia son cordobesas y se quedaron en Antioquia. La cosecha les asegura empleo. FOTOS cAMILO sUÁREZ
    María Martínez y su hija Luz Herminia son cordobesas y se quedaron en Antioquia. La cosecha les asegura empleo. FOTOS cAMILO sUÁREZ
  • Como no hay horarios fijos, la jornada suele comenzar con los primeros rayos del día y va hasta el atardecer. FOTO CAMILO SUÁREZ
    Como no hay horarios fijos, la jornada suele comenzar con los primeros rayos del día y va hasta el atardecer. FOTO CAMILO SUÁREZ
06 de septiembre de 2020
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Son las 11:30 de la mañana y en el comedor del campamento 1 de la finca cafetera El Banco de Venecia, en el Suroeste antioqueño, espantan. En vez de huellas de pies humanos o cualquier otro signo para inferir la necesidad de conservar la distancia física, hay granitos de café. Todos amarillos y del mismo tamaño, separados uno del otro y ploteados en todas las superficies: en el piso, en las sillas y en las mesas que estarán ocupadas solo al caer la noche. A esa hora del día la acción está en los cafetales.

Hace un año, por la misma época de cosecha, esa representación de los granos de café no estaba en el comedor. Tampoco los lavamanos nuevos ni las carteleras que recuerdan la necesidad de mantener medidas mínimas para evitar la propagación del virus. También bajó el aforo de las habitaciones donde duermen (de ocho a cuatro o cinco) y tratarán de reducir lo más que puedan la cantidad de personal sin arriesgar que se pase la fecha de recolectar el café y que el preciado fruto rojo caiga al suelo.

En El Banco, una finca con un millón de palos de café, llegaron a ser hasta 250 los recolectores que en otros años trabajaron en simultáneo por esta época. Hoy son 80 porque la cosecha apenas empieza, pero saben que necesitarán más gente y el cuidado será clave para evitar algún brote.

Grupos y más cambios

Luis Eduardo Rodríguez es fredonita, creció entre cafetales y conoce como la palma de su mano el proceso del café desde que florece la mata entre diciembre y enero y nueve meses después, cuando el fruto verde se pone rojo como una cereza. Allí, en la finca El Banco de la vereda La Arabia, es el vigía y fue el encargado de realizar todo el trámite para que los recolectores pudieran llegar luego de varios controles que incluyeron un tamizaje y una evaluación de síntomas. A su cargo están las planillas y el registro de la temperatura diaria que marca cada uno de los 80 recolectores.

“Hoy tenemos tres grupos y están divididos por campamentos. Por un lado están los locales, cerca de 25 (mayoría venecianos); por otro, los costeños (llegados de San Andrés de Sotavento, Córdoba) y por otro lado los tolimenses, que vienen del municipio de Ortega”, cuenta este hombre que además es técnico en seguridad en el trabajo y que recalca que ha sido un aprendizaje enorme planear la recolección de la cosecha en tiempos de covid-19.

Otro de los cambios implementados ha sido intercalar los pagos para que todos los recolectores no reciban el dinero el mismo fin de semana y así evitar al máximo que el pueblo se congestione. La bancarización ha sido otra apuesta y un componente pedagógico para educar sobre los cambios en un escenario donde no están habilitados los bares y discotecas que solían frecuentar en otras cosechas durante las tardes de sábados y los domingo, días de descanso.

Manejar el tiempo

Antes de que estuviera Rappi, Uber Eats o cualquier otra empresa de mensajería en motos o bicicletas con cajones multicolores, ya estaban los gariteros. Estos personajes reparten a lomo de mula los desayunos y almuerzos a quienes al sol y al agua recolectan el café en cereza: “oigan los del Tolima, pilas que se quedan sin almuerzo”, grita el hombre al borde de la trocha, y desde la montaña contigua comienzan a emerger hombres y mujeres con lo recolectado en la mañana. Amarran sus costales y dejan la carga cerca de la pesa donde se hará el balance diario. Aquí no hay horario fijo y se paga por lo que cada uno logre recolectar.

Hoy, que la cosecha aún no ha entrado en su furor, la finca paga a cada recolector $600 por cada kilo recolectado. A estas alturas hay personas que recolectan 60 kilos en un solo día ($36.000), pero otras pueden llegar hasta 150 o 180 kilos (108.000 pesos). De lo que produzcan cada día deben sacar $15.000 para pagar las tres comidas.

Ecos desde los cafetales

Dentro de la montaña donde ya se puede recolectar, el paisaje se hace uniforme e inconmesurable. Suena música popular y el día transcurre entre risas y quejas porque los árboles aún no tienen tantos frutos maduros, por lo que se hace complejo lograr un buen producido. El distanciamiento físico no es problema ahí porque cada quien tiene su surco y es difícil que entre tanto espacio los recolectores se encuentren.

Carlos Madrigal tiene 18 años y viajó hace 15 días con un grupo de paisanos más de 500 kilómetros desde su natal Ortega, en el Tolima, hasta Venecia, para recolectar café. Es menudo, pero carga al hombro uno de los costales más prominentes:

“Todavía los cortes (lotes) no están muy buenos, pero cuando mejore el tema uno se puede recolectar hasta 300 o 350 kilos ($210.000 al valor actual) en un día trabajando desde las 5:00 de la mañana hasta pasadas las 4:00 de la tarde”, cuenta este joven que ya ha trabajado en otras cosechas cafeteras y que señala que la pandemia lo único que ha cambiado es la restricción para ir al pueblo todos los fines de semana.

Como tienen que pagar el viaje y llevar un plante para el regreso a casa, los foráneos suelen ser los que más se exigen para que el sacrificio se traduzca en más platica. Así le pasa a Melba Romero (44 años) también oriunda de Ortega y quien el año pasado estuvo en Concordia durante la cosecha cafetera y este 2020 volvió con su esposo y un grupo de vecinos para sortear la crisis económica.

Echar raíces en Antioquia

María Martínez es oriunda de San Andrés de Sotavento (Córdoba), tiene 48 años y habla tan rápido como recolecta café. La mujer pasa los jornales en compañía de su hija Luz Herminia y cuenta que conoció las cosechas cafeteras hace cinco años, cuando llegó al Suroeste antioqueño, porque antes recogía algodón en su natal Córdoba.

“A nosotros siempre nos ha gustado trabajar y luego de venir varios años decidimos conseguir un pedacito de tierra por acá y empezar a construir una casita de madera. Por ahora el graneo no está muy bueno, pero algo se hace y no importa si es al sol o al agua, porque en la casa la comida de los niños no da espera”, cuenta esta mujer de gafas, tapabocas y una gorra roja que la protege del sol.

Cuando la región no está en cosecha cafetera, esta mujer se la rebusca en labores del campo como jornalera.

Sean de Tolima, Córdoba o Antioquia, todos aspiran a que en cuestión de dos semanas la abundancia de los frutos rojos sea tal que lo producido en un día se duplique o triplique y tengan semanas donde se puedan sacar hasta 500.00o pesos libres de los gastos fijos que representan las comidas.

Bien lo dice el secretario de Gobierno de Venecia, Juan David Restrepo, al hablar de la importancia de la cosecha cafetera para la recuperación económica de la región: los cafeteros (productores y recolectores) esperan esta época con las ansias que un niño aguarda por su regalo de Nochebuena. Por ahora no ha llegado la Navidad, pero se diría que ya comenzaron las novenas.

$1,5
billones valdría la cosecha cafetera que recién empieza en el departamento.
$600
por kilo de café les pagan a los recolectores en dicha finca. El precio puede variar.
El empleo que busca está a un clic

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