Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

La Llorona, de teatro de guerra a santuario natural

Incuido en el proyecto Bosques de Paz, en el Cañón de La Llorona buscan olvidar su historia de dolor.

  • Mientras la comunidad de Mondromandó debe cruzar un puente colgante sobre el río Sucio para salir y entrar a su territorio, la de la Lejía pasa en garrucha. Ambos sistemas deben mejorarse para evitar una tragedia. FOTOs Jaime Pérez
    Mientras la comunidad de Mondromandó debe cruzar un puente colgante sobre el río Sucio para salir y entrar a su territorio, la de la Lejía pasa en garrucha. Ambos sistemas deben mejorarse para evitar una tragedia. FOTOs Jaime Pérez
  • La Llorona, de teatro de guerra a santuario natural
29 de agosto de 2017
bookmark

Después de vivir 57 años en el Cañón de La Llorona, Misael Domicó no se imagina otro lugar para morir: ¡qué mejor honor para su Dios que encontrarse con él en esas montañas gigantes y frondosas y pobladas de infinitas mariposas que revolotean entre las ramas y arbustos buscando una flor para hacer estación y alimentarse!

Tal vez por ello, este gobernador mayor de los resguardos indígenas de Dabeiba y Mutatá resistió la violencia que azotó ese territorio a finales de los noventa y los años que corrieron de este siglo, hasta hace dos o tres, cuando la confrontación cedió y llegó el sosiego que trajeron los acuerdos de paz entre el Gobierno y la guerrilla.

-Aunque acá ha habido de todos los grupos armados, no nos desplazamos, porque no tenemos para dónde ir y porque estamos atados a la madre Tierra-, dice Misael, que ha sido reelegido tres veces gobernador mayor.

Al Cañón de La Llorona lo forma una cadena de montañas gigantes atravesadas por el río Sucio, un afluente denso, amarillento, que nace en la cordillera occidental y desemboca en el río Atrato, después de recorrer territorios antioqueños y chocoanos.

Es, en muchos trayectos, selva, bosque nativo inexplorado y misterioso, con abundantes ríos y quebradas y amplios territorios explotados con agricultura. Lo pueblan indígenas, campesinos de la zona y colonos que llegaron de otros lugares dispuestos a medírsele a la muerte si esta, de pronto, los asaltaba en los caminos.

Es un paraíso natural que la guerrilla de las Farc, tras ser expulsada de Urabá por los paramilitares, tomó como santuario a finales del siglo pasado para librar su guerra a muerte contra el Estado, un conflicto en el que cayeron, bajo el fuego cruzado, no cientos sino miles de soldados, guerrilleros, paramilitares y civiles.

Una guerra tan cruel, que no permitió a los investigadores, por décadas, recorrer ese territorio para reconocer sus riquezas, su biodiversidad y sus servicios al ecosistema. Solo ahora, cuando la Asamblea de Antioquia aprobó la Ordenanza 30 que lo declara Parque Natural Ambiental, la sociedad vuelca sus ojos a un lugar paradisiaco, aunque donde hay poca claridad sobre las implicaciones de esa decisión.

Dos días de infierno

Aunque ya había sufrido dos tomas guerrilleras en los años 97 y 98, el municipio de Dabeiba, puerta de entrada a la región de Urabá, aún no conocía el infierno. Lo padeció la noche del 18 de octubre de 2000, cuando 650 guerrilleros de los frentes 5, 18, 34 y 57 de las Farc llegaron hasta el casco urbano y desde las calles y las montañas hostigaron el comando de Policía, en el que 28 hombres resistieron el ataque con cilindros y explosivos, a pesar de que algunos uniformados murieron en medio del fuego. El combate se prolongó hasta el día siguiente y, desde Rionegro, el Ejército envió un contingente de 350 hombres en cuatro helicópteros para defender el pueblo.

La tarea no fue fácil. Desde montañas con más de 300 metros de altura se forma un cañón por el cual el paso de las aeronaves se vuelve una operación suicida. Uno de los Black Hawk cayó a tierra y los uniformados fueron atacados a bala por los guerrilleros. Una versión señala que la guerrilla extendió un cable entre las montañas como trampa para enredar los helicópteros. Pero el soldado José Fernando Arboleda, que sobrevivió al ataque, relata que la guerrilla disparó a la cabeza del piloto y la aeronave cayó.

