La Universidad de Antioquia se encuentra en una de sus peores crisis financieras: hace poco hubo retrasos en los pagos de nómina, la Gobernación tuvo que adelantar recursos, algunos activos están a la venta y las salidas pedagógicas, el papel higiénico y el jabón en los baños son ahora casi un mito.
A pesar de que el gobierno nacional destina cada año más recursos para las instituciones públicas de educación superior. Sin importar el presupuesto, todos parecen insuficientes.
En esta entrevista, Mauricio Alviar, actual secretario de Educación de Antioquia y exrector de la UdeA, explica de dónde viene ese déficit estructural y da algunas luces sobre cómo palearlo. Dice que los salarios de los profesores de planta se volvieron insostenibles, pero que nadie se atreve a tocarlos.
Además, señala al exceso de los profesores de cátedra como una de las aristas principales del problema y sugiere que la Universidad se debe adaptar a programas más cortos y mejor enfocados. Y, como todos en la gobernación de Andrés Julián Rendón, pide austeridad.
¿A qué se debe la situación financiera tan crítica en la que se encuentra la UdeA?
“Lo primero que hay que reconocer es que tenemos un déficit estructural en lo que tiene que ver con el financiamiento de la educación superior pública en el país y particularmente con las universidades que dependen del artículo 86 de la Ley 30 de 1992, que toma el año 93 como base para los ingresos de las universidades y establece que las transferencias de la nación y de las entidades territoriales crecerían con eI IPC (la inflación anual) a partir de ese momento.
Entonces esos ingresos que evolucionan con el IPC, e inclusive por encima del IPC, han venido acumulando un déficit en los últimos 20 años. La razón por la que ese déficit se ha vuelto insostenible es porque los profesores universitarios han mejorado muchísimo sus niveles de formación. Cada vez hay más profesores con título de doctorado y eso tiene una consecuencia en el escalafón docente, que significa aumentos de puntos salariales por la formación de los profesores, pero también por la productividad.
Es decir, la manera como se remuneran los profesores depende fundamentalmente de sus títulos, de la experiencia y de la productividad académica que normalmente se mide por publicaciones en revistas indexadas. Entonces, lo que ha ocurrido es que esa productividad ha crecido más rápido que el ingreso de las universidades públicas. Ahí se empieza a generar ese déficit, porque el gobierno, que ha cumplido el artículo 86 a cabalidad, no logra crecer esos ingresos al mismo ritmo que crece la productividad de los profesores de las universidades públicas.
Otro elemento que también explica ese incremento en los costos de la universidad ha sido el aumento de cobertura. En el caso particular de la UdeA, la cobertura se duplicó: pasamos de 17.000 estudiantes a principios de la década del 2.000 a casi 36.000 estudiantes hoy de pregrado”.
Y la reforma a la educación que estaba promoviendo el gobierno nacional en la pasada legislatura, pero que después el mismo gobierno tumbó, ¿iba en camino a resolver ese déficit?
“No creo, porque en esa reforma no se tocaba el artículo 86 de la Ley 30, que es el que se espera que se reforme algún día y que se incrementen esos puntos porcentuales por encima del IPC. No contemplaba para nada el déficit de las universidades públicas. Ahí había un vacío y sobre todo en la forma de remunerar a los profesores de las universidades, que es el otro punto que a mi modo de ver explica también el déficit, que es el Decreto 1279 del 2002, que regula la remuneración de los profesores universitarios, y que en su momento funcionó bien y estaba bien concebido porque contemplaba estímulos económicos a la producción académica de los profesores.
Pero fundamentalmente ha sido una forma de privilegiar la publicación de artículos en revistas científicas, y eso no está mal, todas las universidades en el mundo tienen estímulos para los profesores que hacen investigación, pero aquí el asunto tiene una dificultad y es que todas esas publicaciones y la productividad académica de los profesores se traduce en puntos salariales para toda la vida, con los cuales se liquidan las prestaciones sociales, las vacaciones, las primas... Como la productividad ha crecido a un ritmo mayor porque la formación de los profesores también ha sido mejor en los últimos años se genera ese desbalance.
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El artículo 86 no contemplaba incrementos en las transferencias para sufragar estos aumentos de productividad a la misma velocidad. Entonces, ¿qué ha ocurrido? Que si eso sigue así, pues la brecha entre ingresos y costos laborales de los docentes, particularmente de los de planta, se vuelve insostenible, sobre todo a partir del año 2021”.
Secretario, pero eso no parece algo que se vaya a resolver en el corto plazo y que tampoco está en el poder de la Gobernación, ¿qué se puede hacer mientras tanto para que esa brecha entre ingresos y gastos deje de abrirse?
“Tienes toda la razón, eso no lo vamos a resolver rápidamente. Es un debate que tiene que dar el país porque es una decisión del Gobierno Nacional. Nadie le quiere poner el cascabel al gato para revisar y modernizar el Decreto 1279. Yo creo que hay un camino, además de promover esa discusión a nivel nacional y mostrar con cifras que se requiere modernizar, ajustar, modificar el Decreto 1279.
Además de eso, las universidades, y en este caso la UdeA, sí tienen la obligación de emprender unos programas profundos de austeridad, y eso tiene varias aristas. Lo primero es que también ha habido un incremento, a mi modo de ver desbordado, de los contratos de horas-cátedra para profesores universitarios distintos a los de la planta profesoral, en parte explicado por ese aumento de cobertura, pero en parte también, y las cifras de la vicerrectoría de Docencia así lo demuestran, porque los profesores de planta están dedicando apenas el 25%, en el mejor de los casos, de alguna unidad académica a la docencia directa, es decir, del plan de trabajo de los profesores apenas un 25% se dedica a docencia directa, porque el otro tiempo lo están dedicando a investigación, a producir artículos para publicar en revistas indexadas y otras actividades de extensión.
