De la mano de dos maestras, un grupo de niños camina por los pasillos vestidos con sudaderas azules y camisetas blancas. Abajo, en el jardín, otros corren y uno grita “isa, isa...”, refiriéndose a una de sus compañeras de clase, en clases que en realidad son encuentros para divertirse entre las guías y los niños. Los muros de color recuerdan que estamos en un jardín infantil Buen Comienzo de Medellín.
Es otro mundo. Mágico para ellos, infantes que en su mayoría residen en viviendas rústicas, sin lujos, sin paredes pintadas ni pisos que brillen.
-Es lo más maravilloso que puede tener un niño de esta edad para crecer y para el desarrollo-, afirma Lucelly Barrera, abuela de Angie Nicole Noreña, una alumna de dos años, que tampoco es alumna sino una niña que llega al lugar a divertirse, alimentarse y jugar, tres cosas que seguramente no puede hacer en su casa con tanta libertad y soltura.
Es el jardín Buen Comienzo Manantiales, en Aranjuez, uno de los 17 que hay en la ciudad y en donde se atiende, en promedio, a 350 niños entre los cero y los cinco años de los estratos más bajos de la ciudad.
-¿Qué es un dinosaurio?
-Es un animal grande, grande, pero ya no hay, se murieron-, responde una niña afrodescendiente y con trenzas, minutos después de haber recibido una “clase” sobre esa especie que pobló la tierra hace millones de años. La maestra -técnicamente llamada agente educativa- Carmen Cecilia Marín, dice que para enseñarles a los niños le toca aprender primero a ella.
-Nosotras tenemos una dinámica de trabajar con una matriz formada. En este caso el tema de los dinosaurios, les enseñamos cómo se crearon, como se extinguieron y cómo eran, pero yo también aprendo. No son clases sino que se aprende jugando-, dice.
Tanto, que los niños, acompañados por sus padres, terminaron fabricando dinosaurios con material reciclado.
El compromiso no es académico sino lograr que los niños disfruten la infancia. Se les estimula el desarrollo cognitivo y sus capacidades se potencializan en una etapa que es vital para sus vidas. A todos les va bien al final del año y a medida que avanzan en edad las actividades cambian.
Un logro de ciudad
-¡Coordinadora!, ¡coordinadora!, ¡coordinadora!-, se oye gritar a lo lejos en la oficina de Claudia Lorena Roa, que ejerce tal función en Manantiales.
Ella corre a enterarse quién la llama con tanta insistencia, tarda unos segundos en regresar y se sienta detrás de la mesa. Los gritos llamándola ya no se escuchan.
-Eso es normal que pase, es parte de la labor que ejerzo, estar pendiente de todas las personas y velar porque se cumplan todas las tareas que nos corresponden, el foco es el bienestar de los niños, que todo marche con normalidad-, responde. El bullicio infantil es notable, pues aunque muchos están en salones con espacios de paredes blancas y mucha luz, otros corretean por los jardines. Siempre hay maestras o guías a su lado.
-Los jardines Buen Comienzo se iniciaron hace once años en el marco de la política pública del programa de atención a la primera infancia, en total atendemos a 70 mil niños, y 16 mil hacen parte gestantes y lactantes-, explica Sandra Castro, directora técnica del programa, que se coordina desde la Secretaría de Educación y también involucra las de Inclusión Social y Familia y la de Salud, en convenio con al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF.
Nutrición al 75%
Pero Buen Comienzo no son solo las infraestructuras diríamos gigantes que se construyen en las comunas, que resaltan por su espectacularidad y colorido entre casas humildes de los barrios altos.
También hay una red de 558 sedes o centros infantiles en toda la ciudad que brindan los mismos programas y atenciones, solo que los espacios no son tan espléndidos, pero igual son seguros y cómodos.
En ellos los niños permanecen de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. y allí un tema básico es la nutrición. Afirma la señora Castro que el programa cubre el 75% de la alimentación que requiere un niño para lograr su desarrollo nutricional.
-Se les da desayuno, mediamañana, almuerzo y refrigerio. No les cubrimos el 100% porque las familias deben asumir una responsabilidad, y aunque sabemos que la mayoría vive en condición de pobreza, les asesoramos en la manera de cocinar y mercar para que les den a los niños una dieta balanceada y adecuada-, detalla.
Las madres lo confirman: “desde que mi nieta está acá se ve más alegre y come mucho más, ella era desganada”, reconoce la abuela de Angie Nicole, Lucelly Barrera.
La Primera Dama de Medellín, Claudia Márquez, admite que no es el instante para una evaluación certera, pero la lógica indica que los resultados deben ser prometedores.
-Buen Comienzo es un programa maravilloso. En esta administración se han entregado 8 y hay uno pendiente. Sobre los resultados creo que son positivos y lo que podemos ver es que tenemos una generación distinta en la primera infancia, Medellín es fuerte como ninguna otra ciudad en la atención a los niños en Colombia-, considera la señora Márquez.
30%
de los recursos los aporta el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF-.
$140
mil millones ha sido la inversión de Buen Comienzo este año en Medellín.