-Lo recuerdo como si fuera hoy. Salimos de Rionegro al mediodía y llegamos a Dabeiba a las 12:45. Estábamos haciendo un vuelo estacionario, cuando la guerrilla empezó a disparar. Me lancé antes de tocar tierra, me hice el muerto y me tocó dispararle a un niño de 14 años, guerrillero, que me hostigaba y me insultaba, y después fue que empecé a ver a mis compañeros muertos- relata Arboleda, ya jubilado del Ejército.

El saldo fatal fue de 54 soldados caídos, varios de ellos asesinados con tiros de gracia en las montañas de La Llorona.

Pero la carretera también fue escenario de confrontación. Seis meses atrás, en la vía al cañón, cinco policías también habían perdido la vida en una emboscada de las Farc en la madrugada del 1 de marzo. Margarita Borja, esposa de uno de los agentes que murió en el ataque, recuerda el episodio que marcó su vida para siempre.

-Mi esposo se llamaba John Jairo Jaramillo, le decían Jara. Teníamos un bebé de dos años. A él lo trasladaban ese día a Medellín y tenía la maleta lista, pero antes de terminar turno, a las 7:00 de la mañana, lo enviaron a atender un llamado de una supuesta pelea en la zona de la bomba de gasolina. Él dijo que no quería ir, porque faltaban pocos minutos para terminar turno, pero el teniente lo obligó. Fue ahí cuando pasó la emboscada, desde las montañas le lanzaron explosivos a la patrulla, él era el conductor, y no murió en la explosión, pero lo remataron. Los otros quedaron irreconocibles-, relata Margarita.

Su hijo, ya adulto, estudia derecho en una universidad de Medellín, pero las heridas no se borran en ella porque “Jara” fue su primer hombre y lo amó con todo el corazón. El luto le duró más de dos años.

Gambetas mejor que balas

Pero el terror parece haber pasado en La Llorona. Según el gobernador Misael Domicó, allí hay 11 resguardos, 36 comunidades y una población superior a 10.000 indígenas.

Algunos están ubicados a orillas de la carretera y otros en mitad de las montañas.

En una está el resguardo de Mondromandó, habitado por cerca de 210 indígenas de la etnia embera, cuyos jóvenes, para sorpresa, juegan fútbol. Lo hacen en una cancha que también sirve de potrero para sus reses. En la cancha, de lodo, yerba y boñiga, sobresale un joven de nombre Socio Domicó, que es capaz de atravesar de una portería a la otra eludiendo rivales. Su calidad despierta risas. Es el “Messi” del resguardo.

-Acá había cuatro campamentos de las Farc, en ese tiempo nos tuvimos que desplazar, pero volvimos cuando ellos ya no estaban. Esta cancha donde estamos se la había tomado la maleza y tocó trabajar mucho para recuperarla. Pero disfrutamos la paz y esperamos que perdure mucho tiempo-, apunta “Messi” Domicó. Antes era imposible ver indígenas jugando en una cancha. Sus compañeros lo rodean y ríen. Varios tienen guayos y uno la camiseta del Nacional. En un mes habrá un torneo relámpago de las comunidades indígenas y “Messi” aspira ser el goleador.

Unos kilómetros al norte, en otra montaña, está la comunidad La Lejía, donde varios indígenas le echan piso de cemento a una escuela. Al lado se ve una colina sembrada de yuca. Esa comunidad tiene recuerdos amargos de la guerra. Dos de sus miembros, un padre y su hijo, murieron víctimas de una mina quiebrapatas. Y el agricultor Oclides Bailarín Domicó, de 48 años, lleva el dolor en su corazón.

-A mí unos militares me cogieron, me pusieron camuflado y me hicieron pasar como guerrillero. Delante de mí violaron a mi esposa, que por causa de eso se murió, tenía 25 años-, recuerda Oclides y se hunde en el silencio.

Se acerca el anochecer y en la cima de las montañas se posa una neblina que se mueve con lentitud, mientras de las casas indígenas sale humo de los fogones de leña. Según el gobernador Misael, cerca de 25 indígenas fueron asesinados durante el conflicto.