La docencia directa ha recaído en los últimos años y décadas en profesores de hora-cátedra, y eso también ha llevado a un incremento en el costo laboral de una manera muy significativa. La UdeA tiene esa tarea de reducir de manera significativa el número de contratos de hora-cátedra y que los profesores de planta aumenten su dedicación a la docencia directa”.
¿Y que sean los profesores de cátedra los que más estén dando clase, afecta la calidad en la educación?
“Yo tengo esa hipótesis. No voy a decir que hay una causalidad, pero sí es muy interesante ver como hoy la universidad no está entre las diez primeras del país en las Pruebas Saber Pro. Hoy está ocupando el puesto número 20 a nivel nacional y a mí sí me parece muy coincidente esa caída en el ranking con el incremento de los profesores de hora-cátedra. Y no quiere decir que los profesores de hora-cátedra sean de mala calidad, lo que pasa es que no tienen la misma dedicación a los estudiantes en asesorías, en acompañamiento que tiene un profesor de planta que está todo el tiempo en la universidad”.
¿Usted ve voluntad desde la rectoría de la universidad para ese plan de austeridad?
“Ahora que estoy presidiendo el Consejo Superior, he planteado estas reflexiones y está calando el mensaje porque ya hay una programación para ir reduciendo paulatinamente el número de contratos de hora cátedra de una manera racional, gradual y sostenible. La meta que se han propuesto es llegar el año entrante a una disminución del 50% de esos contratos de hora-cátedra. Entonces sí hay voluntad, yo he percibido eso y me alegra y celebro esa tarea”.
Alguien que no esté de acuerdo con esas medidas de austeridad podría decir que las universidades públicas no tienen que tener la misma lógica de una empresa en la que se buscan todo el tiempo las utilidades...
“Eso tiene mucho de largo y de ancho. Está bien que la educación superior tiene un componente importante de subsidios del Estado porque genera externalidades positivas, eso ocurre aquí y en cualquier lugar del mundo, pero eso no quiere decir que no podamos tener una mayor racionalidad en el gasto: ajustar los ingresos de la universidad con un tamaño y un crecimiento óptimo. No podemos seguir creciendo indefinidamente en cobertura y en nuevos programas cuando sabemos de antemano que los ingresos no nos van a dar para eso. Si queremos mantener la lógica de la educación pública a través de un subsidio a la oferta que es bien importante, tenemos que ser supremamente racionales en el gasto, cuidadosos de esos recursos”.
A principio de año el gobernador Rendón sugirió una propuesta muy polémica que consistía en sacar de la Universidad, o al menos ser más estrictos, con los estudiantes que llevaban muchos semestres sin graduarse, ¿eso en qué quedó?
“Eso generó una reflexión importante en la Universidad. La Dirección de Bienestar estudia de manera juiciosa cómo ayudarle a estos muchachos a que terminen sus programas, porque hoy más que nunca con la velocidad a la que cambia la tecnología y el conocimiento no tiene mucha presentación que una persona se tome 10, 15, 20 años haciendo una carrera. Si hoy quienes terminan un programa de cinco años ya el conocimiento cambia, cómo será en 10, en 15 o 20”
Usted también ha sugerido que la Universidad debería apostarle a programas más cortos...
“Ese es quizás el mensaje más importante. Aun si resolviéramos los problemas financieros en el corto y mediano plazo, este es un momento importantísimo para la universidad repensar muchas cosas. Los recursos siempre serán escasos, pero las oportunidades para cambiar el rumbo de la educación superior en general, y de la UdeA en particular, no son tan frecuentes, y esta es una oportunidad muy interesante. Lo que planteo es que la Universidad tiene que hacer una discusión de cómo está respondiendo a las demandas y a las preferencias de los jóvenes de esta generación y del futuro. Los jóvenes hoy, en promedio, no tienen interés en sentarse cinco años en una silla universitaria.
Por supuesto que los hay, claro que sí, pero los jóvenes de esta generación están prefiriendo formarse en ciclos cortos a lo largo de la vida, en temas innovadores y con modelos flexibles de educación. Entonces, tener ya pregrados de cinco años, eso es un asunto que hay que revisarlo, cuestionarlo, porque eso está impidiendo que los jóvenes vean con utilidad de educación superior, están buscando otras alternativas de formación corta para insertarse en el mercado laboral con otra perspectiva de vida muy distinta”.
Pero la experiencia universitaria no consiste únicamente en ir a clase, no es lo mismo ver un curso corto por internet que ir a la UdeA...
“En eso estamos de acuerdo. La universidad es mucho más que los programas de pregrado o que los cursos de extensión. La universidad es cultura, es formación integral, es relacionamiento con la sociedad, es conservación de los patrimonios culturales, sociales, ambientales de la sociedad. Pero eso no la exime de repensar su oferta académica en ciclos cortos, medianos y largos, dependiendo de las preferencias de los jóvenes, pero entendiendo que hoy hay una preferencia por los ciclos cortos a lo largo de la vida. Los jóvenes si quieren estudiar pero quieren hacerlo con metodologías diferentes, modelos flexibles, ir y volver, ir y venir desde el sistema educativo al mercado laboral y viceversa. El mundo cambió y eso lo tienen que entender todas las instituciones de educación superior”.