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Techo Medellín, el reto de entregar viviendas en pandemia

  • Durante sus 11 años de operación en Medellín, Techo ha entregado más de 700 viviendas. FOTO: CORTESÍA
    Durante sus 11 años de operación en Medellín, Techo ha entregado más de 700 viviendas. FOTO: CORTESÍA
12 de abril de 2021
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La Fundación Techo llegó hace más de una década a Medellín con el objetivo de contribuir a la superación de la pobreza, a través de la entrega de módulos habitacionales, en las comunidades más vulnerables asentadas en las periferias. EL COLOMBIANO tuvo la oportunidad de dialogar con el director regional, Juan Diego Echeverri, para conocer cómo las actuales dinámicas sociales han incidido en las labores de la organización.

En esta plática, Echeverri habló de los retos que ha suscitado la pandemia para entregar nuevas viviendas y qué lugar ocupan las familias migrantes en el quehacer de la organización. Habló además de las metas a corto plazo y del aporte por parte del empresariado.

¿Hace cuanto llegó Techo a Medellín?

“En Medellín, particularmente, llevamos 11 años trabajando de manera continua y en Colombia llevamos ya 15 años. En este momento también tenemos presencia con oficina en Bogotá, Cali y Barranquilla. Sin embargo, estamos realizando labores en diferentes lugares como el archipiélago de San Andrés, Chocó y Puerto Carreño”.

¿Cuántas viviendas han logrado entregar?

“En Medellín hemos entregado más de 730 y en Colombia más de 5.600”.

¿Qué ha sido lo más difícil en esta labor?

“Podríamos dividirlo en tres aspectos, no tanto como dificultades sino como retos. El primer reto sería de cara a la consecución de donantes y dinero, que es lo que nos mantiene con vida porque para realizar los proyectos necesitamos los recursos, o de algún donante que nos diga: mire, tenemos esto para ejecutar.

El segundo aspecto sería de cara a encontrar voluntarios dispuestos a dedicar su tiempo libre a nuestros proyectos. Y el tercero, sería de cara a la comunidad y encontrar la manera de articular a estos dos actores en pro de las soluciones que proponemos”.

¿Con cuántos voluntarios cuentan?

“Es una cifra complicada porque el voluntariado es muy volátil. Es un público del que podríamos decir que en Medellín tenemos fijas 60 personas realizando labores constantemente. Pero, hay semanas en las que interactuamos con otras 50 personas y hay semanas en las que lo hacemos con 100.

Estas son cifras previas a la pandemia, porque en la pandemia también se administra bastante la aglomeración, entonces no podríamos hacer las labores como antes”.

¿Cómo ha incidido la pandemia en las labores?

“El corazón de la organización está en la comunidad, entonces el hecho de tener restringida la movilidad, de no poder tener la movilización de voluntariado nos ha impactado porque nos limita la presencia en campo y eso también nos movió un poco en la manera en que recaudábamos fondos.

El plan de contingencia que teníamos se llamó Despensas Comunitarias, y consistía en hacer llegar a las comunidades, priorizando a las familias con más necesidades, un kit de alimentación básico que les permitía subsistir en medio de la pandemia, sobre todo porque son personas que viven del día a día y si les prohiben salir a trabajar, pues no tienen que comer hoy ni mañana.

Esa fue la manera que encontramos de responder y nos funcionó bastante. Este año ya estamos empezando a retomar las labores en campo, teniendo en cuenta que tenemos restricciones.

De otro lado, nos golpea no poder estar en campo porque el voluntariado se desmotiva un poco cuando no puede ver los resultados de la labor que se realiza”.

¿Entre los beneficiarios ya se contemplan las familias migrantes?

“En este momento el modo de operar de nosotros como organización ni prioriza ni discrimina a las familias migrantes. O sea, no es un factor determinante para nosotros. Nosotros simplemente vemos personas en situaciones que no son las más afortunadas y la manera de priorizar a las familias para la construcción de una vivienda no depende de la nacionalidad.

Nosotros tenemos en cuenta datos como el hacinamiento, es decir, cuántas personas duermen en determinados metros cuadrados; si hay enfermedades causadas por el estado de la vivienda; si la vivienda está en mal estado y en qué materiales están construidas.”

¿Cómo ha sido la interacción con el sector privado?

“Hemos tenido muy buena respuesta. Afortunadamente contamos con una cantidad de empresas muy grandes que tienen muy claro todo el tema de responsabilidad social empresarial. Hemos construido con Imusa, Bancolombia, Homecenter y Grupo Nutresa, entre otras. Pero también hemos contado con pequeñas y medianas compañías.

Obviamente se puede mejorar, podríamos tener más empresas vinculadas. Sin embargo, no nos podemos quejar porque como había dicho, hemos tenido una respuesta muy buena. Si nos comparamos con otras regiones podría decir que estamos funcionando muy bien. La cultura paisa es muy dada a apoyar a las demás personas y eso nos ha beneficiado mucho”.

¿Cuáles son las metas a corto plazo?

“Estamos en un momento de incertidumbre y no podría hablar de metas claras porque las estamos cambiando casi que mes a mes. Para este trimestre teníamos unas metas y con esta nueva restricción de cuarentena las cambiamos porque dependían directamente de la presencia en comunidad.

Lo que sí tenemos claro para este año es que queremos retomar las labores en campo y tenemos proyectada la construcción de 40 viviendas este año. También la intervención con tres proyectos comunitarios para Medellín.

Para Colombia en general estamos proyectando la construcción de 200 viviendas y en este momento tenemos un proyecto comunitario que, para junio, estaríamos terminando. Es un espacio cultural en Condoto, Chocó y una ludoteca en la vereda Granizal, en Bello.

Antes de la pandemia estábamos entregando año a año alrededor de 140 viviendas, diríamos que, entre 120 y 150, era el promedio. Ahora siendo muy optimistas, estamos apuntando a que sean entre 35 y 40 viviendas. Lo ideal serían 40, por eso decimos que, a partir de ahí, estaríamos satisfechos con el resultado”.

¿Por qué las personas deberían unirse al voluntariado?

“Yo llegué como voluntario en 2011 con la esperanza de ayudar a las personas que no viven en situaciones tan privilegiadas y con el pasar del tiempo descubrí que fui yo el que empezó a aprender mucho, cosas que no enseñan en la academia. Yo llegué porque quería dar, pero no he hecho más que recibir de las comunidades”.

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