-Son demasiados para nosotros, porque a los indígenas, cuando nos matan a uno solo, nos asesinan a todos, somos comunidad-, sostiene Misael Domicó, que fue plagiado por los paramilitares y liberado luego gracias a la mediación de la Diócesis de Apartadó y la Consejería Indígena de Antioquia.

¿Qué es la Ordenanza?

Acerca de la Ordenanza 30, para las comunidades todo es incertidumbre. Los indígenas piden que les digan qué implica definir el Cañón de La Llorona como Parque Natural. Ismael dice que no ha recibido una sola llamada en la que le expliquen de qué se trata.

-Que nos digan cuáles son los límites del territorio. Si no vamos a poder cortar un palo, o pescar en el río o cultivar, que es a lo que nos dedicamos. Si esto se vuelve parque natural, ¿qué beneficios vamos a tener en salud, educación, vivienda?-, se preguntan él y las comunidades.

Es el mismo clamor de Octavio Benítez, campesino de 75 años que vive a orillas de la carretera en la vereda Guineales.

-He visto pasar por aquí a cuanto grupo armado hay y todos pasan metiendo miedo y matando. No me desplacé, porque en Colombia pa’donde uno se vaya hay gente dispuesta a matarlo, entonces de qué vale esconderse-, afirma con el rostro adusto. No entiende la Ordenanza. Ha pasado gente recogiendo firmas, pero él no firmará nada para que no lo vayan a despojar de su casa. Es su temor.

En la Alcaldía de Dabeiba tampoco saben del asunto, entonces, en ausencia del alcalde, ningún funcionario da declaraciones.

La diputada Ana Ligia Mora, ponente del proyecto, aclara que aún no hay definiciones sobre el tema. La Ordenanza 30 busca reconocer el territorio de La Llorona como un parque natural de importancia ambiental, pero ese es el abrebocas para que sea declarado zona protegida.

-Por el conflicto, el cañón no se ha podido investigar en su potencial. Ese proceso se va a iniciar en articulación con las comunidades. La Asamblea no tiene potestad para declarar zonas protegidas, pero hacemos ese reconocimiento de parque natural para reunir información y argumentos, buscando que el Ministerio del Ambiente la declare zona protegida-, detalla la diputada.

Se ha estimado que el parque natural tiene un área de 5.843 hectáreas. Pero es el único dato disponible. La intención del gobernador, Luis Pérez, es sumar 1 millón de hectáreas en áreas protegidas en Antioquia.

-El Cañón de La Llorona ha sido afectado por el conflicto armado y queremos recuperarlo y protegerlo para conservar sus grandes atributos ambientales-, advierte Lucy Rivera Osorio, secretaria del Medio Ambiente de Antioquia.

La Llorona ya fue incluido en el proyecto de 150 Bosques de Paz, con el que el Gobierno Nacional pretende reactivar las zonas donde la guerra dejó víctimas, como símbolo de reconstrucción, de futuro.

-Mucha sangre se derramó sobre los suelos. Bosques de Paz busca un ejercicio de reconciliación con la tierra y las comunidades-, expresa César Ángel Rey, director de este programa del Ministerio del Medio Ambiente.

El Cañón de La Llorona fue el lugar donde el Ejército nunca les ganó una batalla a las Farc, reconoce el gobernador Luis Pérez.

El general Jorge Arturo Salgado Restrepo, comandante de la Séptima División del Ejército, confirma que es el escenario de guerra donde más soldados murieron.

-Perdimos alrededor de 2.000 hombres en cuarenta años de guerra-, reconoce el alto oficial.

En la Virgen de La Llorona, junto al túnel, se ven velones encendidos. Todo el tiempo los hay. Es un lamento que parece eterno por la muerte y el dolor, pero ahora matizado de esperanzas. Los indígenas no quieren escuchar más el llanto de La Llorona. Solo quieren, como pasa por la mente de Ismael, sembrar futuro en ese bosque natural lleno de vida.

Infográfico
La Llorona, de teatro de guerra a santuario natural
El empleo que buscas
está a un clic

Nuestros portales

Club intelecto

Club intelecto

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD